viernes, 27 de abril de 2018

Sosa ilusión




A Manuel, lo conocía desde el comienzo de su vida laboral. Por tropezarse a menudo con él, en los pasillos de las oficinas de aquella industria tan grande del litoral de la gran Marsella.
A pesar de vivir ambos en la misma localidad y sin demasiada distancia entre domicilios, jamás se habían cruzado y menos entablado conversación, en ninguno de tantos y tantos lugares comunes, como habrían compartido.
Los dos empleados de la misma firma, gestaban su cometido, cada uno dentro de su respectivo departamento, con sus trabajos diferentes, horarios similares y en referencia con su propio oficio, o especialidad.
Además de juntarse en muchos de los trayectos que efectuaban, en el tren de cercanías. El típico — Tren de Béziers – Nimes - Marsella— que les llevaba y traía los fines de semana y festivos a ambos, desde su centro de trabajo a su casa de veraneo y viceversa.
Como es natural y humano, un buen día, al cabo de tanto frecuentar los mismos lugares, transportes y situaciones y ademas compartir dentro de las instalaciones de la empresa tantas coincidencias, Manolo se acercó a Timoteo, en una de las pausas de trabajo y se presentó, sin problema alguno.
Hola, perdona mi osadía; tu veraneas en ¿Séte? O me lo parece a mi, ¿verdad? — le preguntaba mirándole a los ojos, mientras le dispensaba su mano derecha inhiesta, para estrecharla.
¡Sí! Claro, y además yo a usted, le veo frecuentemente en el trayecto del ferrocarril desde Nimes hasta Marsella, coincidiendo con mi horario de viajes. ¡Pues nada un gusto! —se levantó de su asiento para estrecharle la mano como se merecía Manolo — Mi nombre es Timoteo— se presentó aquel joven, sin la más mínima intriga, para seguir departiendo.
No hace demasiado tiempo, que pertenezco a esta firma. He entrado a trabajar aquí, en esta empresa alemana, casi por casualidad__afirmaba franco dando detalles, plausibles, sin la mínima importancia__Vengo de La Exkimby, empresa de la zona portuaria, en la que trabajé siete años y medio__ siguió aduciendo Timoteo, mientras repasaba la figura de aquel muchacho, que le escuchaba atento.
Tengo casa en Béziers, aunque es verdad, que veraneo en Séte y pues de verdad, no te había visto nunca por ningún sitio, excepto por las instalaciones de esta firma y en el transporte que he mencionado.
Una mañana— siguió argumentando Timoteo— leí un anuncio del empleo publicado en la Feulle Soir de Lundi. Me interesó y me presenté al ensayo de elección. Después de muchas pruebas y exámenes, me hice con la plaza para el Data Center y aquí me tienes— expuso en breve perífrasis, para dejar que Manolo pudiera dar su palabra.
¿Podemos tutearnos?— indagó Manolo, viendo la afirmación no verbal que le daba Timoteo y siguió exponiendo— ¿Estabas tan a disgusto en la Exkimby?, para optar por la plaza ofrecida en esta firma— preguntó Manolo, ya tuteando al recién conocido y con ganas de enterarse de todo cocimiento.
¡No nada de eso!, mejor sueldo, menos distancia y mejores oportunidades en mi porvenir— aclaró Timoteo, haciendo un gesto con su cara bastante aclaratorio.
Yo llevo bastante tiempo en la factoría__manifestó Manolo sin detenerse a escuchar__, desde los aprendices, ya sabes la escuela preparatoria.
Al final me propusieron para las oficinas y me quedé— informó Manolo, con aspereza—. Sin embargo, yo sabía que tú, no trabajabas aquí, hasta ahora. No te había visto jamás, sin embargo te tengo visto del barrio del puerto Marsellés, donde vivimos__ finalizó Manolo su perorata, dejando que Timoteo, pudiera poner algo de conferencia.
¡Pues eso! Mucho gusto, nos iremos viendo.— por cierto a que puesto de trabajo se refería el anuncio al que te presentaste— preguntó con cierta curiosidad—. No tenía ni idea, que están pidiendo gente nueva para trabajar en el bunker.
¿En el bunker? … ¿A qué Bunker te refieres?— preguntó Timoteo.
Aquí llamamos así al departamento del Data Center, no me hagas caso.

Timoteo, sonrió tímidamente y comprendió que las nuevas tecnologías, no hacía demasiado tiempo habían llegado a la empresa, aun y siendo una de las punteras en este sector en Europa, y que al tal Manolo, le faltaba un hervor y era bastante celoso.
Me presenté a la plaza vacante, de Analista informático, para el Departamento de Cálculos y tras pasar por los exámenes, me llamaron—, Por cierto, ¡Vaya si se lo tomaron con tranquilidad!—constató Timoteo para seguir con su argumento — dos meses y medio, desde que acabé las pruebas.
La verdad, ya ni me lo esperaba. Aunque a veces el destino, te da estos trotes. Cuando ya no esperas que se cumplan las cosas inmediatas. Un buen día sin comerlo ni beberlo, ¡pues van y te convocan! Casi has de pensar para saber de donde te llaman—riendo refería la circunstancia Timoteo, a Manolo.


El reloj despertador, sacó a Timoteo de aquel sueño, de unos recuerdos que habían estado precisamente dormidos por más de cuarenta y cinco años.
Parecía que la ensoñación de la noche pasada, no había finalizado del todo, quizás esos espejismos prosigan en el futuro— pensó Timoteo—. De hecho al despertar, hacía años que no sabía del tal Manolo.
Dejó de tener contacto con él, hace ya más de diez años. Enfermó y se le mudó un carácter bastante rudo. Discutiendo con cualquiera por nimiedades, y eso hizo que poco a poco, fuera quedando marginado por la gente que de una forma u otra no quería verse implícita en discusiones bizantinas.

Seguramente cualquier noche, Timoteo vuelve a recordar las mil aventuras, historias inauditas y espeluznantes que pasó al lado de aquel hombre desquiciado.












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