En
aquella cafetería tan cómoda de la vía principal de la Villa,
estaba sentado Daniel. Disfrutaba de su cortado muy caliente, recién
hecho, situado muy cerca del ventanal, desde un asiento junto a la
persiana de tela que da a la calle.
Viendo
pasar a los vecinos del pueblo. Como van y vienen sin prisas. Unos
desde el puente de piedra, hacia el cruce. Otros en sentido opuesto,
desde la esquina más comercial del pueblo hacia el casco antiguo.
Llevaba
rato Daniel en el Hostal Querol, conocido por “Marín”,
disfrutando de la mañana sin imaginar que le iba a sobrevenir
minutos después. Obra del destino casual y causal.
Una
posada, parador singular de uno
de los pueblos más bonitos. Un hostal de
los más peculiares, limpios y acogedores del pueblo.
Allí
estaba saboreando desde su taza, cuando entraron al bar, una dama muy
puesta, acompañada de un joven caballero. Quedándose maravillados
nada más entrar por la sensación de bienestar que les producía
aquella linda y amplia estancia. Con sus holgados ventanales que
dejaban colarse desde la calle la mínima prisa, la suficiente y
necesaria para el disfrute del instante.
En
un principio Daniel no se percató que habían entrado clientes
nuevos, y que la señora, se lo miraba casi descaradamente, con una
media sonrisa en el rictus de su fisonomía. Haciendo jeribeques de
exaltación enardecida al acompañante para que comprendiera que
significan cincuenta años de ausencia.
Daniel
estaba abstraído mirando el escaparate de casa Falgás que en los
amplios aparadores lucían aquellos detalles rurales, mezclados con
obsequios modernos, mostrando la gran ligazón de gustos que
acompasaban el destino de las gentes y la mescolanza de los tiempos
pasados con los actuales. Sin darse cuenta.
Cuando
giró la cabeza, halló que los recién entrados le miraban, a la vez
que sonreían como esperando ser reconocidos de inmediato.
Se
ruborizó creyendo conocer a la mujer, que súbitamente desterró por
la imposibilidad en el tiempo y en el espacio. Por imposible y porque
los milagros no existen y Daniel bien lo sabía. Retiró su mirada de
ellos pretendiendo quedar escondido tras la taza de café que
consumía sorbo a sorbo, sin que ella dejara de acecharle.
La
mujer se adelantó y dejando que el joven quedara retrasado, pidiendo
lo que iban a consumir al servicio de camareros, le preguntó sin más
zarandajas.
__
¿No me dirás que no me conoces? __ Preguntó Gladios, muy encima ya
de Daniel, aproximándose muy mucho, dejando que su perfume fluyera
del entre escote de sus senos.
__
¿Manuela? ...Eres tú __ interrogó incorporándose de su asiento,
para separarse algo y dejar mas distancia entre ellos.
__
¡Claro que soy Manuela, la misma! Ahora me llaman Gladio, pero es
por fantasía__ siguió hablando sin bloqueos__. ¡Jamás imaginé
iba a reencontrarte, precisamente en la fonda Marín! Se retorció
hacia donde estaba el lozano caballero y le ordenó se acercara a
ellos para poder presentarlo.
Aquel
hombre, muy educado se mezcló con ellos, extendiendo su mano derecha
en señal de concordia y sin validación se congratularon.
__
Es mi hijo Germinal__ dijo Gladio, mirando a ambos y esperando alguna
reacción.
__
Hola Germinal, que tal te va__ preguntó sin interés Daniel__ ¡Bien,
me gusta, esta tierra y las sorpresas que estoy descubriendo de mi
madre__ le respondió sin historias ni disimulos.
Aquel
caballero, bien mirado, ya no era tan joven, de cerca por lo menos
aparentaba tener la cuarentena larga, si no más. Aunque el tiempo
engaña__ pensó Daniel antes de exclamar.
__
¡¿Tu hijo?! __ adujo Daniel para seguir__ ¡ No te hacía yo a ti
aquí
!,
¡perdona mi crudeza! ¡Todos te olvidamos! No es mi deseo ofender,
pero nos sorprendiste a todos.
Desapareciste
de la noche a la mañana y ninguno de los del grupo supo más de ti.
Creo recordar que me dijeron que andabas descarriada y no podría
decirte quien fue, porque no lo memorizo con certeza. Te escapaste al
extranjero, con mucha prisa. Embarcaste para Australia, en un abrir y
cerrar de ojos, dejando todos tus asuntos pendientes en Barcelona.
__
Que ha sido de los muchachos, están todos bien__ preguntó Gladio
muy cariñosa.
__
Con algunos tengo contacto, otros incluso ya faltan y el resto pues
cada cual a lo suyo, como imagino habrás hecho tu; con tu vida.
Desde
cuando no nos veíamos Manuela, o debo llamarte… como me dijiste
¿Gladio?
__
Pues fíjate__ llámame como quieras__, desde el año sesenta y ocho,
que fue cuando vinimos a este precioso pueblo, mil novecientos
sesenta y ocho__ repitió Gladio, como queriéndose acordar de algo
que no había preguntado de momento.
¿Recuerdas,
como preparamos el viaje? y ¿con quien? La furgoneta Ebro de color
azul, conducida por Silvestre. Los hermanos Pinares y sus padres. ¿Ya
no deben vivir, verdad? __.Volvió a inquirir la mujer.
__
No la madre, murió hace tres años y ellos, creo que viven cada cual
en lugares diferentes, pero no se mucho, prácticamente nada__ dijo
Daniel, cabeceando como sin dar crédito ni fiarse, de lo que estaba
viviendo.
__
¿Y tú, por aquí, verte en el lugar de donde nos despedimos__
comentó apesadumbrada Gladio__ Después de tantos años.
Ocuparon
la mesa en la que estaba sentado Daniel, mientras el camarero les
servía lo que había pedido el mozo.
Fue
entonces cuando presentó formalmente a su hijo Germinal Donald
Proust.
__
Mi hijo ahora cumplirá los cuarenta y nueve años. Mi regalo, era
traerlo donde lo engendré, donde lo concebí.
__
¡Ah… pero tu Manuela!, ¿Habías vuelto después al pueblo en otra
ocasión?
__
¡No! Para nada. Yo me marché de aquí, preñada.
__
¿En cinta? Extrañó Daniel haciendo cálculos mentales, por aquella
confesión y no siguió.
No
se atrevió a seguir por aquel sendero de interrogaciones, por
respeto a Germinal, que escuchaba con mucha atención.
Fue
Gladio, la que prosiguió con la información, haciendo referencia a
que Germinal Donald, estaba al cabo de la calle de quien era su
padre.
__
No te cortes, pregunta si quieres__ dijo la dama__ Mi hijo, sabe toda
la historia, se la he contado dos mil docenas de veces__ continuó
Gladio, con su aclaración
al ver el silencio de la parte opuesta.
__
Me fui de aquí preñada aquella Semana Santa del año sesenta y
ocho. ¿Recuerdas que estuvimos toda la peña alojados aquí, en el
Querol? Todos los que viajamos desde Barcelona.
__
¡Como no iba a recordarlo! Menuda juerga montamos__ dijo Daniel
exhumando
recuerdos,
sin entorpecer a Gladio, en su explicación.
__
Pues tuve un affaire con Héctor Luis, sabes que era muy salido el
tío y sus manos no paraban, yo no es que quisiera, pero tampoco
rehuía al sexo.
Él
no me ponía absolutamente nada, porque no me atraía para nada. Mas
bien es que no era mi tipo, sin embargo, me pilló tonta, me
enloqueció con sus mentiras sexuales y me quedé perfectamente
preñada__ hizo un descanso para proseguir, después de mirar a los
ojos a Donald Proust.
__
Héctor, jamás supo la historia del embarazo. Lo escondí a toda mi
familia, a todo el mundo. Incluso al propio padre de la criatura.
Como
quiera que en aquellos años, esto de ser madre soltera, era tan mal
visto, opté por emigrar a Brisbane en Australia, donde me abrí
camino y donde he tenido un negocio potente, el que ahora regenta mi
hijo Germinal. Detalles al margen, que son pesados y no me gusta
presumir. Al principio fue duro, pero supe salir de frente y
conseguirlo.
Es
propietario del The Myer, un gran parque comercial de esa ciudad
impresionante. Sin embargo, las promesas se han de cumplir y esta se
la debía. Lo que no esperaba es encontrarte, precisamente aquí en
el último lugar donde nos despedimos, ahora hace casi cincuenta
años. ¡Joder inaudito!
Se
frenó por unos instantes y aprovechó para tomar un trago del
vermouth que le habían servido en una copa de cristal. Se llenó los
pulmones de aire y preguntó a Daniel.
__
¿Sabías que yo estaba aquí hospedada?, Ha sido casualidad
encontrarme contigo, o es que alguien te ha mandado un mensaje
subliminal del hecho. ¡Como le va a Héctor Luis? ¿Vive aun?
__
Muchas preguntas de golpe ¿No crees? Yo si volví a venir por este
paraíso, varias veces en los años que pude. Hasta que me compré
una casita muy cerca de aquí, donde acudo siempre que puedo.
Recuerdo
y lo refiero a menudo cuando vinimos y como eramos cada cual.
Inolvidable. ¡Teníamos algo que no se compra!, pero que se pierde.
Lozanía.
Todos
jóvenes, y llenos de vida, en aquellos años del inicio de nuestro
alegre vigor__ siguió explicando Daniel a Manuela y Germinal.
__
Llámalo casualidad, el encontrarnos hoy aquí, porque estas cosas
solo pasan en las películas de Hollywood, pero el destino es así de
caprichoso y nos hace que volvamos a despediros de nuevo, en el mismo
lugar, pero medio siglo más viejos que entonces. ¡Otra despedida!__
Miró tras los cristales y la Ferretería Falgás cerraba puertas,
dándole a Daniel idea de la hora que marcaba su reloj.
__
Sin embargo, es verdad, que estos parajes tienen algo, que es
inexplicable, cuando recorres las callejas del pueblo, llegas a
imaginarte, que estuviste en otra vida, con otros protagonistas, con
otras gentes y amistades, de las cuales guardas ese encanto que es
inenarrable__ se detuvo en su exposición y sin más, les dio
respuesta a lo que preguntaban de forma subliminal.
__
Si paseas por el puente de piedra al de hierro, a partir de las ocho
de cada noche. Igual tropiezas con el espíritu del padre de tu hijo.
__
Con tu padre__ dijo mirando a Germinal.
Yo
seré una tumba y mi relato narrativo una consecuencia de lo que pudo
ser y no fue, quedando para otro olvido, otra casualidad y un
diferente
destino.
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