Sin
perder tiempo, el muchacho cerraba la puerta tras sus espaldas para
atender lo que necesitaba de forma imperiosa aquel su, protector.
__
Usted dirá Don Saturio, a sus órdenes, estoy siempre.
Sonriendo
disimuladamente, tocó el hombro de aquel zagal, tan esclavo, y
mostrándole un gracejo, pensó en que era tan sumamente bienmandado,
como sus padres__ Gracias chavalin y pon toda tu atención. ¡Sabes
que no me gusta enmendar errores!
__
Ve a buscar al director de la sucursal del
__
Les espero con supra ultra urgencia, que ambos queden de acuerdo y
que se vengan con sus secretarios o ayudantes, que han de comenzar a
transferir y renombrar escrituras, posesiones y todos los capitales,
tanto dinerarios como patrimoniales, que una vez fueron de Don
Segismundo, ahora trasladarlos a mi poder.
Aquel
empleado salió como un resorte a gestionar aquella petición del
doctor Ruwi, haciéndole genuflexiones mientras salía del despacho
privado donde no ha, demasiado tiempo permaneció inerte el cuerpo
sin vida del adelantado y popular vecino, el “broncas”
En
ese ínterin, parecía compungido Saturio, pensando en todo lo que
podía haber deparado su futuro con aquella historia. De no tener
aquel poder de cohecho y, aquellos argumentos guardados en la manga,
para someter a toda la oficialidad del pueblo, le hubiese sido
difícil, evitar la cárcel.
Sobreseídos
quedaron aquellos actos de total brutalidad, negligencia, y
asesinato, desdibujados y sin cargos para el homicida. Quedando
inmune el criminal.
Desviando
los sucesos reales y omitiendo pruebas, por las autoridades y
magistrados del pueblo, ya que de haber abierto expediente sobre el
caso del Broncas. Se hubieran destapado todas las inmundicias del
departamento policial, con el comandante de puesto a la cabeza.
Incluyendo en el lote al magistrado de turno y todo el equipo de la
Judicatura, que había intervenido en la prevaricación.
Desviando
de nuevo otro caso de corrupción, cohecho y malversación de fondos
de los tantos que habían en aquella región.
Al
acecho estaba para acceder al despacho en cuanto pudiera, Dolores
Zurita, la viuda reciente, de Segismundo Lacalle.
Aquella
indiana tan guapa que se había traído de las Antillas el difunto
Segis, arrimada a todo el séquito de empleados domésticos.
Sin
pedir permiso de acceso, sin llamar , entró vehemente al despacho,
con su fuerza vital y sin bromas. Dándole una sacudida por el susto,
al ínclito farmacéutico retrayéndolo de sus consideraciones.
Llegando
a la altura de la mesa del retorcido director y, significando que si
no la escuchaba, la iban a tener que callar por la fuerza en la
comisaría, después de explicar toda la verdad de lo sucedido.
__
Has mentido como un bellaco__ le amenazó Dolores__ y esos viejos
bascosos, te deben tantos favores que, si no hacen lo que tu
dispongas, también te los cargas. A ellos y a sus familias. Lo
mismo que hiciste con “Segis“ y conmigo y seguirás haciendo con
todo el que se ponga frente a ti, para llevarte la contra de tus
intereses.
__
Por qué no les has dicho la verdad. ¡Que lo matamos entre los dos!
Eres además de asesino, muy cruel y un tipo oscuro y cobarde.
__
¿Tú eres? ¡El que me ha de doblegar, quiera yo o no quiera! ¿Según
te convenga?__. Fuera de sí, aquella mujer gritaba, sin consuelo.
__
¿Tu eres? El que ha de adueñarse de todo lo que era de mi marido y
ahora debería ser mio. ¿Quien te crees que eres?, ¡Al haber
montado una patraña tras otra! Con una partida de cartas, que hasta
dudo existiera __ Lloró desconsolada, mordiéndose los puños.
__
¡Tu has sido el que me ha implicado con tus artimañas, como
cómplice en el hecho de cometer asesinato! ¡El de mi propio marido!
__
Te has servido de mí__ siguió gimiendo Dolores__ para quitártelo
de encima y me has usado, fornicado y drogado en tu empeño__
Amargamente continuó sin bajar la voz, intentando que se enterara
toda la casa.
__
¿¡Que voy a hacer ahora Dios mío!? __ Se desplomó Dolores, con un
llanto odioso y atronador, sobre el gran sofá.
__
Mi pobre “Segis”, mi buen Segismundo. Mi pobre marido, que nos
quitó el hambre de la boca a mi y a toda mi plebe. El que me hizo
una reina mientras estuvimos en las Américas. El valeroso capitán
del tercio, que tantas loas dio a los ejércitos españoles.
Muerto
a manos de un mierdoso boticario sin escrúpulos y una bruja como yo,
que no tiene misericordia.
El
licenciado abandonó el espacio donde estaba. Tras de su mesa y se
acercó con su maestría y añagazas de seductor. Yendo a por ella, a
socorrerla y tomándola de las caderas y la aupó del suelo, que ya
caída del cheslong, tocaba la alfombra.
La
besó tras del cuello y palpó entre las piernas, con dureza, por
encima y debajo de sus ropajes, intentándola poner a caldo y que
sustituyera los genios por deseos incontrolables de pasión.
La
calmó y la sobó para aliviarla, sosegarla, a la par que le
acariciaba los pechos desde dentro de su blusa. Intentando sintiera
mejor el contacto de sus dedos de cirujano largos y delgados, sobre
aquellos pezones redondos y amugronados de la antillana insatisfecha.
Ella
se dejó llevar por el deseo y la excitación hasta conseguir un
orgasmo allí mismo, fruto de la palpación de sus genitales.
Al
descuido con cuidado y, a la vez que se retorcía y disfrutaba de su
propia eyaculación. Cuando más efervescente estaba, el terapeuta
amoroso, le hizo sorber un trago de un vaso minúsculo que tenía
preparado para casos de desequilibrios mentales urgentes.
Pócima
preparada mientras ella alardeaba sin control y que Saturio había
disuelto para mitigar los brotes de aquella becerra descarriada.
__
¿Que vas a hacer conmigo, dime?__ preguntó Dolores mientras le
hacía efecto aquella soda.
No
tuvo ni que apresurarse a contestar, aquel bebedizo había hecho su
efecto y dejó a la mujer, más suave que una pluma y mas adormecida
que a su propia persona. Como cuando se metía una raya por la nariz,
antes de comenzar las representaciones sexuales nocturnas.
Tan
solo había transcurrido tres cuartos de hora y Dolores, dormía en
el sofá, saboreando la espesa sacarosa del bebistrajo que le habían
suministrado.
El
pipiolo Calixto, ya se arreglaba su indumentaria, después de tanta
correntina y prisa como había llevado en el encargo del practicante.
Se
frenó súbitamente antes de pedir permiso para penetrar en su
despacho y cuando tuvo acompasado el resuello respiratorio y pudo
predicar con sumo cuidado el mensaje, solicitó la venia de entrada.
__
¿Da usted su permiso Licenciado? __ preguntó desconfiado Calixto.
__
Pasa chavalin, que me ayudarás con esta señora que se ha desmayado
en mi presencia.
Abrió
la puerta y se encontró a Dolores, sin su ropa, tendida en la
alfombra, desnuda paladeando y agradeciendo por el degustar de sus
labios, el potingue que le había suministrado aquel medicastro.
El
practicante ya, se acicalaba, después del ensayo y le dio el permiso
a Calixto, para que se acercara a la dama y la mirara con ambición,
la tocara mientras la vestía y la fuera preparando para adecentarla
y poder trasladarla a la sala de espera o, que la retirara el
servicio doméstico a sus habitaciones.
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