Había llegado a los grandes almacenes y al
pasar con el carrito de la compra. Ese que puedes utilizar, tan solo
depositando una moneda, en el receptor que lleva en el manillar. El que de vez
en cuando deja caer una pequeña descarga eléctrica, sin hacer heridas ni daño,
pero que jode porque la corriente estática que contiene el carretón regala un zumbido
al sufrido empujador que le cruza el cuerpo. Sin más invento, le hace ver las
estrellas, al finalizar esa graciosa electrocución venial.
Aquel que de vez en cuando obliga a ir de lado
porque no se deja dominar, sobre todo cuando lo llevas cargado con peso y
tozudo manda ir casi torcido a la derecha o izquierda, dado que sus ruedas no
dan más de sí, o están puestos adrede y aleatoriamente para que al llegar a
caja exhausto pagues sin mirar los motes y te vayas a descargarlo para perderlo
de vista.
Ni más ni menos Julián había tomado uno de
esos armatostes y lo iba cargando a medida que veía lo que le hacía falta,
además de revisar su lista, que previamente llevaba hecha desde el día anterior
y que era lo que realmente le había dado motivo para entrar en ese gran híper.
En uno de los pasillos, hubo algo que le llamó
la atención de forma descarada, fue un segundo, iba despistado y alguna palabra escuchada, procedente de la pantalla del televisor que unida al
borde de la estantería, permanecía conectada, llegó a los oídos de Julián y eso
le hizo atender a toda la explicación que el anuncio daba.
No era más que un portalámparas, con un led,
color blanco, chiquitito, muy barato y con infinidad de posibilidades de
colocarlo en el hogar con grandes ventajas, sin cables, sin penurias al instalar,
y además valido para orientarte en las noches, dado que lleva incorporado un
sensor que a la más mínima de movimiento se pone en marcha, dispensando un
chorro de luz blanca, que ciega casi la vista, si lo miras con descaro.
Con sus pilas de voltio y medio incorporadas,
y con una fijación discreta para su colocación en el lugar que pretendas
usarlo.
_ Mira que chulo, es esto_ Pensó Julián,
recordando que en el pasillo de la primera planta no tiene interruptor de luz y
cada vez que ha de levantarse a hacer aguas menores en la noche, tropieza en el
pasillo con el jarrón de barro cementoso, que su querida esposa ha colocado en
el suelo, para que decore el recodo.
Justo al lado de la puerta de paso, donde
nadie lo espera y menos; a las tres de la madrugada, cuando te aprieta la
vejiga y tienes necesidad de mear con urgencia. Sin contar con la genuflexión
que has de hacer, cuando notas lo has maltratado con el dedo gordo del pie, y
se cimbrea, diciéndote de forma vil; me caigo, o no me caigo.
Accidente provocado al ir medio dormido y para
que el susodicho jarro, no se rompa. ¡Te despiertas de facto! No vayas a tener más que palabras con Clara,
su amada y dulce compañera, a esas horas tan intempestivas de la madrugada.
Todo fue un pensamiento y la lámpara, cayó
dentro del carro. Un precinto especial, con una foto en la caja que lo
contenía de luces relucientes, que decía en letras muy claras. La luz de los
Fantasmas. Siguió dando alguna vuelta más por el Híper, hasta que agotó la
lista de los comestibles que todos se hundieron dentro de aquel jodido carro.
Consumibles que necesitaba y viandas para llenar su alacena familiar.
Llegó a una de las cajas de pago, donde una
señorita, vestida de rojo fulminante, iba pasando los paquetes bajo un detector
lumínico que asentaba electrónicamente cada valor en una lista para después ser
abonado. Al llegar a la luz de los Fantasmas, la cajera, lo miró, lo reviso, lo
abrió y pasó por el lector haciendo un comentario a su cliente.
_ ¿Tiene fantasmas en su casa? Y encima les
pone alumbrado. No sé yo, si lo haría_ dijo con gracia aquella mujer, sin
esperar respuesta del cliente_, mientras continuó marcando artículos a medida
que los iba dejando en la cinta transportadora, hasta que al final arrancaba la
lista de lo adquirido y le volvía a repetir a Julián el costo de aquella compra_. Setenta
y tres euros, con siete céntimos.
Julián una vez lo tenía colocado de nuevo en
el carro metálico, sacó su tarjeta black del bolsillo y la introdujo en la
rendija de la caja recaudadora, marcando en número Pink secreto de la tarjeta
bancaria, esperando la respuesta electrónica
de _: ya puede retirar su tarjeta_ Detalle que ocurrió en tan solo dos segundos.
de _: ya puede retirar su tarjeta_ Detalle que ocurrió en tan solo dos segundos.
Tirando nuevamente del carromato ¡Ese trasto!
Que te cabrea y que mandarías a la ¡mierda! por lo difícil que se hace conducirlo por
el pasillo del almacén en forma sosegada y sin necesidad que el cacharro te
obligue y mande. Que debas hacer tanto esfuerzo al empujarlo para colocarlo derecho.
El coche estaba cargado, todo bien colocado en
la cajuela del auto, el cinturón de seguridad sujeto. La marcha comenzó y
cuando salió del parking a la calle, ya era noche cerrada, a pesar de no ser
demasiado tarde, los días acortan desde el retraso del horario,
correspondiente al uso de invierno.
No encontró apenas tráfico y el llegar a su domicilio, fue una audición de música placentera, la que fue escuchando desde la radio de su vehículo.
No encontró apenas tráfico y el llegar a su domicilio, fue una audición de música placentera, la que fue escuchando desde la radio de su vehículo.
Cuando colocaba los artículos comestibles en
las estanterías de los armarios de la cocina, Clara, tropezó con la cajita de
la luz de los Fantasmas, y preguntó a Julián.
_ Cariño, que es esta caja tan mona que dice
¿Luz de los Fantasmas? y, para ¿quién es?
_ ¡Ah sí! Es un candelero para el pasillo de
la primera planta, es una luz que nos orientará en la noche automáticamente y
cuando nos levantemos, sola se activará y nos alumbrará para no caernos_, dijo
Julián en respuesta a la pregunta que le hacía Clara.
_ ¿Quieres decir Julián que esto, funcionará?
Te dejas convencer por todo lo nuevo que sale al mercado, si fuera yo, la que
lo hubiese comprado, me dirías que nada más gasto en cosas inútiles.
_ Mujer; es para no caerme cuando me levanto
por las noches en busca del lavabo_, contestó el joven marido_ Si por
casualidad te rompo el jarrón del recodo, me dirás que si estoy ciego, sino me
fijo, si voy como los toros guiado por el olfato. ¡En fin es para una comodidad
más de la casa!
_ ¡Bueno… bueno!, y ¿cuándo la estrenarás?_ inquirió Clara, con
guasa.
_ Pues hoy mismo_, Le voy a colocar las pilas
y la situaré en un lugar donde perciba el mínimo meneo, a ver qué tal.
Acabando de decir sus últimas palabras, recogió
la cajita y la espachurró por las prisas al abrirla, sacando la lámpara, pasándole
una gamuza por encima y disponiendo las dos pilas de voltio y medio, que
adjuntas venían en la misma compra.
Yendo al lugar más adecuado para situar la lámpara detectora, que quedó instalada en un santiamén.
Yendo al lugar más adecuado para situar la lámpara detectora, que quedó instalada en un santiamén.
Aquella noche, cuando se cerraron todas las
luces de la casa, nadie notó el movimiento que tenía aquel artilugio, que a
cada momento se encendía la luz, y se volvía a desconectar, con un ritmo fuera
de lo normal y sin que nadie pasara frente a ella, ni hubiera movimiento ni
detección de nada, ya que el matrimonio estaba metido en la cama, a esas horas
roncando y aquella lámpara, se iluminaba a cada poco y volvía a apagarse. Sin que
tuviera movimientos físicos en su radio de acción.
Clara, fue la que abrió los ojos en un sobresalto,
y desde la cama, en su habitación vio la luz activada de la lámpara en el
pasillo contiguo, y sin dar importancia, esperó a que la luz se difuminara. Al
poco, ocurrió que aquel reflejo fue perdiendo potencia y quedó de nuevo en
penumbra. Ella, no se movió, mientras Julián roncaba como una máquina de hacer
churros, y desde la cama prestando oídos y vista en la oscuridad, notó de nuevo
que la luz prendía con fuerza, sin que nadie hubiese pasado frente a ella.
Así permaneció Clara durante un buen rato, a la expectativa, poniendo incluso oídos al pasillo, porque alguna cosa rara, detectaba, sin poder adivinar que era. Algo anormal sucedía, sin explicación física posible. El sueño la venció y aquel movimiento extraño frente al detector de movimientos, se prolongó disparando y activando los leds de encendido.
Así permaneció Clara durante un buen rato, a la expectativa, poniendo incluso oídos al pasillo, porque alguna cosa rara, detectaba, sin poder adivinar que era. Algo anormal sucedía, sin explicación física posible. El sueño la venció y aquel movimiento extraño frente al detector de movimientos, se prolongó disparando y activando los leds de encendido.
El reloj del pasillo donde estaba situada la
luz, iba marcando las horas, y aquella alegría de luces y sombras se daba, como
si fuera una normalidad admitida.
Hasta que la próstata de Julián dijo de evacuar el líquido que contenía el órgano, en su primer intento en la noche.
Hasta que la próstata de Julián dijo de evacuar el líquido que contenía el órgano, en su primer intento en la noche.
Al abrir los ojos aquel hombre advirtió la luz
de los Fantasmas, prendida y se extrañó de la casualidad. Notó que Clara dormía
profundamente feliz, hasta demasiado subterránea, comparado con otras noches,
que al levantarse él de la cama, ella, siempre tenía preparada una palabra,
aunque durmiese. Siempre hacia algún comentario, de queja, de advertencia o de
reprobación.
No dando importancia aquel hombre, medio desnudo y descalzo, salió al pasillo y la luz era asombrosa, un halo blanco embargaba el ambiente, estando todo tan recogido como si se tratase de un bodegón.
No dando importancia aquel hombre, medio desnudo y descalzo, salió al pasillo y la luz era asombrosa, un halo blanco embargaba el ambiente, estando todo tan recogido como si se tratase de un bodegón.
El cuadro del caballero medieval sin afeitar, que
pendía frente al espejo del pasillo, serio como siempre, el butacón tan mullido
vacío y libre, el jarrón del recoveco intacto, y su paso al excusado no dio
problema alguno. Hizo las necesidades fisiológicas pertinentes y al salir del
lavabo al pasillo, la luz estaba apagada y de inmediato se conectó, observando
que el jarrón tenía una vibración oscilante, como si alguien lo hubiese meneado
al tropezar fortuitamente con él, y el cojín del butacón en el lado izquierdo,
cuando siempre solían dejarlo del derecho.
Dio una ojeada alrededor y no vislumbró nada
que le hiciera sospechar, aunque aquel jarrón seguía balanceándose. Recorrió su
camino, y al desaparecer del pasillo, y entrar en su habitación la lámpara se
quedó apagada. Se metió en la cama y antes de cerrar los ojos, quiso ver si había
movimiento, algo en su interior le decía que había algo extraño, que no sabía
comprender en aquel instante, miró la hora, del reloj de su mesita de noche_
entre pensamientos, dijo las tres y siete_ y el sueño, le quitó la consciencia, dejándolo
cao, en nada.
A la mañana siguiente, cuando desayunaban,
Clara, comentó a Julián, que en la noche anterior, no lo había escuchado
levantarse a orinar, y él dijo a su vez, que nunca la había notado dormir tan fonda.
Clara le comentó a su marido, que en un momento
que se despertó, notó algo raro en el pasillo, y que la luz estaba prendida.
_ Lo veo raro, sabes Julián. ¿No habrá nadie
que no sabemos?_ argumentó Clara, no sin pena.
_ Por cierto, como has encontrado el cojín del
butacón, a la derecha o la izquierda_ preguntó Julián.
_ Como lo voy a dejar, como siempre, como está.
No lo ves. Al lado derecho.
_ Es que anoche al salir de mear, estaba en el
otro lado, y además esta mañana cuando he despertado, encontré esta moneda a
los pies del butacón que no parece nuestra, es de hace dos siglos más o menos.
¡No te parece inaudito!
¡No te parece inaudito!
3 comentarios:
Grande, Emiio.
Que buen manejo de la narrativa y como defines de bien todos los hechos acontecido en el centro comercial con ese carro maldito.
Muchas gracias, amigo
Grande, Emiio.
Que buen manejo de la narrativa y como defines de bien todos los hechos acontecido en el centro comercial con ese carro maldito.
Muchas gracias, amigo
¡¡¡Uuuuffff!!! No compro una lamparita ni de coña, me ha sobrecogido el relato. Muy bueno amigo Emilio.
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