martes, 4 de julio de 2017

Disfruta mientras la acicalas



Sin perder tiempo, el muchacho cerraba la puerta tras sus espaldas para atender lo que necesitaba de forma imperiosa aquel su, protector.

__ Usted dirá Don Saturio, a sus órdenes, estoy siempre.
Sonriendo disimuladamente, tocó el hombro de aquel zagal, tan esclavo, y mostrándole un gracejo, pensó en que era tan sumamente bienmandado, como sus padres__ Gracias chavalin y pon toda tu atención. ¡Sabes que no me gusta enmendar errores!

__ Ve a buscar al director de la sucursal del
Banco Central, Don Clemencio Gazolaz Pitarque y le dices, que hable con el notario Don Anselmo Chirriparren Gaitazola. ¡No les adelantes nada! ¡entendido! __ Espetó con crudeza el boticario, al becado Calixto Moragrega, su pupilo, anexando en el mensaje.

__ Les espero con supra ultra urgencia, que ambos queden de acuerdo y que se vengan con sus secretarios o ayudantes, que han de comenzar a transferir y renombrar escrituras, posesiones y todos los capitales, tanto dinerarios como patrimoniales, que una vez fueron de Don Segismundo, ahora trasladarlos a mi poder.
Aquel empleado salió como un resorte a gestionar aquella petición del doctor Ruwi, haciéndole genuflexiones mientras salía del despacho privado donde no ha, demasiado tiempo permaneció inerte el cuerpo sin vida del adelantado y popular vecino, el “broncas”

En ese ínterin, parecía compungido Saturio, pensando en todo lo que podía haber deparado su futuro con aquella historia. De no tener aquel poder de cohecho y, aquellos argumentos guardados en la manga, para someter a toda la oficialidad del pueblo, le hubiese sido difícil, evitar la cárcel.

Sobreseídos quedaron aquellos actos de total brutalidad, negligencia, y asesinato, desdibujados y sin cargos para el homicida. Quedando inmune el criminal.
Desviando los sucesos reales y omitiendo pruebas, por las autoridades y magistrados del pueblo, ya que de haber abierto expediente sobre el caso del Broncas. Se hubieran destapado todas las inmundicias del departamento policial, con el comandante de puesto a la cabeza. Incluyendo en el lote al magistrado de turno y todo el equipo de la Judicatura, que había intervenido en la prevaricación.
Desviando de nuevo otro caso de corrupción, cohecho y malversación de fondos de los tantos que habían en aquella región.

Al acecho estaba para acceder al despacho en cuanto pudiera, Dolores Zurita, la viuda reciente, de Segismundo Lacalle.
Aquella indiana tan guapa que se había traído de las Antillas el difunto Segis, arrimada a todo el séquito de empleados domésticos.
Sin pedir permiso de acceso, sin llamar , entró vehemente al despacho, con su fuerza vital y sin bromas. Dándole una sacudida por el susto, al ínclito farmacéutico retrayéndolo de sus consideraciones.

Llegando a la altura de la mesa del retorcido director y, significando que si no la escuchaba, la iban a tener que callar por la fuerza en la comisaría, después de explicar toda la verdad de lo sucedido.

__ Has mentido como un bellaco__ le amenazó Dolores__ y esos viejos bascosos, te deben tantos favores que, si no hacen lo que tu dispongas, también te los cargas. A ellos y a sus familias. Lo mismo que hiciste con “Segis“ y conmigo y seguirás haciendo con todo el que se ponga frente a ti, para llevarte la contra de tus intereses.

__ Por qué no les has dicho la verdad. ¡Que lo matamos entre los dos! Eres además de asesino, muy cruel y un tipo oscuro y cobarde.
__ ¿Tú eres? ¡El que me ha de doblegar, quiera yo o no quiera! ¿Según te convenga?__. Fuera de sí, aquella mujer gritaba, sin consuelo.
__ ¿Tu eres? El que ha de adueñarse de todo lo que era de mi marido y ahora debería ser mio. ¿Quien te crees que eres?, ¡Al haber montado una patraña tras otra! Con una partida de cartas, que hasta dudo existiera __ Lloró desconsolada, mordiéndose los puños.

__ ¡Tu has sido el que me ha implicado con tus artimañas, como cómplice en el hecho de cometer asesinato! ¡El de mi propio marido!
__ Te has servido de mí__ siguió gimiendo Dolores__ para quitártelo de encima y me has usado, fornicado y drogado en tu empeño__ Amargamente continuó sin bajar la voz, intentando que se enterara toda la casa.
__ ¿¡Que voy a hacer ahora Dios mío!? __ Se desplomó Dolores, con un llanto odioso y atronador, sobre el gran sofá.
__ Mi pobre “Segis”, mi buen Segismundo. Mi pobre marido, que nos quitó el hambre de la boca a mi y a toda mi plebe. El que me hizo una reina mientras estuvimos en las Américas. El valeroso capitán del tercio, que tantas loas dio a los ejércitos españoles.

Muerto a manos de un mierdoso boticario sin escrúpulos y una bruja como yo, que no tiene misericordia.
El licenciado abandonó el espacio donde estaba. Tras de su mesa y se acercó con su maestría y añagazas de seductor. Yendo a por ella, a socorrerla y tomándola de las caderas y la aupó del suelo, que ya caída del cheslong, tocaba la alfombra.
La besó tras del cuello y palpó entre las piernas, con dureza, por encima y debajo de sus ropajes, intentándola poner a caldo y que sustituyera los genios por deseos incontrolables de pasión.

La calmó y la sobó para aliviarla, sosegarla, a la par que le acariciaba los pechos desde dentro de su blusa. Intentando sintiera mejor el contacto de sus dedos de cirujano largos y delgados, sobre aquellos pezones redondos y amugronados de la antillana insatisfecha.
Ella se dejó llevar por el deseo y la excitación hasta conseguir un orgasmo allí mismo, fruto de la palpación de sus genitales.
Al descuido con cuidado y, a la vez que se retorcía y disfrutaba de su propia eyaculación. Cuando más efervescente estaba, el terapeuta amoroso, le hizo sorber un trago de un vaso minúsculo que tenía preparado para casos de desequilibrios mentales urgentes.
Pócima preparada mientras ella alardeaba sin control y que Saturio había disuelto para mitigar los brotes de aquella becerra descarriada.
__ ¿Que vas a hacer conmigo, dime?__ preguntó Dolores mientras le hacía efecto aquella soda.

No tuvo ni que apresurarse a contestar, aquel bebedizo había hecho su efecto y dejó a la mujer, más suave que una pluma y mas adormecida que a su propia persona. Como cuando se metía una raya por la nariz, antes de comenzar las representaciones sexuales nocturnas.

Tan solo había transcurrido tres cuartos de hora y Dolores, dormía en el sofá, saboreando la espesa sacarosa del bebistrajo que le habían suministrado.
El pipiolo Calixto, ya se arreglaba su indumentaria, después de tanta correntina y prisa como había llevado en el encargo del practicante.
Se frenó súbitamente antes de pedir permiso para penetrar en su despacho y cuando tuvo acompasado el resuello respiratorio y pudo predicar con sumo cuidado el mensaje, solicitó la venia de entrada.

__ ¿Da usted su permiso Licenciado? __ preguntó desconfiado Calixto.
__ Pasa chavalin, que me ayudarás con esta señora que se ha desmayado en mi presencia.

Abrió la puerta y se encontró a Dolores, sin su ropa, tendida en la alfombra, desnuda paladeando y agradeciendo por el degustar de sus labios, el potingue que le había suministrado aquel medicastro.

El practicante ya, se acicalaba, después del ensayo y le dio el permiso a Calixto, para que se acercara a la dama y la mirara con ambición, la tocara mientras la vestía y la fuera preparando para adecentarla y poder trasladarla a la sala de espera o, que la retirara el servicio doméstico a sus habitaciones.









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