lunes, 7 de mayo de 2018

Otro dos de mayo con la literatura.









Era el primer miércoles de mes. Día 2 de mayo del año en curso el dos mil dieciocho. En España, o por lo menos en parte se celebra lo que se ha dado en llamar la efemérides de la guerra de la Independencia, en el año 1808.
Interviniendo los Comuneros de Castilla, pero esa será otra historia que os contaré, con calma y gusto en otra ocasión.
La reunión de los colegas, la de los intelectuales de la Ronda de San Pedro en Barcelona, se celebra, siempre el primer miércoles. Ese día llueve o truene, nos vemos ahí. Por lo que de bueno conlleva, escuchar sobre todo. Sí bien digo. Hacer de oidores, dejando que nuestro "vaivén" muscular se llene de oxígeno cultural y permita que por los receptores de nuestra audición penetre esa explicación, aquella anécdota, el mejor de los recuerdos, o la propia vivencia de los contertulios.

En esta ocasión se presentaron cinco, que bien podrían enumerarse como los cinco amigos de la apoteosis presente. Cada cual llegado desde un punto de la geografía regional. Con un agrado y un convenir que ya quisieran muchos de los politicastros que nos gobiernan, para sus conductas.
Unos más puntuales que otros, cada cual se pide lo que le vienen en gana tomar, con un servicio tan personal que es según llegas, tomas sitio, saludas y al ataque. Algo ligero para que nos aclare la garganta y la dosifique en las largas explicaciones. Permitiendo en buena lid que los colegas se confíen y desamarren aquellos pensamientos o recuerdos que han de dejarlos al aire, para que el resto de los presentes, los puedan degustar como el que está soñando y no lo sabe.  Dejando que su intelecto fluya por las canalizaciones cerebrales de todos los asistentes. 
Así de sencillo, que bonito es ver como el nervioso, espera que el compañero acabe su tesis, para entrar a debatirla de inmediato, o que éste comience con otro argumento para destilarlo y ponerlo en la tela de los que asumen la praxis de la palabra.
En esta ocasión los componentes éramos cinco: Juan José, José, Pedro, Eduardo y Emilio.
En este día dos de mayo, dimos comienzo con la sedimentación de nuestra sangre, como la trata el ya famosos ""Sintrom"", y qué dice el médico en cuando al estado de salud. Todos parece que la tenemos controlada, así me lo parece por el color de cara de ellos, cosa que además celebro.
Explicar más allá de lo comentado, sería por mi parte un desacato, cosa que no haría sin pedirles el consecuente permiso, por lo que aquí lo voy a dejar y quizás en otra ocasión explique algún detalle de lo que rajamos.
Lo que si puedo deciros es lo que comentó jocosamente Juan José, a modo de aviso y conocimiento.

Dice con seriedad — que un amigo suyo, que tiene en muy buena estima. Fue a la licorería a por una botella de ron.
Al ponerla en la cesta de su bicicleta—pensó con muy buen criterio—"Mira que si me caigo y se rompe". Así que se la ha bebido entera.
Después con mucha gracia decía, el que se tomó la tela.
—Menos mal que lo hice, porque de camino a mi casa me he caído de la bicicleta por lo menos siete veces.





1 comentarios:

José Añez Sánchez dijo...

"La amistad aventaja al parentesco en que del parentesco puede desaparecer el afecto, pero de la amistad no puede, pues, si desaparece el cariño, deja de existir el nombre de amistad, mientras que el de parentesco permanece" (Cicerón).

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Esta regla o máxima de Cicerón me sirve de introducción para desplegar fragmentos de un escrito publicado en mi web cuyo título era: "Hay hombres que lloran cuando se pone el sol" dedicado a la amistad para comentar el escrito de mi amigo Emilio.

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Experimentar la amistad no es fácil, es una cuestión de azar, algo con lo que "tropiezas", si hay suerte que sea una elección firme, estable y constante. Es un tema de confianza, generosidad y compromiso basado en valores comunes revestidos de igualdad y libertad. Se despliega cuando encuentras a quien no necesitas para fines personales sino para tu desarrollo emocional.
En la madurez, se valora más el afecto real a una sola persona que al conjunto ideal de la misma; te alejas del griterío y la temeridad como propia de la arrogante juventud. La amistad real no tiene sexo pero sí género, pues siendo el hombre de Marte y la mujer de Venus comportaría un peligroso acercamiento que rebasaría la polaridad que llevamos dentro, es decir, los amigos del mismo género dominan mejor la pasión de la que serían esclavos si fuesen de género distinto.

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