A
Manuel, lo conocía desde el comienzo de su vida laboral. Por
tropezarse a menudo con él, en los pasillos de las oficinas de
aquella industria tan grande del litoral de la gran Marsella.
A
pesar de vivir ambos en la misma localidad y sin demasiada distancia
entre domicilios, jamás se habían cruzado y menos entablado
conversación, en ninguno de tantos y tantos lugares comunes, como
habrían compartido.
Los
dos empleados de la misma firma, gestaban su cometido, cada uno
dentro de su respectivo departamento, con sus trabajos diferentes,
horarios similares y en referencia con su propio oficio, o
especialidad.
Además
de juntarse en muchos de los trayectos que efectuaban, en el tren de
cercanías. El típico — Tren de Béziers – Nimes - Marsella—
que les llevaba y traía los fines de semana y festivos a ambos,
desde su centro de trabajo a su casa de veraneo y viceversa.
Como
es natural y humano, un buen día, al cabo de tanto frecuentar los
mismos lugares, transportes y situaciones y ademas compartir dentro
de las instalaciones de la empresa tantas coincidencias, Manolo se
acercó a Timoteo, en una de las pausas de trabajo y se presentó,
sin problema alguno.
— Hola,
perdona mi osadía; tu veraneas
en ¿Séte? O me lo parece a mi, ¿verdad? — le preguntaba
mirándole a los ojos, mientras le dispensaba su mano derecha
inhiesta, para estrecharla.
— ¡Sí!
Claro, y además yo a usted, le veo frecuentemente en el trayecto del
ferrocarril desde Nimes hasta Marsella, coincidiendo con mi horario
de viajes. ¡Pues nada un gusto! —se levantó de su asiento para
estrecharle la mano como se merecía Manolo — Mi nombre es Timoteo—
se presentó aquel joven, sin la más mínima intriga, para seguir
departiendo.
—No
hace demasiado tiempo, que pertenezco a esta firma. He entrado a
trabajar aquí, en esta empresa alemana, casi
por casualidad__afirmaba
franco dando detalles, plausibles, sin la mínima importancia__Vengo
de La Exkimby, empresa de la zona portuaria, en la que trabajé siete
años y medio__ siguió aduciendo Timoteo, mientras repasaba la
figura de aquel muchacho, que le escuchaba atento.
Tengo
casa en Béziers, aunque es verdad, que veraneo en Séte y pues de
verdad, no te había visto nunca por ningún sitio, excepto por las
instalaciones de esta firma y en el transporte que he mencionado.
—Una
mañana— siguió argumentando Timoteo— leí un anuncio del empleo
publicado en la Feulle Soir de Lundi. Me interesó y me presenté al
ensayo de elección. Después de muchas pruebas y exámenes, me hice
con la plaza para el Data Center y aquí me tienes— expuso en breve
perífrasis, para dejar que Manolo pudiera dar su palabra.
— ¿Podemos
tutearnos?— indagó Manolo, viendo la afirmación no verbal que le
daba Timoteo y siguió exponiendo— ¿Estabas tan a
disgusto
en la Exkimby?, para optar por la plaza ofrecida en esta firma—
preguntó Manolo, ya tuteando al recién conocido y con ganas de
enterarse de todo cocimiento.
— ¡No
nada de eso!, mejor sueldo, menos distancia y mejores oportunidades
en mi porvenir— aclaró Timoteo, haciendo un gesto con su cara
bastante aclaratorio.
— Yo
llevo bastante tiempo en la factoría__manifestó Manolo sin
detenerse a escuchar__, desde los aprendices, ya sabes la escuela
preparatoria.
Al final me propusieron para las oficinas y me quedé—
informó Manolo, con aspereza—.
Sin embargo, yo sabía que tú,
no
trabajabas aquí, hasta ahora. No te había visto jamás, sin embargo
te tengo visto del barrio del
puerto Marsellés,
donde vivimos__ finalizó Manolo su perorata, dejando que Timoteo,
pudiera poner algo de conferencia.
— ¡Pues
eso! Mucho gusto, nos iremos viendo.— por cierto a que puesto de
trabajo se refería el anuncio al que te presentaste—
preguntó con cierta curiosidad—.
No tenía ni idea, que están pidiendo gente nueva para trabajar en
el bunker.
—¿En
el bunker? … ¿A qué Bunker te refieres?— preguntó Timoteo.
—Aquí
llamamos así al departamento del Data Center, no me hagas caso.
Timoteo,
sonrió tímidamente y comprendió que las nuevas tecnologías, no
hacía demasiado tiempo habían llegado a la empresa, aun y siendo
una de las punteras en este sector en Europa, y que al tal Manolo, le
faltaba un hervor y era bastante celoso.
— Me
presenté a la plaza vacante, de Analista informático, para el
Departamento de Cálculos y tras pasar por los exámenes, me
llamaron—, Por cierto, ¡Vaya si se lo tomaron con
tranquilidad!—constató Timoteo para seguir con su argumento —
dos meses y medio, desde que acabé las pruebas.
La
verdad, ya ni me lo esperaba. Aunque a veces el destino, te da estos
trotes. Cuando ya no esperas que se cumplan las cosas inmediatas. Un
buen día sin comerlo ni beberlo, ¡pues van y te convocan! Casi has
de pensar para saber de donde te llaman—riendo refería la
circunstancia Timoteo, a Manolo.
El
reloj despertador, sacó a
Timoteo
de aquel sueño, de unos recuerdos que habían estado precisamente
dormidos por más de cuarenta y cinco años.
Parecía
que la ensoñación de la noche pasada, no había finalizado del
todo, quizás esos espejismos prosigan en el futuro— pensó
Timoteo—. De hecho al despertar, hacía años que no sabía del tal
Manolo.
Dejó
de tener contacto con él, hace ya más de diez años. Enfermó y se
le mudó un carácter bastante rudo. Discutiendo con cualquiera por
nimiedades, y eso hizo que poco a poco, fuera quedando marginado por
la gente que de una forma u otra no quería verse implícita en
discusiones bizantinas.
Seguramente
cualquier noche, Timoteo vuelve a recordar las mil aventuras,
historias inauditas y espeluznantes que pasó al lado de aquel hombre
desquiciado.
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