viernes, 28 de noviembre de 2014

El wáter cósmico_ Mujer apasionada_


Nuevo Episodio del relato:

Mujer Apasionada



_ Señor, aquí le presento a la dama. Doña Glenda… Ángel interrumpió al empleado con un gesto grosero y pasando de sus explicaciones se acercó a ella, dándole un par de besos y un abrazo.


Glenda le hizo un gesto elocuente a Meche, el que desapareció por el foro sin dejar huella.

Aquel hombre no tuvo bastante con aquellos dos besos inocentes, y  una vez se quedaron solos, uno frente al otro,  la besó en los labios con una riqueza exquisita, que a ella le supo a gloria, agazapándose a su cuerpo y haciéndole notar los promontorios de sus pechos y el suave toque de sus rodillas con las suyas. Abrazándole por la cintura de forma sensible, sin dejar que accidente fortuito interrumpiera el instante de placer que estaban percibiendo.

Glenda, no hizo nada para precipitar el final dándole motivo para que aquel éxtasis no concluyera y llegara a término en el espacio natural. Lo alargaron hasta que se quedaron sin aire en los pulmones y quedaron satisfechos de una andanada inesperada.


_ Empezamos bien coloradito_ dijo con gracia Glenda, mirándole con agrado y tocándole con sus dedos los labios de Ángel, tratando de quitar el carmín que se había impregnado en la comisura de su boca.  Volviendo a juntar su aliento para que volviera a ser besada por el caballero. El seductor usaba los labios, más que para besar, sin mediar palabra ni mueca, como si aquella acción tan agradable tuviera que prolongarse por espacio infinito, hasta que ella, para descansar y liberarse le preguntó sin  titubeos_ ¿Cómo fue con Rosalía? ¿Te agradó su compañía?

Él respondió enseguida, de forma que a la señora le encantó_.  No estamos aquí, para hablar sobre tu empelada, imagino que ella, te habrá explicado lo que le haya convenido, pero no me preguntes a mí. Como caballero, no te diré jamás, que fue lo que ocurrió.

_ Sabía me ibas a responder así. Aunque, también te digo. De haberlo hecho de otra forma, habría dudado de tu lealtad y me hubieses ofendido. El descubrir intimidades que no vienen a cuento. ¡Por cierto!, ¡No te incomodará que te llame coloradito! ¿Verdad?_ siguió Glenda, con la charla intentando cambiar de rumbo.

_ ¡No! Para nada, pero no sé a qué viene ese calificativo_ le conminó Ángel, pensando de donde había sacado ese llamamiento.

_ Verás_ dijo ella_, los chicos de aquí, son casi todos morenos, tirando a oscuros y verte a ti con esa piel tan clara, tan distinta, hace que incluso  a veces según te miro, te sonrojas y te pones del color del mango maduro, ¡coloradito!
Por ello creo que “coloradito” es el calificativo que te personifica _ Quedó sin palabras abriendo la boca y mostrando su dentadura amplia y blanca, esperando la reacción del vendedor. Este con una sonrisa y un pico en su hocico, cerró de forma inmediata, sus ganas de reír.

Se sentaron frente a frente, y Glenda solo tuvo que alzar la mano para que Meche, llegara como una bala, trayendo la carta, sin que hiciese falta, ya que ella había dispuesto el menú sin contar con la participación de Ángel.

_ Doña, he traído conmigo la carta por si hiciese falta_ dijo Meche, a lo que le respondió con dureza Glenda_ Cuantas veces he de decirte que sigas lo que indico y no quieras meter tus deseos en lo que no te incumbe.
Retira este refrigerio_ asentó con genio Glenda_ y tráenos el primer entrante, y el vino que te pedí. Verás cómo dejamos a gusto a mi querido amigo_. Finiquitó sus palabras, mirando a Ángel y despidiendo al empleado con cajas destempladas.


Ni una sola palabra argumentó el asistente, y se llevó el servicio del aperitivo, que ni siquiera había probado Ángel, quedándose a solas los dos,  mirándose a los ojos y contestándose mil preguntas.
El tablero de aquella mesa, sin el mínimo mantel, totalmente acristalado dejaba pasar todas las imágenes que se daban por debajo del cristal transparente, ayudada de los espejos laterales y  azulejos permitían observar cualquier dibujo de cintura para debajo de los dos comensales.


_ Con qué, vas a sorprenderme_ interrogó Ángel, dibujando una sonrisa amplia y llevando sus ojos al canalillo del pecho de la mujer, que notaba como estaba siendo devorada por aquellos faros pistacheros.


_ No puedo inflarte de alimentos cargantes_, comentó Glenda, dejándose caer sobre la silla y abriendo un tanto las piernas para dejar entrever al amigo sus muslos hasta la altura casi de las bragaduras_. Ni de bebidas espirituosas, si quiero que después en los negocios, tengas la mente plena, el deseo tenso y las prisas frías como un cirujano. ¿No lo crees?


_ Te entiendo Glenda, ¿entonces qué hacemos aquí?, los dos perdiendo el tiempo, ¡vamos a comenzar con los preliminares!_ riendo le contestó Ángel_. No perdamos tiempo, que dicen que es oro y para que comer si después lo hemos de perder todo en los esfuerzos. Pasemos directamente al amor y al capricho.


_ Deja que sea yo_, manifestó Glenda_, quien disponga de ti en este rato, que luego ya no sé cuándo podremos coincidir en otra transacción del tipo personal.

Permite que disfrute de mis ilusiones sin que tenga que penar. De momento he notado en mis labios que besas muy bien, que ya es algo. Sabes dar ese impulso de placer, que las mujeres buscamos en cada mimo, no lo haces pesado ni te quedas corto, usas bien la lengua y me place tu sabor_. Continuó haciendo uso de la palabra la señora sin cortarse_. Además no eres demasiado guapo, pero te encuentro atractivo, sensato, embustero y pasional. Elementos que dentro del cuerpo de un hombre ambicioso como te noto, hacen que sea siempre una aventura excitante y turbulenta_, hizo una pausa para mirarlo con descaro entre sus piernas, ayudada por la transparencia de aquella mesa cristalina y preguntar_, que me dices tú de todo esto que te acabo de contar_ siguió con la declaración sin titubeos y además_ insistió_, no lo pienses demasiado en dar la respuesta, si no quieres que pierda su validez.



_ Puedo decirte dos mil cosas_, arguyó Ángel, completamente excitado por lo que intuía y distinguía desde su silla, que no era más que la provocación de Glenda y siguió con el uso de la voz_. Comenzaré por abajo, me gustan tus zapatos, imagino que llevarlos deben darte una molestia muy pesada, y si los cargas para agradarme y ponerte un poco más a mi nivel. Te diré querida que no ha lugar, ya que por ti misma me sobrepasas en clase, en belleza y en sensualidad.
Tienes tanto morbo y me pones tanto que ya es un delirio el que me ata a ti. Luego sabrás, puesto que tú misma lo comprobarás y te quedarás convencida,  que si he accedido a venir a esta comida y lo que de ella se derive, no es el lucro de ningún negocio. Aunque aparentemente se hayan dicho barbaridades semejantes. Si estoy aquí; es simplemente porque me atraes como mujer y necesito seducirte y amarte aunque sea por unos momentos, pero sé de cierto, que me muero por hacerte mía.
¿He de seguir justificando?, o con esa pincelada tienes bastante _ finalizó la arenga aquel hombre que ya estaba fuera de sí, antes de comenzar a saborear aquella sopa de caracol, que yacía desde unos segundos en el carrito de servicio.

_ Creí que al comenzar por abajo, y cito literal tus palabras_ dijo Glenda_, ibas a destacar en esos fondos profundos y misteriosos tan sexis, algo distinto a los zapatos, y el dolor que me producen. Eso me da pie a pensar que eres un tipo relajado que comienzas las cosas bien y las acabas mejor. Por ello, me encantas de nuevo. Ya lo hiciste en el viaje desde España, donde en el avión no pudimos entablar conversaciones personales  a nuestro gusto, y declararnos ésta, nuestra intimidad, como lo hacemos ahora en el Mar Adentro.



Dejemos que Meche nos sirva y continuaremos nuestra aventura sin prisas y con esas ganas que demuestras nada pactadas.
Volvió a gesticular con su mano derecha y fue un relámpago el tener un exquisito plato con cuatro verduras y una sopa amarillenta de cangrejos y caracoles de mar.









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