Decir que se adora a la luna es comprender lo que lleva de implícito el sentimiento. Al asentir que el nombre es el de quien cada uno elija. Es un demostrativo. Nombrar a
las noches y al arrullo, es un sentimiento muy tuyo que lo has de llevar a tu metáfora. Así continúa mi soneto liado en mis dunas, ligado a tu piel.
Yo a la luna la adoro por su piel,
el nombre con que la llamo es el tuyo,
y no hay noche que no piense en tu arrullo,
en tus dunas de lianas gusto a miel.
Eres la hermosa estrella del gran riel,
del telón de mi noche que destruyo.
Al llegar la alborada y que no influyo,
por despertar con voz de luna infiel.
Por qué te quiero tanto luna nueva,
será quizás, que me pides a cambio,
que mi recuerdo no mude y, se mueva.
Persistir en mis besos labio a labio.
Aunque entre tu y yo, puede que llueva,
siendo tu la luz de todo mi agobio.
Persisto en mis besos, labio contra labio, boca contra boca, aunque sepamos que entre tú y yo, es posible que llueva a raudales y jamás
nos podamos ver. Siendo tu y sólo tú mi luz. La que ilumina sin dudar
todos los minutos de mis días.
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