lunes, 10 de noviembre de 2014

Los Arios, aman de otra forma






Otro capítulo del Water Cósmico
Relatos encadenados  


Situación nada agradable para Anguela, que esperaba siempre ir un poco más allá y ser un poco más amada, querida y ansiada. Tener un sexo delicado y apasionante, disfrutar del contagio de los cuerpos cuando se llaman para perderse en la inmensidad de los placeres y en la satisfacción en un buen coito.


Acostumbrada desde su juventud a una sexualidad excesivamente extraña y precaria le valía todo. Obligada a amancebarse sin que prevaleciera deseo o atracción personal. No sabía mantener una relación íntima con nadie, ni hallaba un atractivo. Ni siquiera podía disfrutar del cuerpo ajeno que la poseía en el momento del clímax. El que intentaba con ella correrse por placer y morbo. Buscando sin saberlo, a ese hombre que la satisfaga, que la desnude con pasión y que la engatuse con zalamerías hasta dibujar en su cara el goce de un orgasmo preferido y pretendido.


Mujer madura, llena de ansias, esperando la deleiten y con las ideas tan claras como la tuvo su madre al huir de aquella, la España revuelta, la tierra que dirimía una guerra fratricida, una contienda entre hermanos, por  las envidias, los abusos, crímenes y barbaridades religiosas que no supieron frenar, o quizás a alguien le interesaba se produjera. Todo ayudó al cambio radical sufrido por la señora Kronen Müller

 

Anguela a medida que fue ganando experiencia se hizo viciosa y beoda como lo es Jürgen.  Fullera y tramposa,  muy puta y ardiente, tan fogosa, que no tiene reparo en ir de frente a los tíos y ofrecerse para un polvo cuando a ella le apetece. No se basta con un solo hombre, porque los desgasta en la cama, y los despedaza psíquicamente después de vejarlos y despreciarlos.


Dentro de su estampa, que muestra una efigie nada desdeñable, se perfila un cuerpo no demasiado atractivo, pero tampoco es un adefesio, aguanta en la barra, lo mismo que en la cama y jamás tiene fin.

Jürgen Otto, viene de una juventud algo ficticia, la heredada del modus de vida Hitleriano, el muchacho precioso y rubio que fue adiestrado únicamente para defender la raza Aria.

Joven que educaron sin miramientos religiosos y sin sentido, sin remordimientos aparentes, sin la cultura dedicada al compromiso de ayudar a sus semejantes, fuera el color de piel que fuera, y de la región de donde viniera.


Otro de los elegidos para mandar al frente de batalla a temprana edad, y de los que se tuvo que tragar ese miedo penetrante en las trincheras y en los frentes de ataque. De los que se ensuciaron los pantalones con sus miserias al tener que soportar las calamidades de las consecuencias de tanto loco.


Resistiendo un frío que les calaba los huesos en los campos de Rusia, y esperando que de un momento a otro un proyectil le volara los sesos, dejando todos aquellos asquerosos aprendizajes nazis en la propia zanja, sin que nadie lo reconociera. Carente de una infancia ordenada, con la falta del consejo de los padres y el apego que dan los hermanos. La familia feliz que no tuvo, aquella que repartiendo lo que se tiene es dichosa.

Víctima de las atrocidades de aquel tiempo y de las miserias de los indecentes.
Criado en la más estricta soledad, defendiendo los compases del subyacente nacional sindicalismo de la política de su país.
Varonil y atlético, fondista en su juventud y abanderado del blasón de la Cruz Gamada.
Cabezota y terco como una mula en sus conceptos y sin visos de compadecerse absolutamente de nadie por carecer de principios. Ocupando uno de esos lugares,  de los muchos tipos de personas que existen. Los que en lugar de comportarse como humanos se muestran como máquinas de precisión dentro del protocolo que les exigen y con la mente cerrada a los sentimientos y a los afectos.



Cuando acabó la guerra, ya no mantenía su lozanía, fue hecho prisionero en los frentes de Stalingrado y cuando lo devolvieron a su Berlín de nacimiento, el joven Jürgen, no era más que una sombra de lo que asemejaba.


En Tacna, los preparativos del primer evento para la presentación del wáter cósmico, estaban a punto de caramelo, Ángel de la Rosa, emocionado porque parece que todo le va de primera, espera recibir a los actores que intervinieron en Costa Rica, ayudando a Javier, La actriz Cinta Vergaray, conocidísima en la televisión Tica, sin embargo a Severiano Simón Campos, no le pudo hacer participar y con ello no pudo viajar, por tener un contrato que debía cumplir  en breve. Una obra de teatro musical recorriendo las poblaciones de su país, y por fechas y desplazamiento no podía atender la contratación de la empresa Schissen Lecker.



En otro lugar, no muy distante, Rosalía ya había llamado por teléfono a su amigo Ángel de la Rosa, para que se viera lo antes posible con su jefa y protectora Doña Glenda Romero, en uno de sus apartamentos, para que además de charlas de negocios, relaciones extra personales, pudiera presentarle a su marido. Con el fin de ser introducido el vendedor, en las esferas de negocios de la ciudad Tacneña. Por ello Rosalía volvía a llamar en aquel instante al comercial del wáter cósmico, para que no se olvidara.


_ ¡Si dígame! _ Preguntaba Ángel al descolgar el teléfono de la habitación del hotel Princess, donde residía.

_ ¡Hola Don Ángel! Contestó Rosalía con una voz muy cálida y sensual, no me dirás que aun estas en cama, son ya las seis de la mañana y hace un día extraordinario_ abundó la guapa de Rosalía.

_ ¡Hola buenos días maja! Es hoy cuando tenía que verme con Glenda ¿no es cierto? _ habló con una expresión y acento de su Aragón de procedencia.


_ Pues claro, por eso llamo, para que no te retrases. Te espera a las once del día en el restaurante Mar Adentro, cerca de la Avenida Bolognesi, cruce con Gustavo Pinto, que desde donde estás en el Hotel Princess, Avenida Gregorio Albarracín, tienes en auto unos diez minutos de trayecto, depende por donde vayas.


_ Eres un sol, lo sabías_ le dijo Ángel recordando la “Nuit Espectaculaire” que disfrutaron no hacía demasiadas fechas.


_ ¡¿Cómo eres amigo mío?! y tan halagador cuando te interesa. Luego igual te olvidas de lo que tú; loas de intrascendente y miras hacia otro lado_ le dijo Rosalía con resignación, enviándole un mensaje entre líneas, al ver que todo era un juego de provechos y que ella misma había preparado el tropiezo con su jefa, después de haber probado las substancias del caballero.


_ No seas celosa, que estoy seguro ella; tu protectora, Doña Glenda, no ha de llegarte a la altura de los tobillos, ni en erotismo, ni en pasión_,  siguió aportando Ángel_ la vida es así y nos la hemos de ganar a veces, contraviniendo nuestros deseos y gustos, en pro de alcanzar aquello que necesitamos conseguir.

No estaba demasiado de acuerdo con aquella frase que cerraba la charla, Rosalía, sabía que poco vería a partir de entonces a Ángel de la Rosa, tras los negocios y enredos que se llegaran a inventar con su jefa Glenda, aquella mujer tan lista y ninfómana.


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