martes, 26 de diciembre de 2017

También hay tristeza en Navidad

                   
Aquel hombre se marchó. Abandonó a su familia. Desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. Solo y sin decir nada, sin despedirse de su mujer ni de sus hijos y el tiempo borró su imagen. Los meses y años consiguieron un destierro final, consiguiendo olvidar todo su vestigio, el recuerdo de su estampa.
Sus hazañas si las tuvo, nadie quiso hallarlas y para todos quedó derogado como la indiferencia disipa las agrias acciones. Nadie le nombraba, muriendo en la reflexión y en la cotidianidad de las gentes de aquel lugar.
La distancia y los años transcurridos hicieron que la memoria se debilitara definitivamente, quedando aquella tragedia de niños pequeños abandonados en el baúl de las incidencias.

Los hijos crecieron con el cariño de la madre, y siguieron establecidos en la villa, como buenos individuos. El mayor se hizo dependiente de la ferretería y la menor, cuidaba los chiquillos de la única guardería que existía en la zona. La madre serena, siempre acompañada de los suyos; siguió viviendo de su trabajo, como hacen las mujeres comprometidas y capacitadas.


                      


Fue aquella Navidad, la del año 1980, una vez todo estaba dispuesto para celebrar esos días de encanto, que normalmente acaudillan esas fechas, cuando llegó el misterio.
Las luces de las calles dispuestas y luciendo, los comercios repletos de gentes que compraban los regalos que aún faltaban, para regalar a todas aquellas personas queridas, que todo el mundo reserva.
Cuando en aquel pueblo, se escucharon las primeras voces, sobre la llegada de un conjunto de artistas flotantes, que amenizarían con sus saltimbanquis, contorsionistas y domadores de fieras, a toda la comunidad.
Un circo extraordinario, famoso en el mundo entero, venido de la ciudad más prestigiosa de la comunidad portuguesa.
En ella y en el ámbito de la agrupación, viajaban grandes figuras de la farándula, de la canción coplera, humoristas con números muy chistosos.
Un bufón muy triste y a la vez muy hilarante, con alto poder de convicción y maestría, que tanta había sido su fama artística que, todos querían disfrutarle en su magnifica actuación.
Un charlatán amaestrado por un mono muy peludo, que dejaba entredicho, quien era más cauto, si el simio o el que lo amansaba y un domador de tigres y leones, que invitaba a su pareja a entrar dentro de la jaula desnuda completamente, para dejar a las fieras agresivas sin carácter, desvanecidas ante la belleza de la dama que accedía dentro del enrejado.
Todos los del lugar tenían sus entradas para poder disfrutar de semejante representación. Abarrotado estaba el circo, en la tarde de aquella Noche Buena.
Los elefantes, las cebras y gacelas recorrieron por la pista central haciendo cabriolas para cuantos les veían. Los trapecistas volaron por los aires dejando un halo de valentía y destreza jamás pensado y aquellos leones no tuvieron que desnudar a las damas adiestradoras en su devenir, puesto que ellas ya accedían sin un solo trapo dentro del vallado para las fieras.
Se hizo un mutismo antes del preludio musical, para recibir al gran Lucio, el bardo que iba a hacer disfrutar a tantos y tantos espectadores que se encontraban en las gradas del circo. Se acercó al micrófono y comenzó presentándose con su nombre artístico, para acaudalar si cabe más la atención y sin más preámbulo dejó atónitos a los oidores.
__ Quiero contaros hoy una historia real, un suceso que me pasó hace ya unos cuantos años. Una de tantas hazañas nefastas de las cuales me han seguido a lo largo de mi escarpada vida. De la cual jamás me he podido recuperar, ni he podido atinar por la repercusión de mi conciencia.
Abandoné a Luisito y a Charo, en una fecha como ésta, Noche Buena, poco antes de bajarles del árbol de Navidad, aquellos regalos que les habíamos preparado con sumo cariño; Ataira, mi mujer y yo.
Sin mediar palabra, sin decirles el por qué; me marché y no tuve la valentía de decirles ¡Adiós!__ hizo una pausa, en el relato, porque parecía que el rodar del mundo se había detenido y continuó desgranando aquella perorata.
__ He esperado hasta hoy, desde aquí para intentar explicarles el motivo de mi sedición y cobardía y veo que tampoco tengo valor, ni excusas para poder alegarlas en favor de mi persona. Solo les diré que sigo pagando la condena de su ausencia, de sus caricias y de sus personas. Imaginando que a ellos no les importa nada, tras las dificultades que habrán pasado en tantos lustros de abandono y desinterés y porque no podía ser de otra forma__ sereno, comedido y atrevido miró alrededor de las gradas para acabar su actuación diciendo:
__ Hace unos años, un día como hoy, en el día de Nochebuena, abandoné en este pueblo a Mairata, Luisito y Charito ¡Que Dios me perdone!













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