Nunca imaginé bello sentimiento,
orgulloso
y extenso entre mis brazos.
descendiente
preciosa de mis lazos
que
me llora y me gime con lamento.
Dudé
de mi confiado entendimiento.
Murmuré
por mis miedos, a codazos.
Discutí
sin tenerla en mis regazos
hasta
que la abracé ¡Dios! Qué momento
Su
amanecer recuerdo, fue con gana,
haciéndose
rogar al rey dichoso,
por
capricho al nacer, con brillo grana.
¡Ay
hija de mi hija!, tan hermoso
encontrarme
con dicha y orgulloso
abrazando
y queriendo a mi niña Ana.
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