viernes, 20 de enero de 2017

Estás tensionado.



Como puedo soñar con un potaje de pepinillos
Sin sal, sin carne, sin gusto sin grasa, sin gana. 
Hacer una fiesta en las faldas de Nadia, la gimnasta.
Colgado de un trampolín a dos pies de altura y a una milla de
distancia del mortero.

Peligrando mi cuerpo lastimoso en las estepas de mi duro suelo.
Viajar a hurtadillas a las miserables sabanas del farsante trasplantador
de jugos gástricos y de sensaciones de buena digestión.
Que me repite constante: Si haces bondad…  el colesterol desterrarás.

Encontrarme con dos pares de jinetes de la poca vida loca y chiflada
recordándome que no me salga, que no me atreva, que no me exceda,
que no me coma las entretelas.

Amaneciendo a destiempo con la risa nerviosa de una jirafa,
que, al escucharla sin gafas, encuentro que es una espantosa monada.
Con su camisón a rayas, dándome un síncope en mi apócope y…
despertar en los brazos de Morfeo, y preguntarme ¿Quién es el feo?

Después de vociferar al cielo cuando suena mi aguijón cronométrico,
puntual, correcto, exacto y riguroso diciéndome son las seis,
aquí en la península, en Canarias una menos ¡Chúpate esa!
¡Anda y ve!
¡Tú trabajo te espera!

Tras haber pasado una noche entre velas, por aquello de los triglicéridos,
palabro con mucho contenido médico, aprendido en televisión y,
con la tensión danesa, o sea: ‘Muy alta y, muy esbelta.

Que, al ir a la cama sin cena, en lugar de soñar con Macarena,
y darle como dice la canción: “A su cuerpo cosas buenas”
fantaseo y divago con los bocatas de morcillas con berenjenas.








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