Viene del capítulo anterior: Gruta vaginal
Capítulo Actual: Prostitutas por capricho
Mathías, “herr Sröeder”, fue oficial de las S.S, y nunca lo admitió pero
tuvo que salir huyendo antes que se celebrara el famoso Juicio de Núremberg. Dándose
a la fuga para siempre, vivir en la penumbra de los días y el crepúsculo de la
verdad.
Siempre vivió sumido en su propio secreto, en el de su identidad, de sus
miedos de la guerra, y de actos que cometió, aunque fuesen obedeciendo órdenes
de sus superiores, detalles que jamás comprendí.
Todo ello, quieras que no, te deja una inseguridad muy grande, que a medida
que vas cumpliendo años, reconoces que te hace ser una persona no exactamente
igual que las demás, que aunque éstas no tengan un trozo de pan que llevarse a
la boca, cuando explican, cuando narran, cuando critican incluso; lo hacen con
la tranquilidad de que no les pasará nada inesperado.
Jamás me faltó nada, pero siempre supimos que aquello se podía terminar.
Éramos diferentes, no nos podíamos comparar con nadie de nuestro alrededor,
hasta mi madre, cambió de forma de ser para llegar a ser una sumisa esclava de
mi padre, una callada y silenciosa persona. Otra víctima más de los nazis
llegados a Centro América.
No podía compararme con mis amigas, mi gente no era igual. No reíamos por
cualquier cosa, siempre estuve rodeada de fórmulas y de mandamientos que
cumplir. Esta situación fue un nudo irresoluble, que nos hacía vivir de puertas
hacia adentro y no poder llevar a nadie a casa, vigilar con quien me juntaba,
elegir a mis amistades con demasiada escrupulosidad y encima, algunas personas
que eran para olvidar, te las colocaran sin ser de tu gusto; tuvieran que
intervenir por obligación. Un desastre para una niña abierta como era yo, en mi
infancia.
Hasta que me enviaron a Boston, para estudiar y para evitar que sufriera
los desgastes de la guerra Somocista y a la vez quitarse mi presencia de
encima, para según que padres, es un compromiso tener que educar a sus hijos,
como Dios manda.
Me adapté a la fuerza, me acoplé con unas niñas mejicanas y otras venidas
de Colombia que coincidimos en el colegio mayor y nos hicimos muy amigas, yo la
menor de ellas, adopté sus costumbres y me dejé llevar por sus aficiones.
Aprendí todo lo que ellas me enseñaban y superé aquella falta de padres que me
inundaba, crecí sola y amparada por amigas que hicieron el papel de
benefactoras.
Con el tiempo conocía a Gary, en la Universidad, un tipo muy agradable con
un sentido del humor muy americanizado,
de una familia muy significada en la ciudad. Aquella tarde que le eché el ojo,
estaba jugando en la Bolera de la calle catorce, con un cubano llamado
Williams, muy gracioso, y que además cantaba flamenco y salsa de Puerto Rico.
Entablamos una amistad preciosa, sincera y calurosa. Tanto que un buen día nos
encontramos desnudos follando encima de su piano. Entonces comenzó nuestro idilio fantástico del que no
me despegué hasta que no le vi los inconvenientes.
Felicidad, drogas y rock and roll con Gary,
con el cual tuve unos años de felicidad extraordinarios mientras
estudiaba su propia tierra, del cual engendré y parí a una niña a la que
pusimos por nombre: Mildred.
Mi hija ya ha cumplido los veinte años, sigue viviendo en Boston, que no
tengo apenas contacto, aunque sí; nos vemos de vez en cuando y nos queremos a
nuestra manera. Sin embargo mi hija hace su vida y yo hago la mía.
Los conflictos familiares y las malas acciones hacen que padres e hijos
vivan apartados y no porque no sean buenos, los unos con los otros, porque la
vida distancia. Haciendo que los provechos tan consumados y jodidos hagan el
resto.
Vive Mildred, con la familia de Gary.
Que fue como decía, mi primer amor, del que bebía las aguas por él y aunque nos
juramos amor eterno, jamás se pudo realizar aquel sueño.
Es imposible mantener a veces las palabras de tu propio juramento, a pesar
de que cuando las pronuncias, estás completamente segura_. Matizó moviendo la
cabeza y testificando_. Tampoco me casé con Gary, no porque no quisiera yo.
No lo permitieron sus padres, al saber que era hija de un comandante Nazi,
escondido en América y buscado por los caza recompensas de medio mundo.
Gary era un tipazo, fornido, guapo, rico y además culto, la única falta que
tenía que se dejaba gobernar por su madre y esta lo llevaba de culo.
Un portento en los estudios y cuando acabó la carrera, y ocupó su lugar en
la industria; se transformó en un economista destacado de la delegación de la
Warner Bross, en Boston.
Gary Donahue, que tiene un nivel de vida grandioso, con ayudas por todas
partes, no le costó casi nada criar a la nena. Ella, mi niña Mildred lleva el
mismo ritmo que su papá, y es tan especial como él.
Tampoco le gusta Managua, ni quiere cambiarla por Boston. Encuentra
diferencia y lo entiendo_ dijo Mechthild como queriendo justificarla_ siguió
argumentando aquella larga explicación_. Dejamos nuestra relación Gary y yo;
porque llevaba una doble vida_ paró para matizar y dijo_, ¡Es mentira! _Eso lo
digo yo, porque me interesa, y que nadie me culpe directamente_. La dejamos
porque no quise quedarme con mi hija y con él en Boston.
No quise responsabilidades ni crianzas de una hija. No supe ser madre, ni
esposa. No tuve corazón. ¡Así fue! Toda la culpa de la Nica, esta que ves,
frente a ti_ se reprochó frente a Manolo, que la miraba, sin saber que decir y
aguardando el final de aquella historia.
_ Aun viviendo en los Estados Unidos_ recordó para relatárselo a Manolo_, y
ya con el compromiso de Gary, la imposibilidad de la boda, mi embarazo;
vinieron los miedos, los vicios y alcohol, el juego. Yo; demasiado joven sin
rumbo, acababa mis días a la velocidad del relámpago, por ello mis padres
enviaron a una cuidadora desde Managua para que fuera mi estimulante y tutora
hasta concluir con los estudios y que la guerra en Managua, tocara fin.
Prácticamente vivía con mi tía, Malena, a la que jamás le llamé por el
parentesco, como nos llevamos poca edad, podían fácilmente confundirnos con amigas
de piso, o coleguitas de la Universidad.
Ella, Malena, tan guapa, con aquella planta, con el color de piel precioso,
la que me enseñó todas las malicias que ahora se y la macana que adapto para
conseguir lo que quiero.
Fue la despachada a cuidarme y quedarse conmigo, para guía de
comportamiento y vigilancia en los trances habituales del embarazo.
Acabamos las dos siendo unos pendejos, y follando como conejas en aquella
ciudad americana.
Nos veían curiosas, y muy guapas con este tono de piel que tenemos y les
hacíamos creer que éramos presa fácil para los idiotas que se nos acercaban.
Después les desplumábamos los dólares y los tragos, entre otras cosas, una vez
nos daban caña puta y nos hacían disfrutar, nos gozaban y les gozábamos; sin
las complicaciones que en nuestro país se usan como costumbre, al tirarte a un
tío.
Nos vinimos a Managua_, aclaró convencida_, y comencé prácticamente de
nuevo.
_ Como te comentaba, en cuanto volví
de Boston, una vez dejé allí a Gary a mi hija, a sus abuelos y a los amigos_
pocos los que valían la pena_, en aquella ciudad imponente si la comparamos con
mi tierrita; me presentaron a Julen.
Estaba recién retornada de Boston, con la carrera universitaria finalizada una
hija oculta, más leyes que la tabla de los Mandamientos Hebreos y un bagaje de
vivencias amplio como el Testamento de Nicea.
La contienda entre civiles de mi tierra, ya había acabado o eso parecía.
Fue mi segundo amor, lo quise desde el principio, me hacía salir de una vez
por todas de todo aquel corsé de lo prohibido; bueno y lo malo; que me oprimía
desde mi adolescencia.
Nos conocimos por mediación de una ocupación profesional que realicé en la
capital de la República, y de una amistad colateral lejana, que nos presentó
por convenir en labores técnicas, relacionadas con la seguridad doméstica.
Un especialista que estaba muy vinculado con la gran familia Costosa, otro
sicario venido a técnico de humanidades y seguridad en aspectos anti rapto y
anti todo lo que se considera como reglamentario.
Los “pro somocistas”, anti rebeldes,
los que estaban en el poder antes de la revuelta y a la vez tenían una relación
muy estrecha con mi padre.
Narciso Costosa Diskatble, ex alto ejecutivo político y Mathías Sröeder, llegaron a ser amigos y se encontraban con asiduidad por temas poco declarables, que jamás intuimos en el seno
de nuestra familia.
La de prebendas que llegó a retener mi padre y la de misterios que
compartían en tapado, era notable. Aunque lo disimulaban y negaban.
to be continued
Continuará......
Continuará......
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