¿Te
llamas Juan, Juana, Juanito, Xoaneta, Joan, Joao, Jhon, Jana?
¡Me
da igual! ¡Felicidades! El sábado es tu Santoral, y además es data
y día muy celebrado.
Es
una fecha la cual siempre me ha sido graciosa, por detalles que a lo
largo de mi vida, siempre han ido dejando un rastro de historias,
benignas unas y otras no tanto, pero siempre para estos momento las
llamadas “Brujas de junio”, han depositado un mensaje discreto e
indeleble, para aquellos que los sabemos interpretar.
Amigos
que tengo llamados así, no podría contarlos con los dedos de mis
manos, son bastantes y casi todos los denominados con ese nombre,
suelen ser buena gente y personas gratas. Podría enumerarte una
buena lista, pero no he venido aquí a ordenar a mis amigos ni a
calificarles según la nota que tengan, ni su grado de aprecio. Ellos
mismos se saben vestir y cada cual, hace de su capa un sayo.
Hoy
para celebrar esa efemérides he traído tres historias que han
pasado en este último año, a conocidos que llevan precisamente ese
nombre y que de una forma u otra han padecido por diversos motivos
durante estos últimos meses.
El
primero es un tipo sensacional, Juanito el de las manos Mágicas, le
llamamos los amigotes. En su tiempo era el que nos hacía reír, con
sus juegos de manos, haciéndonos desaparecer las entradas del cine
para hallarlas después, junto a un paquete de tabaco rubio, de la
muchacha, a la que acompañábamos al baile.
Gracioso,
ecuánime y receptivo, no es demasiado joven, pero tampoco tiene nada
que ver, ese detalle para que tenga esas virtudes, las cuales las ha
presumido siempre, y ahora se le acentúan más por la enfermedad que
padece.
Se
la diagnosticaron hace unos años, y de hecho ha pasado por el
quirófano unas cuantas veces, valiente como un toro, ha ido
sometiéndose a las curas y las pruebas que los médicos le
prescribieron y en un principio parecía que aquella sombra maligna
se alejaba de él, para prestarle un poco mas de calidad en sus días.
Había
estado prácticamente dos años, que no se paseaba por los
ambulatorios, ni veía a los médicos, más que para las revisiones
semestrales. La felicidad comenzaba a generar esperanzas ya que no
había rebrote de moléculas invasivas y su cuerpo comenzaba como su
carácter a precisar de otros pensamientos mas edificantes y
positivos. ¡Siempre!, siempre ha sido un tipo que de tan comedido,
se pasaba y antes de generar en sí una alegría, la matizaba
muchísimo. Le costaba airear sus albricias personales.
En
la última revisión, el doctor se alertó por unas molestias
pulmonares, que él mismo denunció en la visita.
Gajes
que en principio no debían revestir más importancia, que el propio
hecho de comentario y que no fueron del todo favorables.
¡Volver
a empezar! Nuevamente sujeto a una nueva dimensión de medicinas, de
pruebas de despropósitos, que con su más que consabida paciencia,
lleva dignamente con el objetivo de volver a generar las mismas
expectativas, que hace unos meses consiguió.
Dios
pondrá su mano y corregirá esa inclemencia. Por lo pronto y me
alegro, su Santo, la verbena de San Juan, la celebrará con su
familia, en casa y con la alegría de un niño. Viendo como arden las
hogueras y suenan los petardos de su barrio.
La
segunda persona nominada para este pensamiento, también se llama
Joana y ahora está padeciendo mucho por su mala cabeza, más por el
delito cometido, del cual se arrepiente cuando ya es tarde.
Hospitalizada con daños de pronóstico reservado.
Por
el estropicio, que ha originado a terceras personas, sin querer pero,
hechos dolosos irreversibles que, no la libran de todos los efectos
que a la postre le llegaran.
Todo
empezó en una fiesta alegre de muchachas, de sábado noche. En una
terraza de Pub discoteca, bebiendo y fumando vete tú a saber y;
aquella cancioncilla indecente, que suelen repetir algunos “listos”
__ que yo me conozco, y que detesto, que dice así__: Yo controlo. A
mí no me afecta, solo llego hasta el punto.
Como
si a estos personajes execrables y carentes de responsabilidad, la
alcoholemia en sangre no les afectara.
Harta
de meterse por la boca y por las venas, de eso que según estos
piraos _ no encuentro otra forma de nombrarlos __. Es tan necesario
para divertirse y pasárselo bien, que a la hora de volver con el
coche en la madrugada, ya satisfecha de veneno ingerido. Sin atenerse
a las mínimas consecuencias tomó su vehículo, fuera de si.
Totalmente ebria y abobada sin control de su persona, aquella
muchacha, preciosa empleada en las oficinas del banco Popular, que
festeja con el hijo mayor del ferretero de la plaza, puso final a sus
días dichosos.
El
destino la condujo poniendo fin a su suerte. Circulando por la
carretera nacional 232. En ese tramo tan peligroso, que todos
conocemos y en horario noctámbulo, para además agobiar el
acelerador, hasta atosigarlo. El tope puso fin.
Envistiendo
al grupo de ciclistas veteranos de la localidad, que comenzaban su
ruta de paseo con tan mala fortuna que se llevó la vida de dos de
ellos, por delante. Ni más ni menos, que la vida de su padre y de su
suegro, precisamente el ferretero de la plaza.
Ambos
componentes de ese club de paseo.
La
tercera historia de San Juan, ha sido muy celebrada por sus allegados
y conocidos, dadas las penurias que tuvo que sufrir de chiquito
Juaniqui, y por la cantidad de años que han pasado hasta que la
felicidad toca a su puerta.
Cuando
en el año 1950, en la tarde de la víspera de San Juan. El día de
la verbena, su madre una joven soltera y desasistida libertaria, ya
por entonces con tres hijos, lo entregó en el hospicio de Alella,
solo sin sus dos hermanos, a la edad de cinco años. Para no volver a
saber jamás de ella ni del resto de la familia.
Juaniqui,
un hombre bondadoso y temerario, fue trasladado por lo menos dos
veces a diferentes orfelinatos, permaneciendo en estas instituciones,
hasta la edad de diez y ocho años, antes le permitieron salir para
cursar estudios de electricidad, en la Escuela del Trabajo, con la
obligación de pernoctar en el centro cada noche.
De
su familia, no sabía nada y tras varios años de búsquedas sin
suerte, dejó de hacerlo para pensar que no le importaba a nadie.
Acabó
sus estudios y su relación con los demás, era casual y timorata.
Sin llegar a ser un desgraciado por lo que la vida le había
regalado, supo reaccionar y trató de disfrutar de sus días.
Voluntario
en el Ejército de Tierra, en los Parques y Talleres de
Automovilismo, donde permaneció por más de dos años, acabando otra
especialidad y pudo obtener el carnet de conducción para toda la
modalidad de vehículos.
Así
que cuando se licenció, no tuvo dificultades para colocarse en una
empresa de taxis, que desempeñaba su calado por la ciudad de
Barcelona.
Encontró
a su vez, alojamiento en el barrio del Carmelo, alquilando una
habitación modesta, en casa de la señora Jacinta con derecho a baño
y lavado de la ropa. Donde le apreciaban por su valía de persona
noble.
En
una de las carreras que hizo aquella tarde, desde su barrio con
destino a la Feria de Muestras, conoció a Dori, una muchacha muy
linda, que también vivía en la zona y trabajaba temporalmente
haciendo las veces de azafata terrestre y demostradora publicitaria,
para la firma del Flan Potax, muy popular en aquellos tiempos.
Su
charla fue muy amena, y quedaron en que la recogería a partir de las
once de aquella misma noche, para regresarla a su casa. Él por fin
de carrera y ella por fin de jornada.
Al
día siguiente bailaron muy arrimados en la Paloma, una tarde de San
Juan del verano aquel del sesenta y ocho. En dos años más
contrajeron matrimonio feliz, y tuvieron tres hijos. Disfrutando de
una vida, con toda clase de vicisitudes, imperando más las buenas.
Su
hijo menor, Clemente, ya talludito y licenciado en Historia. Desde
hace un tiempo, busca detalles de la procedencia de su papá Juaniqui
Sabater Mateo y, encuentra la trayectoria de sus familiares y le
cuenta que puede certificar, que su abuela, la madre de Juaniqui, su
padre. Sufrió un percance mortal la noche de la verbena de San Juan
del año cincuenta. Justo el día en que ingresó a Joaniqui en
Alella.
Atropellada
mortalmente Rosa María Mateo, en un movimiento extraño y evitando
fueran sus dos hijos los lesionados; por Don Guifré Massapons i
Reixuch; descendiente de una familia noble de Barcelona, cuando
circulaba por la Avenida Paralelo, viniendo de celebrar su tercer año
de matrimonio, en el Teatro Arnau.
Guifré
y su esposa, al no poder engendrar, se quedaron con la custodia y con
el cuidado completo de la educación de aquellos huérfanos, Luisito
y Engracia, que ahora precisamente la noche de la verbena de San Joan
iban a conocer al cabo de sesenta y seis años a su hermano Joaniqui,
que recordaban vagamente.
Enlaces
de otras fechas de San Juan
https://emiliomorenod.blogspot.com.es/2016/06/un-lugar-para-amar-en-la-verbena.html
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