domingo, 24 de julio de 2016

El escote de la reverenda


Este capítulo viene de una entrega anterior.


El escote de la reverenda _nueva entrega_


Inaudito que una mujer como Jimena, no quisiera sacar tajada de la situación y ni amenazara a los abuelos, intentando conseguir algunos billetes, llenarse las manos con prebendas. 

Urdiendo de sus habituales chantajes para conseguir mejoras personales y montar numeritos con imposiciones que normalmente aplicaba en su conveniencia, era muy increíble tratándose de la ex de Javier y mamá de Estela.

Le parecía extraño, increíble y cómo no;  tan insólita la decisión que debía tomar en nada de tiempo, que recordó en un santiamén parte de su vida, no gustándole demasiado .
La solución que le proponían Cecilia y sus niñas, era la mejor comparada con la que Jimena estaba proponiendo.
Caminó durante un buen trecho y ya había salido del perímetro del Barrio María Auxiliadora, cuando apreció el agrado del viento enredando entre sus cabellos. Notaba que su corazón palpitaba sin saber a qué atenerse por querer acertar de una vez por todas con el destino de su propia vida.

La calle ocho;  esquina con la diez, quedaban muy distantes y seguía ensimismado en sus problemas. Cuando cruzaba aquella amplia avenida,  por el lugar permitido, se detuvo un Ford Sierra color azul, del que le despacharon un saludo bastante ruidoso, sin que Javier en ese ínterin diese respuesta inmediata.

Javier, no detectó aquel ceremonial destemplado por el ruido que llegaba desde el vehículo, hasta que un chillido estridente, un timbrazo de voz conocido, fuera el causante de que prestara atención de forma súbita, haciéndole volver a su realidad.

_ ¡Javier Martos! ¡Coño! ¡¿No me oyes?! ¡Menudo pajarito!
Volvió la cara y ¡claro! Conocía, sobre todo aquel tono con tanto diapasón, que le hacía gestos para que ascendiera al vehículo. Apareciendo en su rostro una sonrisa súbita que salía del fondo de sus alegrías.

_ ¡Anda sube, que entorpecemos el tráfico! _ Instó la monja.

_ ¡Hola María Manuela!  ¡Menuda casualidad, madre mía!, ¡quién iba a pensarlo!
Iba en lo mío y apareces de la nada, en este lugar tan perdido. ¡Esto es encargo del cielo! _ pronunció desde el corazón aquel Javier descorazonado.
_ No seas memo, pareces bajo de moral, y eso no es normal en un hombre tan presumido y crecido _ le lanzó Marianela, con una sonrisa de las suyas

No te conocía tan pintada y vestida de calle, con esa mini falda roja y una blusa tan amplia de miras y trasparente, exigua y  clara,  abierta hasta el tercer botón_ Le piropeó Javier, adrede para hacerla saltar como ella sabía_ que haces por aquí, sin tus hábitos, ¿de dónde sales y vienes a estas horas?, ¡pero bueno!_ siguió aduciendo con guasa_ para acercarse a la reverenda y darle un beso en la mejilla y saludarla con mucho cariño.

_ No quiero ser grosero, ni hacer preguntas belicosas y que sepas, puedo entender cualquier excusa, y más ahora, que estoy pasando por un calvario con temas personales, ¡pero lo celebro! el verte y, no sabes de qué manera ¡me alegra!

Accedió a relajarse y se acomodó ya en el coche para que María Manuela, hiciera un gesto al conductor dándole un nuevo destino, el domicilio del recién invitado, y modificara la ruta.
El cochero un hombre sumiso y religioso, como acostumbraba a buscarlos la madre irreflexiva, no rechistó y casi sin apreciar lo que se cernía, reanudó la marcha y continuó por aquella avenida amplia que goza la zona de Coronado, hasta tomar un desvío.

_ ¿Dónde me llevas? _ preguntó Javier, con mucho interés sin haberse percatado que la monja había dado instrucciones al cochero, y olvidando un poco toda la carga y pesadumbre que llevaba hacía tan solo diez minutos

_ Pues a tu apartamento, si aún te alojas en el Dulce Nombre de Jesús, ¡te acerco, y a continuación me marcho!; me pilla de camino hacia donde yo me dirijo. ¡Qué pensabas!

_ En que pasarías la noche conmigo_, dijo convencido Javier con soltura y mucho descaro_,  abrazados los dos y sueltos de problemas, solo tú y yo. ¡Eso he pensado de forma súbita!

_ Que promiscuo eres y no lo escondes. Si aceptara te pondría en un aprieto y lo volverías a romper todo nuevamente. Nada menos que ahora, que estás intentando arreglar tu situación familiar, te ibas a acostar con una monja moderna_. Retaba en voz alta Marianela, sin importarle que el conductor, se estuviera enterando de toda la conversación_. No creo sea el momento de repetir ciertas prácticas, ni siquiera en broma ¿No crees, que a veces te mata tu machismo?_ apuntó la monjita con mucha gracia.

_ ¡Nada, ni pensarlo! _ apuntó de inmediato Javier, arrepintiéndose de sus manifestaciones. No pensaba nada en particular y menos tratándose de ti que eres una monja muy legal, pero que ha sido una casualidad estupenda y me alegro de verte, porque con lo que llevo encima, necesitaba hablar con alguien más o menos próximo, y me ayudara aunque fuese de forma imaginaria.

_ No me asustes_ dijo Marianela_, que tienes. ¿No ha sido un éxito? y un bombazo la presentación del jodido el wáter? ¿Te sigue la mafia China?, o te han crecido los hijos enanos y putativos de tus amoríos.

_ ¿Tienes prisa monja? O te permiten en el convento, que tomes un ron acompañado de un tipo español muy gracioso,  con la necesidad de recibir un par de buenos consejos_ apuntó Javier, con una risa nerviosa en su rostro, esperando que Sor Marianela, accediera a su ruego.

_ ¿Tan apurado estás?, o son otros motivos inconfesables_ insistió Marianela_  Lo refiero por cómo me miras las tetas y sigues observando mis piernas, talle, mi falda y mi blusa del afamado Pierre Cardín. ¡Chico, me vas a desnutrir con esas miradas tan provocativas! _ rieron a la par.

_ Comprenderás que es imposible; una noche de sexo conmigo, ¡absurdo, ni lo sueñes!, ni siquiera tendrás motivos para retenerme en tu habitación. Ni habrán escenitas sensuales por mi parte.
Apurando ese trago de licor que voy a compartir contigo tan solo para que me cuentes que te pasa que es tan grave; me abro y me voy a mis cosas.  Aunque_ siguió argumentando de forma picaresca y mirándole de forma lasciva la hermana auxiliadora_, te veo diferente, más débil y no sé si podrás en tu estado engatusarme, como intentabas hace un par de semanas.

El Ford llegó al barrio, y Javier, le indicó al chofer, donde debía detenerse, bajaron del vehículo y la abadesa le dijo al taxista que volviera a por ella en el mismo lugar a partir de dos horas.
Accedieron al interior y se acomodaron. La reverenda se sentó cómodamente en el sofá y puso en marcha el televisor en la cadena que normalmente daban las noticias venidas de España.

Tan cómoda como si fuera su propia casa, y con tanta familiaridad y confianza, que enseñaba sin remilgos el encaje de sus bragas y la totalidad de sus piernas que cubiertas por unas medias de licra, dejaban ver todo el dinamismo de unas extremidades preciosas.

Javier le sirvió el coctel y se acomodó frente a ella, indicando desde la distancia el gesto de un brindis por la salud y por la ventura, sin que tropezaran las copas entre ellas.
Degustaron un sorbo corto y agradable, para pasar a las interrogaciones y las dudas, que en un principio se le antojaron a Javier. Dándole preferencia a ella y se pudiera explicar. Curiosidad despertada en Javier, y la causa, por la que la reverenda; Sor Marianela, vistiendo de calle, muy extremada fuera deambulando por la zona apartada del gran Coronado, acompañada de un piloto de su parroquia

_ Recuerdas, Marianela lo que me dijiste, la última vez que charlamos por teléfono_, le apuntó Javier textualmente a aquella guapa mujer desposada con Jesús, el de Arimatea_ te lo recordaré letra por letra; lo que llaman literalmente: por si no lo tienes fresco_( cuando necesites a una buena reverenda confesora, ven a verme que sabré lavarte los pecados sin centrífugas explicaciones y con el placer celestial, con que proveemos las desposadas con Cristo.
Que no todas, pero algunas hemos aceptado los cambios propios que generan la sociedad y la realidad de la vida. ¡Ah! y si no me encuentras búscame en Zihuatanejo)_ Matizó con sus palabras ayudado por la memoria estupenda de Javier, el que esperó la rápida respuesta de Marianela.

_ ¡Sí! Lo recuerdo, perfectamente. Veo además que tienes una memoria extraordinaria y que eres fiel a lo que escuchas_ anunció la monja_ ¿pero porque me lo cuentas?.
Te conozco y sabes que la decisión debe ser solo tuya, ahora en este instante ¿debes… tener problemas de índole personal? _ Lo adivinó aquella monja, por cómo había derivado la conversación mantenida desde que se acomodó en el Ford.

Lo mismo no has dirimido con cual te quedas de las dos mujeres, si la modelo la señorita Elvira, ¡Buenas tetas y mejores ritmos de cadera!; posiblemente se esté trajinando a Ariel y poniéndolo ciego, o como alternativa si te fallara esta opción quedarte con la olvidada farmacéutica. La licenciada Cecilia, que posiblemente sea la mujer que más te ha amado en este mundo, aun y no dándote cuenta.

Confesándote  además un detalle que no esperabas, que tenéis una hija en común y eso es lo que te retuerce el estómago, porque eres un desdichado y no aprecias lo que el destino te pone a huevo.

Siendo más fácil y ahí entro yo_ ¿verdad? dijo la monja_, así nos quitamos la responsabilidad de encima. Escuchando el consejo de esta monja cachonda con unas piernas estupendas a las que te estás comiendo con esos ojitos de pescado.



continuará
to be continued





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