Viene de la narración por capítulos
El wáter cósmico
Titulo de la entrega: La desvergonzada
Se despidieron hasta más ver, una vez había colgado el auricular
Ángel de la Rosa, se puso a preparar en su interior como debería afrontar la
comida y todo lo que produjera aquella situación tan novedosa para él.
Almorzar en un lugar desconocido con una desvergonzada y
supuestamente pésima negociante, bastante mayor que él, le daba una especie de
morbo que no se quería perder.
De todas la situaciones se saca algo de provecho _ pensaba él_ y
con unos resultados que serían inciertos se enfrentaba de nuevo al adulterio.
Todo por la causa de conseguir el éxito, la cumbre y los negocios. Además de
conquistar a otra mujer, con sus gaterías y sus relamidos encantos.
Javier sabía de sobras que no se disponía a correr una aventura
con Glenda solo por las ayudas. El vicio y el regocijo que sentía, con cada
devaneo, cubría ese defecto que le llevaba sin percatarse a la cumbre de sus
deficiencias.
Aquel hombre sabía que el resultado de su presentación dependía
del éxito que tuviera con la doña. De lo que la pudiera divertir en la cama y
del gusto que le proporcionara en el sexo. Se arriesgaba a perderlo todo, pero
la decisión de llevarla a la cama a costa de lo que fuese, era más potente, que
una venta más o menos. Pretendía satisfacerla con sus encantos y que quedara
suave como una nube de primavera. Las derivaciones del encuentro, le aportaran
por lo menos distracción sexual y aventura salvaje. Sin esos condicionantes no
habría trato, sin la participación de ella, sin su ayuda y apoyo no había
futuro a la vista, ni ventas rápidas y deslumbrantes, ya que realmente el que
le tenía que abrir las puertas de los negocios en aquella ciudad, era Don
Fulgencio Cánovas de Cangállate, su abnegado socio y amante esposo.
Salió de la suite 202, del Princess, preciosa y confortable
habitación y bajó al hall del hotel, dejando instrucciones a los recepcionistas
por si los señores Natalio, Jürgen, y Anguela reclamaran de su presencia,
informando que se dirigía a resolver los preparativos de la demostración.
Entregando un sobre donde estaban contenidos, detalles y
formulismos dirigidos a los responsables de la firma Schissen Lecker.
Tomó un taxi y sin más le indicó al conductor le llevara a la
Avenida de Bolognesi, dirección donde se encuentra situado el restaurante Mar
Adentro.
El tiempo era extraordinario y parecía estaba todo perfectamente
delimitado y analizado, para poder cerrar aquel encuentro sin dificultades,
dadas las confianzas que ya existían, entre Glenda y Ángel, incluidos los jugos
carnales que de esos tratos llamados negocios, se esperaban.
No hizo el trayecto con demasiado retraso, la circulación en la ciudad en aquellos
momentos estaba normal y no había atisbos de dificultad en el tráfico. Por fin
tomaron la avenida, girando en el cruce con
calle Gustavo Pinto, donde se detuvo el coche, dejando al pasajero frente al
restaurante.
Ángel de la Rosa, accedió a las instalaciones de Mar Adentro, un
refectorio típico para sacar el estómago de penas. Expertos en pescados de todo
tipo, con una presencia espectacular y un colorido brillante. La mesa se había
reservado días antes por Rosalía y solo tuvo que presentarse para que lo
condujeran a un lugar donde podrían almorzar tranquilamente y charlar de todo
lo que les viniera en gana.
_ Espero a una Dama_ indicó Ángel al metre.
_ Lo sé bien; señor, estoy informado por la señora Rosalía que
hizo la reserva, y no se han de preocupar por ningún detalle. En todo momento
estaremos pendientes de ustedes, para que se sientan cómodos.
Ángel, agradeció aquellas palabras con un gesto y se instaló en
el reservado donde por una de las ventanas, entraba una claridad extraordinaria
y un sol despampanante. Antes de tomar su sitio, contempló la decoración del
perímetro y fisgoneó tras las mamparas del reservado, que clase de sonoridad
había, cuantas mesas estaban dispuestas y que seguridad había en el lugar.
Cámaras de control, ángulos muertos, micrófonos disimulados y detalles que
quiso fisgonear como si no quisiera dejar huella de su paso por aquel lugar.
Había llegado pronto y Glenda no había aparecido todavía, por lo
que Ángel, tomó asiento plácidamente y haciendo un gesto al camarero le dio las
gracias y pidió un aperitivo para aguardar a la dama.
_ No se merecen señor las gracias, me conocen como Meche y cualquier
cosa que se le ocurra puede solicitarlo que con mucho gusto le atiendo.
Enseguida viene un vermut al estilo de Mar Adentro, que le va a encantar.
El barman dejó solo a Ángel y este aprovechó el intervalo para
llamar a Demetria, desde su teléfono, quería saber cómo estaba su novia, y que
impresiones le había comentado su padre, una vez llegó a Tacna, tras haber quedado de acuerdo ambos, en una larga
conversación sobre las dudas que en un principio tenía Natalio.
Ángel sabía que Natalio, padre de Demetria, no se chupaba los
dedos y de tonto no tenía nada, pero al papá, cantarlas claras de momento no
entraba en sus planes y prefería hacerse el bobo y dejar de intermediaria a su
Demetria, que bien sabía a lo que se enfrentaba, uniéndose a un “listillo”,
como es el vendedor de Zaragoza.
Al quinto tono de comunicación se descolgó el auricular en
Zaragoza y una voz cálida y femenina respondía, sin saber ésta, a quien
contestaba, por estar somnolienta aun, al estar recién levantada y en espera de
tomar el desayuno.
_ ¡Sí, quien llama! _ dijo Demetria, sin suponer que era Ángel.
_ Hola princesa, como estás recién duchada y me imagino que aún
desnuda, con olor a rosas. Sin vestirte, como tantas veces te he disfrutado
¿Verdad?_ No acabó la frase, cuando fue interrumpido por la novia.
_ ¡Qué tal, estás mi amor! Como te va por esas tierras lejanas,
sin mis cuidados ¿y mis besos? Cuéntame,
desde el principio… ¡Oye! No te estarás fornicando a ninguna peruana guapa
¿Verdad?, que me han dicho en según qué sitios es muy fácil engatusarlas y
llevarlas al catre.
_ Para nada Demetria, ¡sabes mi leona!, que eres tu sola la que
me roba el sentido.
No sabes cómo te echo en falta, y lo que sueño contigo en llegar
a estrecharte en mis brazos.
Como puedes pensar en esos engaños, propios de un principiante.
Sabiendo que vamos a ser papás en nada de tiempo. ¿Por quién me tomas? _
Contestó Ángel con un sentido exquisito del convencimiento.
_ No te enfades ¡Tonto! Lo decía a ver si te pillaba en un
momento sincero y que me contestabas, sin embargo no creas que estoy muy
tranquila.
Dime, que puedes apuntar de esos negocios y sobre todo cuando
tienes previsto volver a casa.
_ Hago la presentación en nada, todo está casi dispuesto para
que se lleve a cabo y precisamente ahora, que es ya medio día, tengo una
entrevista con una persona que es la que me dará el pase para poder además de
presentar el Schissen Lecker, entrevistarme con la flor y nata de la ciudad de
Tacna y presentarles el proyecto que te comenté.
El que nos ha de sacar de la normalidad, para poder disfrutar la
vida como merecen dos personas adictas al lujo, los caprichos y a las fiestas.
_ Ángel, no seas tonto, yo y lo sabes muy bien, me conformo con
que seamos una pareja normal, que vivamos de nuestro trabajo y podamos educar a
los niños, como nuestros padres hicieron con nosotros, sin más misterio, sin
más secreto. Baja un poco al suelo y piensa que si abarcas tanto, poco vas a
poder contener_ sentenció Demetria, con preocupación.
_ Por cierto amor mío, que es lo que te ha contado tu padre, de
la conversación que mantuvimos cuando llegó a Tacna_ dejó caer Ángel.
_ Pues nada en especial, creo que ha sido cariñoso contigo, por
lo que me ha dicho, te ve trabajar concentrado en lo que persigues y no me lo
ha referido directamente, pero creo te
ve capacitado para que lo consigas. Tanto;
la venta del famoso wáter “chorra”…ese, que vendéis, y el otro asunto,
más tecnológicamente complicado.
Vuelvo a repetirte, no te ha criticado especialmente con nada, y
eso es señal de que está conforme en lo que realizas. ¿Por qué me lo
preguntas?, es que ves algo ¿no conforme con mi padre?_. Finalizó la larga
explicación Demetria, con mucho sosiego.
_ ¡No; en absoluto!_ aclaró Ángel_, por nada. Es lo que quería
referirte. Le veo muy amable y comprensivo, cosa que en España, no había
disfrutado de él en esa actitud y podía imaginar que la causante del cambio, en
mi suegro para conmigo, ha sido su hija, la que lo ha conquistado_ ¡perdona un
segundo!_ la hizo esperar un instante cuando el camarero llegaba con el
refrigerio, depositándolo sobre la mesilla de cristal del restaurante_. Señor,
que lo disfrute con gusto_ refirió Meche, retirándose de la zona, sin haber
escuchado ni una sola palabra de la conversación, ni con que persona hablaba.
Perdona cariño; estoy en
el restaurante esperando a la comitiva de comensales_ le dijo obviando la
verdad_ y entretanto, han servido un
refresco, por ello el alto en los comentarios. No puedo fiarme de nadie y menos
de la servidumbre, por eso el paro en nuestra charla_ continuó hablando desde
el punto donde quedaron_ te decía, en
referencia a Natalio, que le veo muy amable y relajado y eso me alegra mucho.
Por los espejos cenitales, que estaban colocados en los techos
de los pasillos del sinuoso restaurante, vio que se encaminaba con paso firme
hacia el reservado, la mujer que estaba esperando, Glenda, vestida con una minifalda provocativa
y con una blusa tan abierta como las dársenas del canal de Beziers.
Mostrando desde la lejanía unos pechos no demasiado grandes pero
si, bien colocados, que saltaban descosidos al no estar sujetos. A medida que
la señora paseaba, contorneaba su cintura marcando tipo y dejando un suave
deseo a su paso.
Guapa y atrayente, a pesar de su madurez, sabía marchar sobre
aquellos zapatos de tacón de aguja que la hacían parecer tres cuartas más alta de lo que realmente
era. Se detuvo antes de llegar al reservado, para charlar con Meche, de forma
muy amigable como si se conociesen de tiempo, por los gestos y las confianzas
exhibidas. Turno que aprovechó Ángel para despedirse con tiempo de su novia,
que ya agradecida por la llamada, quedaba conforme y divertida.
_ Demetria ¡Vida! Ahora he de dejarte, que llegan los
comensales. Te quiero, no lo dudes y cuida a ese mocito que llevas contigo, en
cuanto pueda vuelvo a llamarte y te cuento, todo lo que ocurra en la comida y
en la sobremesa._ Apresurado, decía sus últimas palabras, con un colorido
perfecto y un extremado cariño a la mujer que le esperaba en el otro lado del mundo.
_ Adiós mi amor_ dijo Demetria, emocionada y agradecida_
¡Cuídate!, de los peligros que llevan faldas y piernas esbeltas y se pintan los
ojos, que son los más peligrosos y los que rompen tantas vidas_ apuntaba, sin
imaginar lo que de verdad, estaba por llegar.
Ángel, guardó su teléfono Smartphone en su bolsillo, haciéndose
el deslumbrado y con el rabillo del ojo izquierdo, veía como Glenda, charlaba
con el camarero, que le informaba de todo cuanto ella necesitaba. A la vez que
comenzaron juntos el recorrido por el pasillo, hasta que llegaron a la altura
de la mesa. La séptima mesa del comedor.
La más discreta y mejor iluminada, por un ventanal de cristales mateados en
color rosa pálido, que difuminaba la acrimonia de los rostros y que invitaba al
placer de la comida y la conversación.
Al llegar a la altura del caballero, Glenda se quedó un paso
rezagada y Meche, fue el que intentó hacer las presentaciones.
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