La había asesinado después de abusar de ella en su propia
cama. Tras hacerle creer que encontraría el cielo con sus caricias y sus besos,
después de subirla al cielo para que disfrutara de un orgasmo sublime, la mató.
Nadie se explica cómo pudo llegar a ese punto Lali,
dejándose convencer por un desconocido, que es lo que en realidad era Raúl,
aunque hubiesen mantenido relaciones conyugales aquella noche, más a gusto que
si fueran amantes declarados.
Aquello se le escapó de las manos, sin más, creyendo a
pies juntillas que era el hombre de su vida, tan solo conociéndole desde hacía
media hora y que su confianza le decía que su querencia con Raúl cuajaría.
Se conocieron esa misma noche en la estación del Metro de
la línea 1, Iba acomodada en el transporte procedente de Bellvitge.
Al llegar el tren a la estación de Santa Eulalia,
tropezaron sus vidas, y ella no se que le notó a él, que sin pensarlo lo metió
en sus bragas.
Paradojas de la vida, se comieron con los ojos en la
estación que lleva el mismo nombre que ella: Eulalia. Aunque todo el que la
conocía la llamaba Lali.
Salía de trabajar del hospital aquella noche y se dirigía
para casa, cansada después de un largo turno de enfermería en Urgencias.
Lali iba sentada justo al lado de una de las puertas del
segundo vagón, y al abrirse los portones entró un hombre bien parecido, con una
vestimenta cuidada y unas manos grandes y limpias, alto y más bien parecido,
muy "requeté peinado" y con sus gafitas de intelectual medio caídas, que
fue a tropezar con las piernas de Eulalia, que las llevaba más bien estiradas
para dejar circular la sangre de sus extremidades, tras una jornada dura de
meneo.
_ ¿Perdona tía, te
hice daño?
_ ¡No para nada!, la culpa es mía, por llevar las piernas tan
abiertas
_ ¿Quieres decir?, a mi no me lo parece, he sido yo que soy
torpe por naturaleza.
_ En cualquier modo, no importa, no le demos más cancha al
asunto, que no procede ¿No crees? Lo dejamos aquí, sin más_ dijo Lali,
queriendo no dar señal de placer, mientras él la palpaba y tocaba de los brazos
y de forma sensual la trasteaba para ser perdonado.
_ Me llamo Raúl y soy representante de maquinaria
doméstica, vendo cocinas, lavadoras y todo lo referente al hogar,
electrodomésticos.
_ Oye mira he de dejarte_, dijo Lali_ bajo ahora; aquí, en
la próxima, en plaza de España; ha sido un placer, pero no me puedo entretener
_ ¡Justo como yo!, parece que sea una casualidad, o mejor
el milagro de mi día; pero así me resarciré y me excusaré como dios nos da a
entender y si me lo permites te invito a tomar un cafecito, al salir justo al
lado; en la calle Llansá cerca de la
sala Vivaldi, que es donde he de quedarme a ver a un amigo esta misma noche que
debuta en su actividad artística y flamenca.
_ ¡No sufras hombre! ¡Qué, que te digo que no es necesario!,
que no pasa nada, que estás perdonado. Ve a tu rollo, que no me has hecho daño.
_ ¡No así no!, no sufro ni mucho menos; pero no puedo
dejar que te vayas sin una reparación a mi torpeza. Te dije que me llaman Raúl,
pero a ti no te escuché pronunciar como te citan, y no creo que sea un nombre desmedido
ni feo, tratándose de una mujer tan explosiva y tan guapa, con esas piernas
largas y seductoras que no se puede aguantar.
Le gustó aquel requiebro a Lali, y Raúl lo notó, sabiendo
que a poco que insistiera, aquella guapa hembra declinaría sus obligaciones posponiéndolas,
para tomarse aquel café que le proponían degustar.
Se apearon juntos del transporte y subieron por las
escaleras que van a dar a la salida de Cruz Cubierta con España, justo al lado
del Plaza Hotel, donde anteriormente estaba el gran Cuartel de la Policía.
A ella se le había disipado todo el cansancio que llevaba
y se miraba al corpulento Raúl, mientras éste; le arrancaba la risa frase tras
palabra y chiste tras broma.
Lali se encontraba a gusto con el tipo galano que le hacía
la boca agua, y que tan solo conocía desde su trayecto en el metro, que con
seguridad le haría pasar aquella noche un buen rato incluyendo si fuera
necesario el deseado contacto personal que ambos buscaban.
Fue un flechazo del Arquero Cupidito, el consabido y el rápido,
un tiro desde su cimbra de seducción que tocó con la necesidad de Lali en ser
amada con urgencia.
Ella era así de abierta y de genuina, creía que la gente
toda es limpia de cuerpo y alma, que a ella no le iba a suceder lo que le
ocurre a la gran mayoría de personas que siempre andan con sus quejas por
delante.
Necesitaba un hombre aquella noche y lo tenía al abasto,
con lo que no iba a dejarlo marchar.
Cuando degustaron el exprés con sacarina, ni Raúl se quedó
en la Sala Vivaldi, ni ella regresó sola a su apartamento de la Avenida del Paralelo,
esquina con Sepúlveda, juntos subieron al tercer piso de su coqueta vivienda y allí
se acomodaron como si fuera una costumbre practicada asiduamente.
La desnudó, sin prisa ni tropel, despojándole poco a poco
de sus trapos difusos, su bonito vestido, medias y sujetadores, dejándola descalza
y completamente en cueros; a excepción de su tanga color fucsia.
Apagaron las luces, innecesarias para el amor profundo que
ella iba a disfrutar.
Con aquel hombre tan apuesto, desconocido y cruel, que le
depararía una súbita experiencia para hacerla entrar en muerte.
Desde esa altura de la residencia de Lali, se iluminaba
parte de Barcelona, divisando todo el precioso paseo del famoso Paralelo,
antiguamente denominado del Marqués del Duero, que baja hacia "Poble Sec"_
Pueblo Seco_, con sus gentes vivarachas paseando y su nervioso tráfico rodado
en sentido mar, con aquellos neones que parpadeaban y se divisaban desde el
balconcito de la habitación de Eulalia.
Imaginando esa ciudad preciosa, como la más apropiada para
sentir el amor regalado del hombre desconocido.
Raúl sin pudor le usurpó sus bragas y la tendió cruelmente
sobre la cama, y con poca delicadeza la penetró satisfaciéndose el mismo de sus
necesidades feroces de bárbaro encarnizado. Para finalizar sin miramiento y sin
respeto en veinte segundos de duración, dejando a Eulalia, la frágil Lali, la
enfermera de Urgencias, prácticamente despedazada, haciéndole un profundo corte
en el cuello con el cúter que guardaba en su bolsillo, nada más acabar su
orgasmo.
¡Socorro! quítenme de encima a este sinvergüenza! _ dijo
Lali_ ¡Volviendo en sí la preciosa enfermera.
_ Tía, que te ha pasado oye que solo he tropezado con tus
patas y sin querer, he caído frente a ti; que lo sepas, que no eres mi tipo.
_ ¡Ah... ¿Quién eres tú Raíl?! ¡No te conozco perdona!, no sé que me ha
pasado, ¿he perdido el sentido? ¡ Que ocurre aquí! ¡Dónde estoy! ¡Lo siento mucho!
_ Pues eso es lo que he visto, al caer por tropezar con
tus zancas; que te quedabas frita en el asiento. Agarrándome las manos y
gritando que no te matara ¡Coño que susto me has dado! Todo el mundo del vagón
se ha quedado flipando conmigo. Mirándome como si yo fuera el "Rompe
bragas de Kentucky" Tía háztelo mirar ¡Vale! Estás buenísima, pero yo
contigo y ese sueño tan feo, no me marcho a tu cama ni en broma. ¡Estás loca!
_ ¿He perdido el conocimiento? Raúl, porque tú te llamas
así ¿verdad?
_ Oye tía tu fumas algo raro, o te chutas con carburo_,
respondía nervioso el muchacho_, te has quedado como cataléptica durante tres
jodidos minutos y a mí me han parecido mil años.
Menos mal del payo este_, siguió arguyendo el muchacho y
señalando a un joven que estaba a su lado_ que dice que es galeno, que él
solito te ha vuelto en sí. ¡Estoy cagado de miedo contigo!
Ni me llamo Raúl, ni vendo electrodomésticos. ¡Creo que
estás medio loca! Anda suéltame, que me bajo en España, para hacer transbordo en
la línea 8, y llegar a mi curro en el Psiquiátrico de Sant Boi
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