Otro capítulo del Water Cósmico
Relatos encadenados
Situación nada
agradable para Anguela, que esperaba siempre ir un poco más allá y ser un poco
más amada, querida y ansiada. Tener un sexo delicado y apasionante, disfrutar
del contagio de los cuerpos cuando se llaman para perderse en la inmensidad de
los placeres y en la satisfacción en un buen coito.
Acostumbrada
desde su juventud a una sexualidad excesivamente extraña y precaria le valía
todo. Obligada a amancebarse sin que prevaleciera deseo o atracción personal.
No sabía mantener una relación íntima con nadie, ni hallaba un atractivo. Ni
siquiera podía disfrutar del cuerpo ajeno que la poseía en el momento del
clímax. El que intentaba con ella correrse por placer y morbo. Buscando sin
saberlo, a ese hombre que la satisfaga, que la desnude con pasión y que la
engatuse con zalamerías hasta dibujar en su cara el goce de un orgasmo
preferido y pretendido.
Mujer madura,
llena de ansias, esperando la deleiten y con las ideas tan claras como la tuvo
su madre al huir de aquella, la España revuelta, la tierra que dirimía una
guerra fratricida, una contienda entre hermanos, por las envidias, los abusos, crímenes y
barbaridades religiosas que no supieron frenar, o quizás a alguien le
interesaba se produjera. Todo ayudó al cambio radical sufrido por la señora Kronen
Müller
Anguela a medida
que fue ganando experiencia se hizo viciosa y beoda como lo es Jürgen. Fullera y tramposa, muy puta y ardiente, tan fogosa, que no tiene
reparo en ir de frente a los tíos y ofrecerse para un polvo cuando a ella le
apetece. No se basta con un solo hombre, porque los desgasta en la cama, y los
despedaza psíquicamente después de vejarlos y despreciarlos.
Dentro de su
estampa, que muestra una efigie nada desdeñable, se perfila un cuerpo no
demasiado atractivo, pero tampoco es un adefesio, aguanta en la barra, lo mismo
que en la cama y jamás tiene fin.
Jürgen Otto,
viene de una juventud algo ficticia, la heredada del modus de vida Hitleriano,
el muchacho precioso y rubio que fue adiestrado únicamente para defender la
raza Aria.
Joven que
educaron sin miramientos religiosos y sin sentido, sin remordimientos
aparentes, sin la cultura dedicada al compromiso de ayudar a sus semejantes,
fuera el color de piel que fuera, y de la región de donde viniera.
Otro de los
elegidos para mandar al frente de batalla a temprana edad, y de los que se tuvo
que tragar ese miedo penetrante en las trincheras y en los frentes de ataque.
De los que se ensuciaron los pantalones con sus miserias al tener que soportar
las calamidades de las consecuencias de tanto loco.
Resistiendo un
frío que les calaba los huesos en los campos de Rusia, y esperando que de un
momento a otro un proyectil le volara los sesos, dejando todos aquellos
asquerosos aprendizajes nazis en la propia zanja, sin que nadie lo reconociera.
Carente de una infancia ordenada, con la falta del consejo de los padres y el
apego que dan los hermanos. La familia feliz que no tuvo, aquella que
repartiendo lo que se tiene es dichosa.
Víctima de las
atrocidades de aquel tiempo y de las miserias de los indecentes.
Criado en la más
estricta soledad, defendiendo los compases del subyacente nacional sindicalismo
de la política de su país.
Varonil y
atlético, fondista en su juventud y abanderado del blasón de la Cruz Gamada.
Cabezota y terco
como una mula en sus conceptos y sin visos de compadecerse absolutamente de
nadie por carecer de principios. Ocupando uno de esos lugares, de los muchos tipos de personas que existen.
Los que en lugar de comportarse como humanos se muestran como máquinas de precisión
dentro del protocolo que les exigen y con la mente cerrada a los sentimientos y
a los afectos.
Cuando acabó la
guerra, ya no mantenía su lozanía, fue hecho prisionero en los frentes de
Stalingrado y cuando lo devolvieron a su Berlín de nacimiento, el joven Jürgen,
no era más que una sombra de lo que asemejaba.
En Tacna, los
preparativos del primer evento para la presentación del wáter cósmico, estaban
a punto de caramelo, Ángel de la Rosa, emocionado porque parece que todo le va
de primera, espera recibir a los actores que intervinieron en Costa Rica,
ayudando a Javier, La actriz Cinta Vergaray, conocidísima en la televisión
Tica, sin embargo a Severiano Simón Campos, no le pudo hacer participar y con
ello no pudo viajar, por tener un contrato que debía cumplir en breve. Una obra de teatro musical
recorriendo las poblaciones de su país, y por fechas y desplazamiento no podía
atender la contratación de la empresa Schissen Lecker.
En otro lugar, no
muy distante, Rosalía ya había llamado por teléfono a su amigo Ángel de la
Rosa, para que se viera lo antes posible con su jefa y protectora Doña Glenda
Romero, en uno de sus apartamentos, para que además de charlas de negocios,
relaciones extra personales, pudiera presentarle a su marido. Con el fin de ser
introducido el vendedor, en las esferas de negocios de la ciudad Tacneña. Por
ello Rosalía volvía a llamar en aquel instante al comercial del wáter cósmico,
para que no se olvidara.
_ ¡Si dígame! _
Preguntaba Ángel al descolgar el teléfono de la habitación del hotel Princess,
donde residía.
_ ¡Hola Don
Ángel! Contestó Rosalía con una voz muy cálida y sensual, no me dirás que aun
estas en cama, son ya las seis de la mañana y hace un día extraordinario_
abundó la guapa de Rosalía.
_ ¡Hola buenos
días maja! Es hoy cuando tenía que verme con Glenda ¿no es cierto? _ habló con
una expresión y acento de su Aragón de procedencia.
_ Pues claro, por
eso llamo, para que no te retrases. Te espera a las once del día en el
restaurante Mar Adentro, cerca de la Avenida Bolognesi, cruce con Gustavo
Pinto, que desde donde estás en el Hotel Princess, Avenida Gregorio Albarracín,
tienes en auto unos diez minutos de trayecto, depende por donde vayas.
_ Eres un sol, lo
sabías_ le dijo Ángel recordando la “Nuit Espectaculaire” que disfrutaron no
hacía demasiadas fechas.
_ ¡¿Cómo eres
amigo mío?! y tan halagador cuando te interesa. Luego igual te olvidas de lo
que tú; loas de intrascendente y miras hacia otro lado_ le dijo Rosalía con
resignación, enviándole un mensaje entre líneas, al ver que todo era un juego
de provechos y que ella misma había preparado el tropiezo con su jefa, después
de haber probado las substancias del caballero.
_ No seas celosa,
que estoy seguro ella; tu protectora, Doña Glenda, no ha de llegarte a la
altura de los tobillos, ni en erotismo, ni en pasión_, siguió aportando Ángel_ la vida es así y nos
la hemos de ganar a veces, contraviniendo nuestros deseos y gustos, en pro de
alcanzar aquello que necesitamos conseguir.
No estaba
demasiado de acuerdo con aquella frase que cerraba la charla, Rosalía, sabía
que poco vería a partir de entonces a Ángel de la Rosa, tras los negocios y
enredos que se llegaran a inventar con su jefa Glenda, aquella mujer tan lista
y ninfómana.
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