jueves, 27 de julio de 2017

Destino y casualidad


En aquella cafetería tan cómoda de la vía principal de la Villa, estaba sentado Daniel. Disfrutaba de su cortado muy caliente, recién hecho, situado muy cerca del ventanal, desde un asiento junto a la persiana de tela que da a la calle.
Viendo pasar a los vecinos del pueblo. Como van y vienen sin prisas. Unos desde el puente de piedra, hacia el cruce. Otros en sentido opuesto, desde la esquina más comercial del pueblo hacia el casco antiguo.

Llevaba rato Daniel en el Hostal Querol, conocido por “Marín”, disfrutando de la mañana sin imaginar que le iba a sobrevenir minutos después. Obra del destino casual y causal.
Una posada, parador singular de uno de los pueblos más bonitos. Un hostal de los más peculiares, limpios y acogedores del pueblo.
Allí estaba saboreando desde su taza, cuando entraron al bar, una dama muy puesta, acompañada de un joven caballero. Quedándose maravillados nada más entrar por la sensación de bienestar que les producía aquella linda y amplia estancia. Con sus holgados ventanales que dejaban colarse desde la calle la mínima prisa, la suficiente y necesaria para el disfrute del instante.

En un principio Daniel no se percató que habían entrado clientes nuevos, y que la señora, se lo miraba casi descaradamente, con una media sonrisa en el rictus de su fisonomía. Haciendo jeribeques de exaltación enardecida al acompañante para que comprendiera que significan cincuenta años de ausencia.
Daniel estaba abstraído mirando el escaparate de casa Falgás que en los amplios aparadores lucían aquellos detalles rurales, mezclados con obsequios modernos, mostrando la gran ligazón de gustos que acompasaban el destino de las gentes y la mescolanza de los tiempos pasados con los actuales. Sin darse cuenta.

Cuando giró la cabeza, halló que los recién entrados le miraban, a la vez que sonreían como esperando ser reconocidos de inmediato.
Se ruborizó creyendo conocer a la mujer, que súbitamente desterró por la imposibilidad en el tiempo y en el espacio. Por imposible y porque los milagros no existen y Daniel bien lo sabía. Retiró su mirada de ellos pretendiendo quedar escondido tras la taza de café que consumía sorbo a sorbo, sin que ella dejara de acecharle.

La mujer se adelantó y dejando que el joven quedara retrasado, pidiendo lo que iban a consumir al servicio de camareros, le preguntó sin más zarandajas.

__ ¿No me dirás que no me conoces? __ Preguntó Gladios, muy encima ya de Daniel, aproximándose muy mucho, dejando que su perfume fluyera del entre escote de sus senos.
__ ¿Manuela? ...Eres tú __ interrogó incorporándose de su asiento, para separarse algo y dejar mas distancia entre ellos.

__ ¡Claro que soy Manuela, la misma! Ahora me llaman Gladio, pero es por fantasía__ siguió hablando sin bloqueos__. ¡Jamás imaginé iba a reencontrarte, precisamente en la fonda Marín! Se retorció hacia donde estaba el lozano caballero y le ordenó se acercara a ellos para poder presentarlo.
Aquel hombre, muy educado se mezcló con ellos, extendiendo su mano derecha en señal de concordia y sin validación se congratularon.

__ Es mi hijo Germinal__ dijo Gladio, mirando a ambos y esperando alguna reacción.
__ Hola Germinal, que tal te va__ preguntó sin interés Daniel__ ¡Bien, me gusta, esta tierra y las sorpresas que estoy descubriendo de mi madre__ le respondió sin historias ni disimulos.
Aquel caballero, bien mirado, ya no era tan joven, de cerca por lo menos aparentaba tener la cuarentena larga, si no más. Aunque el tiempo engaña__ pensó Daniel antes de exclamar.
__ ¡¿Tu hijo?! __ adujo Daniel para seguir__ ¡ No te hacía yo a ti aquí !, ¡perdona mi crudeza! ¡Todos te olvidamos! No es mi deseo ofender, pero nos sorprendiste a todos.

Desapareciste de la noche a la mañana y ninguno de los del grupo supo más de ti. Creo recordar que me dijeron que andabas descarriada y no podría decirte quien fue, porque no lo memorizo con certeza. Te escapaste al extranjero, con mucha prisa. Embarcaste para Australia, en un abrir y cerrar de ojos, dejando todos tus asuntos pendientes en Barcelona.
__ Que ha sido de los muchachos, están todos bien__ preguntó Gladio muy cariñosa.
__ Con algunos tengo contacto, otros incluso ya faltan y el resto pues cada cual a lo suyo, como imagino habrás hecho tu; con tu vida.

Desde cuando no nos veíamos Manuela, o debo llamarte… como me dijiste ¿Gladio?
__ Pues fíjate__ llámame como quieras__, desde el año sesenta y ocho, que fue cuando vinimos a este precioso pueblo, mil novecientos sesenta y ocho__ repitió Gladio, como queriéndose acordar de algo que no había preguntado de momento.
¿Recuerdas, como preparamos el viaje? y ¿con quien? La furgoneta Ebro de color azul, conducida por Silvestre. Los hermanos Pinares y sus padres. ¿Ya no deben vivir, verdad? __.Volvió a inquirir la mujer.
__ No la madre, murió hace tres años y ellos, creo que viven cada cual en lugares diferentes, pero no se mucho, prácticamente nada__ dijo Daniel, cabeceando como sin dar crédito ni fiarse, de lo que estaba viviendo.

__ ¿Y tú, por aquí, verte en el lugar de donde nos despedimos__ comentó apesadumbrada Gladio__ Después de tantos años.
Ocuparon la mesa en la que estaba sentado Daniel, mientras el camarero les servía lo que había pedido el mozo.

Fue entonces cuando presentó formalmente a su hijo Germinal Donald Proust.
__ Mi hijo ahora cumplirá los cuarenta y nueve años. Mi regalo, era traerlo donde lo engendré, donde lo concebí.
__ ¡Ah… pero tu Manuela!, ¿Habías vuelto después al pueblo en otra ocasión?
__ ¡No! Para nada. Yo me marché de aquí, preñada.
__ ¿En cinta? Extrañó Daniel haciendo cálculos mentales, por aquella confesión y no siguió.
No se atrevió a seguir por aquel sendero de interrogaciones, por respeto a Germinal, que escuchaba con mucha atención.

Fue Gladio, la que prosiguió con la información, haciendo referencia a que Germinal Donald, estaba al cabo de la calle de quien era su padre.
__ No te cortes, pregunta si quieres__ dijo la dama__ Mi hijo, sabe toda la historia, se la he contado dos mil docenas de veces__ continuó Gladio, con su aclaración al ver el silencio de la parte opuesta.

__ Me fui de aquí preñada aquella Semana Santa del año sesenta y ocho. ¿Recuerdas que estuvimos toda la peña alojados aquí, en el Querol? Todos los que viajamos desde Barcelona.
__ ¡Como no iba a recordarlo! Menuda juerga montamos__ dijo Daniel exhumando recuerdos, sin entorpecer a Gladio, en su explicación.
__ Pues tuve un affaire con Héctor Luis, sabes que era muy salido el tío y sus manos no paraban, yo no es que quisiera, pero tampoco rehuía al sexo.
Él no me ponía absolutamente nada, porque no me atraía para nada. Mas bien es que no era mi tipo, sin embargo, me pilló tonta, me enloqueció con sus mentiras sexuales y me quedé perfectamente preñada__ hizo un descanso para proseguir, después de mirar a los ojos a Donald Proust.

__ Héctor, jamás supo la historia del embarazo. Lo escondí a toda mi familia, a todo el mundo. Incluso al propio padre de la criatura.
Como quiera que en aquellos años, esto de ser madre soltera, era tan mal visto, opté por emigrar a Brisbane en Australia, donde me abrí camino y donde he tenido un negocio potente, el que ahora regenta mi hijo Germinal. Detalles al margen, que son pesados y no me gusta presumir. Al principio fue duro, pero supe salir de frente y conseguirlo.
Es propietario del The Myer, un gran parque comercial de esa ciudad impresionante. Sin embargo, las promesas se han de cumplir y esta se la debía. Lo que no esperaba es encontrarte, precisamente aquí en el último lugar donde nos despedimos, ahora hace casi cincuenta años. ¡Joder inaudito!

Se frenó por unos instantes y aprovechó para tomar un trago del vermouth que le habían servido en una copa de cristal. Se llenó los pulmones de aire y preguntó a Daniel.
__ ¿Sabías que yo estaba aquí hospedada?, Ha sido casualidad encontrarme contigo, o es que alguien te ha mandado un mensaje subliminal del hecho. ¡Como le va a Héctor Luis? ¿Vive aun?
__ Muchas preguntas de golpe ¿No crees? Yo si volví a venir por este paraíso, varias veces en los años que pude. Hasta que me compré una casita muy cerca de aquí, donde acudo siempre que puedo.
Recuerdo y lo refiero a menudo cuando vinimos y como eramos cada cual. Inolvidable. ¡Teníamos algo que no se compra!, pero que se pierde. Lozanía.
Todos jóvenes, y llenos de vida, en aquellos años del inicio de nuestro alegre vigor__ siguió explicando Daniel a Manuela y Germinal.

__ Llámalo casualidad, el encontrarnos hoy aquí, porque estas cosas solo pasan en las películas de Hollywood, pero el destino es así de caprichoso y nos hace que volvamos a despediros de nuevo, en el mismo lugar, pero medio siglo más viejos que entonces. ¡Otra despedida!__ Miró tras los cristales y la Ferretería Falgás cerraba puertas, dándole a Daniel idea de la hora que marcaba su reloj.

__ Sin embargo, es verdad, que estos parajes tienen algo, que es inexplicable, cuando recorres las callejas del pueblo, llegas a imaginarte, que estuviste en otra vida, con otros protagonistas, con otras gentes y amistades, de las cuales guardas ese encanto que es inenarrable__ se detuvo en su exposición y sin más, les dio respuesta a lo que preguntaban de forma subliminal.
__ Si paseas por el puente de piedra al de hierro, a partir de las ocho de cada noche. Igual tropiezas con el espíritu del padre de tu hijo.
__ Con tu padre__ dijo mirando a Germinal.

Yo seré una tumba y mi relato narrativo una consecuencia de lo que pudo ser y no fue, quedando para otro olvido, otra casualidad y un diferente destino.







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