lunes, 30 de enero de 2017

Viaje letal


Aquellas mujeres empleadas del taller de trabajo de la empresa de manufacturas El Bogo, saldrían de trabajar el viernes a mediodía y tendrían por delante una fiesta agregada, ya que el lunes se había decretado jornada patronal y eso alargaba en veinticuatro horas al fin de semana.

Otro sumando de tiempo añadido más, de festividad y espectáculo, para disfrutarla a lo loco, con o sin novios sin maridos y sin ataduras.

La aventura, la llevaban pensando hacía un par de meses y decidieron por unanimidad de las cuatro hembras, que ellas buscaban excusas para dar en casa si se terciaba y poder aprovechar ese largo fin de semana, sin cortapisas haciendo aquello que más bien tenían prohibido o no tenían costumbre de llevarlo a cabo.

Todas ellas estaban dentro del departamento de alta costura y solían viajar. No todas juntas, por motivos de empresa inherentes, pero sus familias estaban acostumbradas a las ausencias y ese era un detalle que a ellas les ponía fuera de órbita. Ya que cuando transitaban por motivos profesionales por el diverso mundo, iban por separado y, consecuentemente no les llegaba la inspiración o bien, no tenían aquella desvergüenza o capacidad de atrevimiento para deleitarse de aquello que andaban deseando. Concernir y alternar con otros caballeros.



El carnaval estaba a la puerta de la esquina y coincidía justamente con la salida que habían propuesto. Todo era miel sobre hojuelas y alegría para aquellas mentes abiertas y decididas.

Marionette Veliz, se lo había comentado a su pretendiente, un muchacho más bien pintiparado al oso Yogui, de nombre Jason, para que les acompañara en esa aventura fabulosa. Donde vivirían al borde de todo aquello que estaban deseando hacer y disfrutar.

Sin la censura habitual, sin ataduras de reglas, sin comentarios de familiares ni normas establecidas.

Jason, se lo estuvo pensando durante algún tiempo, pero al final le sedujo la idea, de poder compartir con tres mujeres muy diferentes, por edad por gustos por educación, todas compañeras de su amor Marionette.

Cuatro días de libertad, que podían llegar a ser los mejores de su vida, a poco que la imaginación prevaleciera sobre la realidad.

Gladys Goudoi era la mayor de todas, y no siendo una mujer emprendedora, ni demasiado entusiasta de cuarenta años, ya estaba dos veces divorciada y ahora disfrutaba de una nueva etapa con Theodor Barreto, un pianista de jazz quince años más joven, que la estaba enamorando poco a poco y enseñando lo más impropio de la vida. Encauzándola en nuevas ilusiones, de las cuales ella comenzaba a quedarse rezagada.

Cuando se lo propuso a Theodor, este no tuvo más que preguntar dónde irían, cómo y con quien, para darse el piro de la covacha pub donde estaba trabajando, o sea tocando el piano en las noches, para acompañar a la amante y pagadora de sus caprichos.

Lorna Linekers, era la rubia del grupo, la más sexy, la simpática e inhibida de todas, proveniente del seno de una familia sin vínculos estructurados, sin apego, sin lazos y muy independiente y carente de complicidad, que habiendo vivido situaciones límite a lo largo de sus treinta años de existencia, sabía en todo momento por qué dirección tomar, a quien atender y como reaccionar.

En su profesión era de las buenas, una estilista y correctora de tendencias sublime que la empresa valoraba, a tenor de sus contrapartidas y en consecuencia hacer ojos blandos a las normas del exacto cumplimiento de la compañía, en lo que se refiere de donde procedía, de su modo de comportamiento y de sus modales algo exagerados y fuera de tono.

La señorita Linekers, cohabitaba Jefferson Gino, un domador de serpientes en el Circo de la Lumiere de Paris y se veían de vez en cuando, para pasar temporadas allá donde estuvieran. Coincidiendo en esta ocasión que estaba con Lorna desde hacía unos días precisamente disfrutando de su compañía. Ante la decisión de su amada, no habían medias tintas por lo que optó por apuntarse al viaje.

Danielle Frisou, la repasadora y costurera y leader del grupo, era una mujer preciosa y, madura, un poco más joven que su amiga y compañera, Gladys Godoy, pero ambas con el mismo placer en granjearse y relacionarse íntimamente con quien se terciara.

Con una decisión de vivir extraordinaria, además de ser muy simpática, era una mujer muy abierta y muy dada a las relaciones sexuales libres con quien fuese, mirando no ofender a nadie y sin provocar escarnio para los demás.

Su compañero Jerome Tenet, un tipo adaptado a todas las situaciones, a tocarse los cuernos cuando se pasaba la mano por la frente, y un profesional muy serio con un empleo de recaudador de impuestos en la Societe Generale du Comerce de la Republic, que denostaba todas aquellas andanzas que tenía su mujer y que aguantaba por amor y por no querer repartir con ella una media fortuna que había hecho en su estancia de muchos lustros en las Guayanas Francesas de América.



Todo estaba dispuesto y aquel viernes de mañana, aquellas damas en el taller de compostura, hablaban entre todas de cómo sería la noche del carnaval, si se disfrazarían o se llevarían en el viaje la variedad de vestidos que a ellas les era fácil conseguir y de los atuendos naturales que disponían.

Ya no por su situación de fácil consecución, si no por el trasiego que comporta todo ese jaleo, de vestir demasiado pomposo. Todo era comentario amigable para que las horas cruzaran el final de la jornada, sin dejar de pensar que había llegado el día de partida que, todos se encontrarían en la Maison du Cognac en el Boulevard Green de Limoges. Ciudad de residencia de casi todos ellos.

La única falla en el viaje era que el recaudador de impuestos Jerome Tenet, no viajaría por el habitual desacuerdo que existía entre él y su compañera la afectuosa y calenturienta Danielle.

Gino se había encargado de alquilar un vehículo de ocho plazas para salir de la ciudad y comenzar a buscarse la vida por el mundo. Llevaban destino a embarcar en el Charles de Gaulle, aeropuerto de Paris, hacia la Toscana Italiana, por lo que el viaje desde Limoges hasta Paris lo harían en aquel Citroën grandioso y comodísimo que se habían agenciado.



Los emprendedores amigos estaban todos en la Maison tomando refrescos y comiendo alguna cosa antes de emprender el festejado viaje, camino hacia la capital de la república y con el deseo de pasar unos días de maravilla en todos los aspectos y sin trabas ni prohibiciones, dado a lo que les era y portaba su carácter.

Todos ellos ansiosos de probar situaciones y relaciones sin perturbaciones emocionales y consumiendo tanto sexo y estupefacientes diferentes como pudieran imaginar y como lograran aguantar aquellos cuerpos rebosantes de salud y felicidad. Dadas sus capacidades y sus niveles sensuales a tope y sin frenos.



Se habían hecho las presentaciones y todos estaban alegres, más que eso exuberantes, tanto que el primero que tomó el volante fue Gino precisamente el que había reservado el vehículo, sentándose su novia Lorna en la parte trasera del microbús, entre el compañero de Gladys, el amigo Theodor y Jason, en los asientos traseros frente a estos viajaba, Danielle Frisou junto a Marina y Gladys en la parte delantera acompañando a Gino y haciéndole masajes en la espalda, y en el bajo vientre, para que fuera relajado, engrasado, empalmado y feliz.

Al poco ya no se escuchaba más que las respiraciones fuertes de los pechos que exprimían y exhalaban sensaciones brutales y desconocidas, aquellos seres se habían adelantado al disfrute ya; en el propio trayecto, cuando la precaución y el cuidado se debían llevar más a raja de tabla.

En aquel microbús el desacato imperaba y todo era casi una confusión inguinal de tocamientos y de flacura



Habían salido hacia un buen trecho y estaban a punto de llegar al parque natural de: Loira – Anjou.

Una vez habían atravesado la ciudad de Poitiers, sin precaución y sin el cuidado que se ha de llevar en estos desplazamientos rurales, les vino el accidente.

Al ir a cruzar por un paso a nivel poco frecuentado y bastante señalizado, desde dos kilómetros atrás, al no llevar la concentración debida a la hora de traspasarlo, fueron arrollados por un tren que pasaba a una velocidad de crucero, montando un grave accidente y teniendo repercusiones graves.

El tren partió aquella auto caravana en dos trozos dejando esparcidos según que cuerpos, destrozados en distancias bastante alejadas las unas de otras. Amén del descarrilamiento del convoy con ni se sabe aún con certeza la  cantidad de accidentados de la propia colisión.

Las autoridades y los sanitarios no tardaron en llegar a recoger aquel amasijo de hierros retorcidos y cuerpos seccionados.

La única superviviente del grupo fue Gladys que es la que iba delante con el conductor Gino, haciéndole masajes y es la que fue desprendida por la fuerte colisión hacia adelante, traspasando las vías, y arrancando hasta el propio cinturón de seguridad que la ataba al asiento.

El conductor Jefferson Gino, el amansador de serpientes del Circo quedó descuartizado por la propia cincha de seguridad y los segmentos metálicos que le seccionaron el cuello y por los trozos de acristalamiento de la parte delantera, salvando con su muerte a la propia Gladys, que quedó parapetada por quien sabe que objeto y fue lanzada por la parte delantera del Citroën hacia adelante.

El resto de amigos pasajeros al ser pisados por el tren de las ruedas del convoy, murieron en el acto, quedando sus cuerpos rotos, completamente seccionados deshojados, maltrechos y descuartizados.



Gladys Godoy, jamás podrá volver a trabajar en la empresa El Bogo, y menos desarrollar el empleo que poseía, ha quedado parapléjica desde cintura para abajo, se recupera en el hospital general de la ciudad de Poitiers, ayudada por los agasajos y las caricias amorosas del recaudador de impuestos, Jerome Tenet, 




                                    

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que reconocer la mente versátil que llegas a poseer. Felicidades y que no decaiga la producción. Hago bien en pasarme de vez en cuando por tu blog. Siempre encuentro alguna historia interesante.

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