Cuando
entró en la perfumería, miró a su alrededor y oteó de forma
rápida e intensa los expositores adosados a las altas paredes. De
pronto tuvo un escalofrío intenso. No se notaba las piernas, se
trasladaba de forma rara, levitando sin pisar el suelo.
Era
una sensación desagradable, como si desde algún lugar de la botica
alguien le mirara con interés. Le hubiera reconocido de entre las
personas que esperaban para ser atendidos.
Las
dependientas del comercio, estaban atareadas en despachar a sus
clientes y Lorenzo, sin atender al influjo o corazonada recibida,
tomó un boleto desde esos dispensadores tan modernos, que ofrecen de
forma automática el turno, a las personas que desean ser atendidas.
Forzó
a su mente y quiso volver a tomar la concentración que llevaba,
cuando cruzó el zaguán de aquel establecimiento.
Se
acercó al mostrador y allí detrás de unos carteles anunciadores le
esperaba una mujer, en la que él no había precisado y que ella le
acompañó con la mirada desde que inició el recorrido en aquel
pasadizo.
El
tramo de distancia que había desde el umbral de la puerta, hasta
aquel aparador lateral limítrofe, no era en demasía largo y al
llegar a la altura de la señora, Lorenzo se sorprendió. No
esperando hubiera una mujer tan guapa y serena, bloqueada en una
moderna silla de ruedas de esas que llevan motor y tienen una
movilidad extraordinaria, sonriéndole gratamente.
__
Perdone, pero no le había visto, entré despistado y no me fijé,
quizás deba esperar para que me atiendan en el otro extremo.
En
aquel instante por la locución de aquella boutique, sonó una voz
delicada que dijo__: número; setenta y tres.
__
Que guarismo lleva usted en la mano__ preguntó la mujer galantemente
a Lorenzo.
Este
con la torpeza de un infantil cliente, miró su boleto y comprendió
que le tocaba ser atendido.
__
¡Sí! Efectivamente, es el mío. Será usted misma; la que atenderá
a un servidor ahora, o ¿posiblemente estoy en un error?
__
¡Estás en el hospital! Bajo los efectos de los calmantes
anestésicos y efectivamente, cometiste un error muy grave y con
muchas consecuencias anoche__anunció aquella voz.
__
Tuviste un grave accidente, del cual te costará recuperarte.
__
¿Quien eres tú? __ preguntó la curiosidad del hipotálamo de
Lorenzo, a la guapa lesionada, que como una premonición se le
aparecía a Lorenzo.
__
Soy tu dispensadora de noticias, la alcanzadora de lo que has de
sufrir a partir de ahora. La imagen de tu futuro.
__
Que me pasó__ insistió Lorenzo.
__
Preferiría te lo dijeran los doctores pero si no tienes paciencia
¡Ahí va eso! Y sin dilación le confirmó el hecho, aquella figura
sobrevenida desde la conciencia.
__
Saliste a la carretera, con un indice de alcohol en la sangre, muy
superior a lo que un hombre es capaz de aguantar y aunque creías que
dominabas la situación. Te alcanzó la desgracia de pleno.
Ocasionando
daños a los pasajeros del coche que venía de frente por la nacional
94, estando todos en la Unidad de Vigilancia Intensiva. Se salvaran.
Incriminó aquella presencia extraña.
__
Excepto tú que deberás soportar lo indecible, el resto de tu vida.
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