Milagros
Lucrecia García era una mulata resuelta, de una estatura mediana y
con un tipo de ensueño. Le faltaba algo de imaginación para
desarrollar con éxito ciertos asuntos delicados. No tenía
paciencia, como su amiga. Sin embargo tampoco le faltaba
ingenio, malicia y picardía, cuando se trataba de engañar para
conseguir alguna prebenda o ganancia. Era amiga de Irene, compartía
muchas vivencias con sus amistades latinas. El grupo de amigos
peruanos, que poseía desde hacía un tiempo. Con los que ambas,
bebían de ellos los consejos y los practicaban a “pies juntillas”.
Los
que metieron a Irene y a su compañero en los trapiches sociales, y
del mercado de personas. Negocio que les suponían grandes ganancias
y dolores de cabeza.
Estos
colegas ahora residían todos en Miami, y eran los que procuraban los
contactos con personas sudamericanas para la venida a España, su
estancia, su contrabando y sus peligros.
Excepto
Pupi, la amiga tan íntima y fiel de Irene, la Cubana, que le
escuchaba y secaba sus lágrimas, la que acariciaba sin recato,
cuando esta lo necesitaba, la consorte fiel de la enigmática y
sigilosa Irene.
Milagros,
había pasado por momentos de necesidad imperativa, la trajeron a
España desde Miami, camuflada con documentos de turista y ya jamás
retornó a su Riohacha Colombiana de nacimiento, donde allí tiene
hijos y un divorcio, sin arreglo con un botarate poco trabajador y
menos honrado.
Dominando
dos idiomas, los más importantes, recaló en Barcelona, donde Irene,
la colocó en el Gimnasio donde ella paseaba su palmito con Nayim,
hasta que por consecuencias, y amistad cada vez se acercó más a
ellos, hasta que se cayó dentro de la cama de Narciso.
Aquella
tarde Mila, esperaba a un grupo de caballeros, desde la República
Dominicana, para una demostración in situ de lo que ella había ido
a vender en las Navidades pasadas. Un circuito de turismo con gente
especial, y con destino final en Europa.
Una
encomienda que Nayim le hizo a Mila, a espaldas de Irene para el
inicio del fin de aquella trama que llevaban de idas y venidas y de
negocios fraudulentos.
No
reconocidos y totalmente prohibidos, desde la justicia del país y
penado por el fisco español.
De
no afinar bien, ahora que las cosas se comenzaban a poner tan serias,
pronto serian ellos, parte de la carnaza de lo que las noticias
arrojaban a diario. Por ello pretendían finiquitar y traspasar todos
los bártulos a las visitas que recibirían en la tarde.
En
la súper estancia 611, esperaba Mila a medio vestir. Hasta que fuera
hora del almuerzo para bajar al comedor y encontrarse con Jason y
Rocco, ambos enviados para el cierre de la ultima operación y de
buenas a primeras, recibió un aviso desde recepción.
__
Señora un caballero, de nombre Narciso Yates espera ser recibido por
usted.
__
¡Bien, sí! Déjenle subir por favor.
Se
puso una bata semitransparente por encima para tapar todas aquellas
esquinas romas y volcánicas y se acercó a la puerta para estar
atenta a la llegada de la visita.
El
ruido del elevador, delató la llegada a la planta y con la puerta
entre abierta, y viendo como se acercaba el meritorio y Narciso,
esperó hasta recibir a la visita en el zanguan.
Un
saludo poco cordial y una propina molona al empleado, fueron los
gestos apáticos que hizo Narciso al llegar al quicio del acceso
Un
beso al aire, sin cálculo de diana y un quítate que paso, fue toda
la bienvenida o alegría que sintió el hombre por aquella maciza
mujer.
Cerró
la puerta tras de sí, y esperó apoyada en la misma, abriéndose un
tanto la bata de seda para dejar emerger los pechos, mientras
Narciso, sin más ignoró a la bella madama, que esperaba
decepcionada, un acalorado beso de pasión, que no hubo.
__
Muy jodido debes estar__ dijo Mila, con apatía__, cuando ni me
hueles papito. Tan grave están las cosas por estas ¿latitudes?
__
Tienes alguna llave de la casa de Irene, ¿la tienes? Imperó Nayim,
sin preámbulos y sin educación.
__
Yo no tengo de Irene, más que su gratitud y su recuerdo. Esa pena
por su muerte. Unas ganas de llorar y un miedo atroz. ¡Eso tengo tan
solo de ella!
__
¿Te entregó a ti__ preguntó Nayim__, un par de talones, o algo que
tuvieras que entregarme, antes de despediros para diciembre, algún
documento, fotos, o lo que sea?
__
Nada papito. Hice lo que tu me ordenaste. Silencio y disimulo con
Irene. Teatro con ella, diciendo era un viaje personal. Ver a mi
gente, y no le comenté que zanjaba negocio, ni parrala alguna.
Cumplí
con lo que tu me confiaste al pie de la letra. Ni llamadas, ni
mensajes, ni whats. Nada de acercamiento con nadie. Teléfono celular
parado hasta el retorno.
__
Estoy en una dificultad grande__ comentó Nayim muy acojonado.
__
Cuando salí de casa de Irene, me dejé olvidada una bolsa con todas
las pruebas incriminatorias que había recogido de su casa para
traerme y destruir. Sin hallar lo que realmente buscaba. Abandonando
la llave dentro.
__
Dime Nayim, te lo pregunté por teléfono y no quede convencida de la
respuesta. Igual creías que te iba a dejar de querer, o te iba a
delatar por todos los meneos ¡nada de eso! He de saber, con certeza,
si tu has tenido algo que ver con esto ¡La mataste tú a Irene!.
__
No, yo no fui, para nada__ contestó Nayim, balbuceando.
__
Estamos con el culo al aire ¿verdad? __ asintió Mila.
__
No sé que pasará, a partir de ahora. Intenta zanjar esta tarde todo
el chocho del negocio y te deshaces de todas las consecuencias.
Iré
a la Comandancia a dar parte de su desaparición, como si no supiera
nada. Solo que la encontramos a faltar en el Dir gimnasio.
Intentaré
no inculpar a nadie y veremos, que pasa. Palmira también la visitó
por lo visto poco antes de que muriera y ha dejado un cúmulo de
huellas, que con seguridad darán pronto con todos nosotros.
Se
despidieron, con un abrazo y con la idea de volver a verse, pasado
este trance, salió a la calle y tomó un taxi hasta la Comisaria de
Penitens en Gracia, en la avenida de Vallcarca, muy cerquita de la
parada de metro de la L3.
Se
acercó al guardia de puerta y le comunicó que venía a poner una
denuncia por desaparición de una amistad.
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