sábado, 1 de julio de 2017

Veredicto al muerto glorioso



Hubo un murmullo, notorio, de incertidumbre.
Aquellos caballeros presentes en el despacho del señor Ruwi esperaban inquietos. La prestigiosa clase noble de la población, los “mandamáses”. Hacedores y dueños del territorio comarcal.

Todos estaban prisioneros por sus vicios y locuras, de los caprichos del director del Casino y no se podían salir de madre, ni intentar poner en tela de juicio, el cumplimiento de las sagradas leyes, cuando ellos, todos; adolecían de esa condición.

El primero que tomó la palabra fue el comandante del puesto, Don Práxedes Hidalgo Recio, como representante del divino orden y jefe de la policía local, para indicar que los términos de la muerte del Broncas__. Se veían venir desde hacía meses, por su impronta y desequilibrio emocional__ acabó carraspeando sin creerse lo que había conseguido pronunciar aquel orondo y despiadado gendarme, para seguir adelante.

__ El respetable Don Saturio, se ha visto obligado a defenderse, en su propiedad, en su casa, de los desmanes e insultos del excelso difunto, al cual daremos cristiana sepultura, si el señor cura a bien lo tiene.
Por parte de la justicia, se abrirán aquellos recursos y expedientes que sean necesarios y exculpatorios del causante, de la muerte súbita, por haber comprobado, que dio muerte a su amigo en defensa de su propia vida.
El guardia, aprovechando que su voz se había entonado algo y con la confianza, que le daban aquellos meneos mezquinos de las cabezas, de todos los adláteres que le rodeaban, se atrevió a mentir argumentando detalles falsos, que beneficiaban indirectamente al boticario.

__ El señor Lacalle, últimamente, había sido llamado al orden, por su mal traer y proceder con su señora esposa. A la cual sometía y sodomizaba, según denuncia verbal, de ella misma. Añadiéndole a sus delitos otras faltas por su no, cumplimiento riguroso de la urbanidad, que se necesita para poder deambular por nuestras calles y plazas. Omitiendo, que el señor Lacalle, le había puesto una querella a su esposa Doña Dolores Zurita de Valdemón, por la causa de adulterio, precisamente con el propio boticario, director del casino y causante ahora, de la muerte del propio esposo de la denunciada.
Añadiendo a la omisión y poca memoria del guardia sinvergüenza, el secreto mantenido entre Segismundo y Don Práxedes, el comisario.
No declarar tampoco, que tan solo hacía tres días el difunto del Broncas, le había prestado al señor guardia Don Práxedes Hidalgo, tres mil duros en billetes y monedas del Banco de España, a título de préstamo personal, para acotar algunos tropiezos y deudas contraídas con los naipes y el mujerío en el casino y en el prostíbulo.

Asunto que pasó por alto. No siendo de buen ver caso de airearlo, si estos chismorreos llegaran a oídos de los intachables señores del pueblo. El comprobar que el jefe de los gendarmes, podía ser censurado por vicios execrables, como lo son: el de jugador y beodo compulsivo.
Albricias para el sargento, que de facto quedaba exonerado en la deuda, por imposibilidad de devolución del capital prestado y, que habiendo sido un empréstito personal entre caballeros y sin testigos, nadie sabría jamás de ese hecho. << Disfrutó para consigo, el gendarme con mucha enjundia y alegría contenida >>__ para seguir argumentando a los allí presentes.

__ Por parte de la ley y la instrucción, se acaban las pesquisas del desenlace de la muerte súbita del que fuera en otro tiempo valiente y arrojado, valeroso emprendedor en las tierras americanas. Haciéndole los honores que le corresponden y significando que murió de la practica legal de Duelo entre caballeros.
Nadie respondió, todos miraban al suelo avergonzados, menos Don Saturio que les observaba y cercenaba con aquellos ojos de gavilán, que los amenazaba de forma ostensible. Dirigiéndose al Juez, por si debía emprender inicios legales sobre el caso

__ Igual usted Don Rigoberto, quiere tomar la palabra y añadir a la entraña de la cuestión, su veredicto, no es ¿verdad?__ finalizó con un énfasis interrogatorio dirigido al magistrado, que supo amilanar y proseguir como hombre de leyes y jurisprudente del reino.
__ La ley es clara al respecto__ dijo el magistrado, tímidamente__, en cuestiones de afrentas por “duelo” entre caballeros. Por lo que se establece como ley, ya en desuso, del desafío consensuado entre Don Saturio y Segismundo, dos caballeros no perseguidos por la ley y, que uno de ellos, ha utilizado armas mortales sin ser un procedimiento normal, como el abordaje claro sucedido.

Ya que el oponente, vulnerable, tuvo que acceder a las armas que tuvo a mano para su defensa. De acuerdo con las reglas explícitas en evitar su muerte y, honrando al honor de cada cual.
No siendo exactamente, una practica permitida, ya que un caballero de las partes ha sido agredido desde su posición de no beligerancia, mientras desarrollaba su trabajo en su despacho.
Así declaro aquí ante ustedes y doy fe, que en caso de haber existido juicio__ si tuviera vida el Broncas__, hubiera sido acusado el susodicho con la pena de asesinato en primer y segundo grado.
Por lo que se puede proceder a los actos religiosos y darle cristiana sepultura, desde este mismo instante__ finalizó su dictamen el juez
Al momento, don Martín el cura de la parroquia, preparó los primeros auxilios eclesiásticos y con unos rezos anodinos, dieron paso a que actuara de pro el enterrador Melquiades Larrazábal, que no se quitaba de su cara la sonrisa, por la falsedad a la que había asistido.

El sepulturero con el muerto, eran casi de familia. Conociendo de su amigo Lacalle, todos los entresijos y vericuetos que tenía pendientes, así como aquellos presentes y ausentes, que le debían dinero o favores.
Retiraron del despacho al occiso, los empleados de Melquiades, se lo llevaron a las instalaciones de la morgue, para situarle amortajado dentro del féretro color madera, barnizado con ocres puros, para siempre jamás.
Se quedó solo Saturio en aquel despacho, algo difuso rodeado por los vademécum y tanto volumen de practicas medicinales, que habitualmente manoseaba para el desarrollo de su labor profesional. Después de haber agradecido a las autoridades de la villa, su amparo y su comprensión y por la no acción judicial, que normalmente todos estos casos raros, llevan de por si larguísimos años de beligerantes confrontaciones con familias y acreedores, amigos y demás.
Llamó tañendo la campana de alerta, que tenía sobre la mesa, a un ayudante, para darle un aviso de indicación urgente, cuando entró frente a él, la viuda del “Broncas”, apartando al ayudante del boticario con cajas destempladas, que se quedó al margen a verlas venir.

Dolores, una antillana de pronóstico. Serena, altiva, y llameante, con dos botones abiertos de la blusa para dejar penetrar la vista de terceros sobre sus encajes pectorales y mostrar que clase de tetas poseía la peluquera.
__ A ti no te he llamado__, Elevando la voz le dijo el licenciado a Dolores__, sal de este recinto y espera tu turno. No creas que vas a ponerte al mando de la hacienda. ¡Andas equivocada! ¡Creo yo!
Sabes que todo es de mi propiedad. ¡Inclusive tú!

He ganado legalmente en una partida de cartas, al zascandil de tu marido. En la cual ibas incluida, como botín, junto con las demás pertenencias de su propiedad.
Ella, se exasperó y quiso disimulando agradar con un meneo sensual. Rechazado de cuajo por el farmacéutico, que pudo escuchar de la boca de aquella mujer
__ Hoy vas de sereno y de formal, no quieres que te meta...
Sin dejarla que pronunciara aquellas palabras que a punto estuvo de recitar, la mandó salir ayudada de aquel auxiliar que esperando instrucciones pudo presenciar toda la conversación.

__ Sácala y déjala fuera, vuelve a entrar y cierra la puerta tras de ti__ Confirmó el boticario.








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