Aquel
hombre se marchó. Abandonó a su familia. Desapareció como si se lo
hubiera tragado la tierra. Solo y sin decir nada, sin despedirse de
su mujer ni de sus hijos y el tiempo borró su imagen. Los meses y
años consiguieron un destierro final, consiguiendo olvidar todo su
vestigio, el recuerdo de su estampa.
Sus
hazañas si las tuvo, nadie quiso hallarlas y para todos quedó
derogado
como la indiferencia disipa
las agrias acciones. Nadie le nombraba, muriendo
en la
reflexión
y en la cotidianidad de las gentes de
aquel lugar.
La
distancia y los años
transcurridos
hicieron que la memoria se debilitara definitivamente,
quedando
aquella tragedia de niños pequeños abandonados en el baúl de las
incidencias.
Los
hijos crecieron con el cariño de la madre, y siguieron establecidos
en la villa, como buenos individuos. El mayor se hizo dependiente de
la ferretería y la menor, cuidaba los chiquillos de la única
guardería que existía en la zona. La madre serena, siempre
acompañada de los suyos; siguió viviendo de su trabajo, como hacen
las mujeres comprometidas y capacitadas.
Fue
aquella
Navidad, la
del año 1980, una vez todo estaba dispuesto para celebrar esos días
de encanto, que normalmente acaudillan esas fechas, cuando
llegó el misterio.
Las
luces de las calles dispuestas y luciendo, los comercios repletos de
gentes que compraban los regalos que aún faltaban, para regalar a
todas
aquellas
personas queridas, que
todo el mundo reserva.
Cuando
en aquel pueblo, se escucharon las primeras voces, sobre la llegada
de un conjunto de artistas flotantes, que amenizarían con sus
saltimbanquis, contorsionistas y domadores de fieras, a toda la
comunidad.
Un
circo extraordinario, famoso en el mundo entero, venido de la ciudad
más prestigiosa de la comunidad portuguesa.
En
ella y en el ámbito de la agrupación, viajaban grandes figuras de
la farándula, de la canción coplera, humoristas con números muy
chistosos.
Un
bufón muy triste y a la vez muy hilarante, con alto poder de
convicción y maestría, que tanta había sido su fama artística
que, todos querían disfrutarle en su magnifica actuación.
Un
charlatán amaestrado por un mono muy peludo, que dejaba entredicho,
quien era más cauto, si el simio o el que lo amansaba y un domador
de tigres y leones, que invitaba a su pareja a entrar dentro de la
jaula desnuda completamente, para dejar a las fieras agresivas sin
carácter, desvanecidas
ante la belleza de la dama que accedía dentro del enrejado.
Todos
los del lugar tenían sus entradas para poder disfrutar de semejante
representación.
Abarrotado estaba el circo, en
la tarde de aquella Noche Buena.
Los
elefantes, las cebras y gacelas recorrieron por la pista central
haciendo cabriolas
para cuantos les veían. Los trapecistas volaron por los aires
dejando un halo de valentía y destreza jamás pensado y aquellos
leones no tuvieron que desnudar a las damas adiestradoras en su
devenir, puesto que ellas ya accedían sin un solo trapo dentro del
vallado
para las fieras.
Se
hizo un mutismo antes del preludio musical, para recibir al gran
Lucio, el bardo que iba a hacer
disfrutar a tantos y tantos espectadores que se encontraban en las
gradas del circo. Se acercó al micrófono y comenzó presentándose
con su nombre artístico, para acaudalar si cabe más la atención y
sin más preámbulo dejó atónitos a los oidores.
__
Quiero contaros hoy una historia real, un suceso que me pasó hace ya
unos cuantos años. Una
de tantas hazañas nefastas de las cuales me han seguido a lo largo
de mi escarpada vida. De la cual jamás me he podido recuperar, ni he
podido atinar por
la repercusión
de mi conciencia.
Abandoné
a Luisito y a Charo, en una fecha como ésta, Noche
Buena, poco
antes de bajarles del árbol de Navidad, aquellos regalos que les
habíamos preparado con sumo cariño; Ataira, mi mujer y yo.
Sin
mediar palabra, sin decirles el por qué; me marché y no tuve la
valentía de decirles ¡Adiós!__ hizo
una pausa, en el relato, porque parecía que el rodar del mundo se
había detenido y continuó desgranando aquella perorata.
__
He esperado hasta hoy, desde aquí para intentar explicarles el
motivo de mi sedición y cobardía y veo que tampoco tengo valor, ni
excusas para poder alegarlas en favor de mi persona. Solo les diré
que sigo pagando la condena de su ausencia, de sus caricias y de sus
personas. Imaginando que a ellos no les importa nada, tras las
dificultades que habrán pasado en tantos lustros de abandono y
desinterés y porque no podía ser de otra forma__ sereno, comedido y
atrevido miró alrededor de las gradas para acabar su actuación
diciendo:
__
Hace
unos años, un
día como hoy, en el día de Nochebuena,
abandoné
en este pueblo a Mairata,
Luisito y Charito ¡Que Dios me perdone!
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