El recuerdo de Edwin saltó por los aires yendo a recaer unos
cuantos años atrás queriendo perpetuar a la Irene; que él había conocido.
Eliana, le miraba y sabía que Edwin se encontraba ausente; ya no
estaba allí en el salón de la casa y queriendo saber le incitó a que le
explicara.
_ ¿Cómo llegó a esos extremos la desconocida Irene? _ sondeó
Eliana con mucho tacto y casi en silencio, para dejar que fluyera la palabra.
_ Pues imagina, la cantidad de secretos que suceden a lo largo
de una vida, y ella misma ha sido un completo secreto_ dijo Edwin, continuando
su charla_ tampoco podemos decir que ha vivido demasiado, que se ha marchado
con setenta y tres años. A pesar de haber falsificado los papeles y las fechas
de su nacimiento_ afirmó contundente Edwin, entornando los ojos y comenzando a
relatar a Eliana, aquello que él conocía.
_ Así fue aquella mujer presumida y elegante apreciada por algunos
y denostada por otros y tan sumamente extraña y suave.
Era la quinta hija del matrimonio formado por Antoine Delapeire
y Charme Ruwi, matrimonio que tuvieron un hijo varón y cuatro niñas, y que
habían conseguido una vivienda en el año 1934. En la zona de las casas baratas
Ramón Albó, en el barrio de Horta, junto al Turó de la Peira.
Cuando las cosas estaban tan difíciles en Barcelona, con la
proclamación del fallido Estado Catalán dentro de lo que era la República
Federal Española.
Fue el tiempo cuando se produjeron las revueltas en las calles
de la ciudad, hechos insurrectos provocados por las consecuencias y libertades entre
partidos políticos que entonces estaban en la pomada de la actualidad. Haciendo
efervescencia y mella en muchos obreros y buenas gentes.
Todo obedecía al desengaño que el pueblo soportaba, harto de
apreturas. Estalló de forma inconexa produciendo una serie de vicisitudes, a
cuál de ellas más sonora y todo derivado de las secuelas que trajeron las
elecciones generales de noviembre del año anterior.
Hechos afamados en la historia nacionalista de Cataluña, y
conocidos como los “Motines del 6 de octubre”.
Eliana, escuchaba atenta aquel relato desconocido para ella, interpretado
por Edwin, en la forma que él argumentaba sus narraciones, casi como si fuera
un cuento explicado con unos matices y una voz que embargaba el entorno y hacía
entrar a vivir lo expuesto sin percatarse. El pensamiento de Edwin, iba de un
lugar a otro, y la propia inercia le llevó a recordar, como se iniciaron los
prolegómenos de la familia de Irene.
<< ((Antoine y Charme, estaban casados hacía varios años.
Ocupando siempre viviendas modestas, todas ellas de alquiler que anidaban unas
veces solos y otras compartiéndolas con algún familiar. A medida que se les
iban cumpliendo los contratos de arrendamiento, iban adecuándose según su
escaso presupuesto, recorriendo la ciudad y procurando en el último tiempo, acercarse
a lo que era la urbe, en tanto en cuanto iban naciendo hijos.
Entonces residían en un piso no demasiado amplio en la calle
Sepúlveda, y ya contaban cuando entraron en aquella vivienda cerca del Mercado
de San Antonio, con cuatro de los seis hijos que a la postre tendrían.
Thiago de ocho años, Charme de seis, Xita de cuatro. Todos ellos
malviviendo y pasando calamidades, como era normal para según qué obreros no
cualificados, de aquella época.
Antoine, era un hombre sin energía, venido de la Andalucía
rural, de la parte de Linares en Jaén. A la postre cuarto hijo de la saga
Pageo, que no quiso ni quedarse en la tierra, ni trabajarla, ni tan siquiera
pudo conseguir un trabajo de los que se regalaban por designio de amistad en la
zona.
Con lo que se hizo Guardia de Asalto, en cuanto estuvo
licenciado de su servicio militar obligado en la zona africana de Guinea.
Volviendo a su Linares natal, ya con los correajes y el uniforme
de la policía gubernamental. Destino marcado en la gran Barcelona, que era
donde se necesitaba mano de obra tirana, por tantos avatares y tantos cambios
en la política española.
Así que entró de lleno, en la vorágine de la ciudad, en un
tiempo muy revuelto, pero con grandes expectativas, para hacerse con un trabajo
estable, por todo lo que acontecía y por las expectativas que se daban de futuro,
como era la cercana Exposición Universal, que se celebraría años más tarde.
Fue cuando conoció a Charme, en uno de los quioscos de las
Ramblas de Capuchinos, un domingo de mañana. Se acercó a ella, por un flechazo
inminente, al verla tan clara y lozana, para preguntarle sin más; si era recién
llegada a la ciudad y ofrecerse para guía y acompañante de paseos. Alucinada
por la planta del joven y por el uniforme que llevaba, se dejó acompañar.
El desamparo y la soledad obra los milagros más inauditos y
mezcla aires, pasiones y como no a las personas, que andan solas sin saber
dónde caerse muertas, aunque pertenezcan a diferentes estratos.
Ella, una señorita hacendosa y cultivada, llegada desde Castilla
la Vieja, huyendo de su familia. La primogénita de tres hermanas, hija de Saturio;
barbero y practicante en oficio, con plaza fija en Embid de la Ribera y Chon,
hija de unos potentados valencianos, que se dedicaban al comercio y mercadeo de
pieles y tejidos de exportación.
Antoine, era un hombre bien puesto y además de guapo, muy
perezoso, llegando a rayar la vagancia y fue despedido del cuerpo de Asaltos
por unas faltas cometidas adrede para que lo defenestraran. En su tiempo había
accedido a esa ocupación creyendo que en el cuerpo no se padecía ni trabajaba,
ni siquiera se corrían riesgos para la integridad física.
No fue el destino de su vida y pronto vieron en la Dirección
Provincial de Seguridad, afecta al Ministerio del Interior, que era un inútil
el pobre Antoine, por lo que cuando acabó su prestación contractual, y teniendo
pendientes algunas faltas leves; le hicieron renunciar y dejar el uniforme. Colgado
para que lo luciera otro varón más atrevido y con más sangre que él. Así que, poco
después de conocer a la que sería su esposa, por más de sesenta años, dejó de pertenecer
a los guardias de asalto.
No tardaron demasiado en preparar sus arreglos nupciales, tan
solo les hicieron falta, noventa y tres días desde que se conocieron en aquel cuchitril,
para contraer matrimonio.
Un casamiento sencillo y solemne, en la llamada Catedral del Mar.
Oficiando el cura párroco de la Barceloneta, que tenía amistad con Charme por
ser un compañero de la escuela del pueblo. Amistad de la niñez al haberse
criado juntos y haber jugado por las calles de su natal Calahorra.
Doce invitados asistieron a la ceremonia, contando el oficiante,
que aplaudieron y disfrutaron en una merienda en el Siete Puertas, de la plaza
Palacio.
Ya por aquel entonces Antoine, recién ocupaba un oficio mucho
más tranquilo y sosegado, también conseguido a dedo por las amistades de la
familia radicada en Linares. La nueva faena sería la de cobrador de línea de
transportes ciudadano, en la Compañía de Tranvías de la ciudad Condal. Línea 24
que funcionaba desde el Paralelo hasta El Carmelo. ))>>
Edwin, reaccionó súbitamente, tras la huida de su balance, de su
pensamiento, que se había mudado en muchos años hacia atrás, tantos, que él
mismo ni siquiera había nacido y, sin embargo, por comentarios de sus antepasados
y por su propia imaginación le llevaban de la mano a explicar aquellos pasajes
a su compañera Eliana
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