miércoles, 19 de diciembre de 2018

Comida de Navidad 2018- Amigos y colegas.







En el día de hoy ha tenido lugar la Comida de Navidad, entre los compañeros que anualmente nos juntamos para celebrar en una nutriente, todo el transcurso del año.




El lugar el habitual de siempre desde hace tres lustros. Hotel El Castell de la ciudad de Sant Boi.

Allí en ese lugar paradisíaco, nos reunimos una vez al año, para departir, comentar y analizar aquellos tiempos en los que por obligación nos encontrábamos para desarrollar nuestra labor profesional.
 






Entonces, ya nos llevábamos bien y ese germen fue creciendo a lo largo de los tiempos para llegar a celebrar esta comida navideña, que tanto la disfrutamos y tanto nos comporta.





Uno de los comensales, el que más pronto había llegado al lugar del encuentro, se quedó traspuesto, medio dormido esperando a que llegasen el resto de compañeros y de repente quedó trasvasadosoñando algo inesperado.





De los tres magos que llegaron a la frontera el más moreno, Baltasar llevaba la Mirra la que confundieron aquellos febriles funcionarios, por unos alucinógenos prohibitivos para la población, con lo que quisieron retener en las aduanas sin dejarle pasar, hasta que no aclarara la procedencia y el motivo por el cual quería atravesar aquella linde.



El mas rubicundo de los Reyes—Gaspar me dijeron se llamaba—Tampoco iba de brazos cruzados, parece ser que llevaba incienso y el compañero del turno de comprobación. Aquel agente pasado de peso y de paso muy desconfiado en lo referente a los pasajeros que intentaban cruzar aquel término, tampoco vio clara la situación y confundió aquel sándalo en soporíferas hierbas que igual mezcladas con sal y arroz, les servía a los clientes que pretendían traspasar la línea en diversión especial.


El más abuelo de sus Majestades, el que peinaba canas, tenía el cabello níveo, llamado Melchor, es el que llevaba el oro—O sea, el cajero de todos ellos—y claro, no viendo clara la ejecución de aquellos tres individuos, que a la postre se auto proclamaban reyes de Oriente, dejaron muy confundidos a los tres funcionarios de aduanas.—Los sueños dicen que así son—y en su desconexión intentó comprender mi compañero, como es que aquellos vigilantes quisieron hacer un trueque con sus Majestades.

Al rey Melchor, quisieron cambiarle aquella carga del mineral de oro, por garbanzos secos, sin darle mejor explicación. Requisándole el oro, para quedárselo en custodia y posiblemente hacerlo desaparecer entre tanta tontería.

Al rey Gaspar que llevaba el incienso y no sabían de que se trataba. No conocían las Escrituras, lo quisieron camuflar quedándose ellos con las magnificas hierbas soporíferas para su consumo y a cambio se las trucaban con unas raíces de espicanardo, que en realidad son espigas de nardo para que ellos las regalaran en lugar de lo que portaban en sus camellos.

Como es natural en estos sueños de tanta enjundia, desde el cielo uno de los encargados del tráfico terrenal, un tal Arcángel Gabriel, estaba presenciando por el canal directo de la televisión celestial los acontecimientos que se estaban retransmitiendo en directo, desde aquel campo frontera y antes de que pasara nada de lo que se tuvieran que arrepentir aquellos empleados de la Hacienda Nacional, le mandó un efluvio magnánimo y despertó de forma repentina a nuestro compañero. El que se había dormido esperando a los demás. Con un jalear en su ensoñación bastante agresivo.



Allí se encontró a todas las personas que a medida iban llegando para la gran comida de la Navidad. Los iba saludando ¿Quienes eran? Se preguntaba desorientado, después de aquel presagio.
Pues camaradas y amigos y algún que otro compañero de acompañante. En fin que todo el que se quiere sumar a la comida es bienvenido.

Una vez todo el mundo entró en el salón comedor y todos estuvieron acomodados alrededor de una mesa para muchos, se repartieron las cartas de la comida y nadie puso atención a lo que íbamos a comer. Excepto el amigo del sueño, que observó que de primero pondrían garbanzos a la Robespier, regados con una salsa de néctar de jóvenes nardos coloreados de una salsa de calabaza, que le daban el toque de oro. Aquel oro que fue cambiado por los garbanzos.






Ahí no acabo la cosa, de segundo iba inserto en la nota para servirnos, un pescado oriental llamado Reina Maga, tamizado con esencia de naranja, una entraña salsa rojiza como la mirra.
Una de las sustancias mas antiguas que se conocen. Esa Mirra que le regalaron al niño. Siendo un elemento de la tierra, que le producen al pescado el aroma y el sabor de los mares del Norte, algo que a su vez representa según las creencias religiosas de aquellos tiempos como “el inconsciente colectivo de los pueblos” o sea una comida acorde con lo que le habían apuntado en el sueño.


Sin olvidar el postre, que iban a servir naranja con miel, que ya había sido apuntado dentro de las exquisiteces.

No dijo nada de lo soñado y a la vez que iba comiendo iba disfrutando del final de aquella ensoñación, que tan solo él sabrá finalizaba.




Lo que si dijo al marcharse y despedirse de los amigos y conocidos fue unas simples palabras que nos sentaron a todos de maravilla.

Se levantó de la silla que ocupaba y dijo solemne: Feliz Navidad os deseo a todos, incluido tú que me estás leyendo y ya te imaginas como finalizó aquel sueño







Feliz Navidad a todos
y próspero 2019
Emilio Moreno



0 comentarios:

Publicar un comentario