Cuando llegué a mi casa
procedente de Barcelona_ afirmó Cecilia, sin el más mínimo rencor_, traía una
mochila repletita de ilusiones, a pesar del sinsabor de nuestra quiebra
emocional.
En casa no concibieron
alguno de los problemas que traía, que no eran pocos.
Siendo de suma
importancia para mí y para ellos, la desgracia llegada a la familia, desdicha
la nuestra, que no entendieron de la modernidad y del poco cariño que
demostramos tenernos, al separarnos cuando me vine, tan alegremente.
Habiendo conatos
nerviosos de estabilidad dentro del núcleo familiar. ¡Ya sabes! Brotes de
impaciencia, por no querer asumir los contratiempos cuando aparecen.
En cuanto a mi profesión
y mi trabajo todo fue de maravilla, porque una doctora licenciada, que llegaba
recién de pasar un master y unas prácticas prestigiosas y experimentando en
temas tan necesarios en nuestro pequeño país, pues fui recibida a las mil
maravillas por el colegio de farmacéuticos entrando en el Instituto de
Investigación Nacional.
Contra las bacterias y
los virus de las enfermedades contagiosas. Para la erradicación de infecciones
y exterminio de brotes reticentes, dolencias de las que ya se conocen, pero no
tienen solución farmacológica. Ensayando en el laboratorio nuevos fármacos y
soluciones.
No rehíce mi vida
íntima, hasta bien pasados tres años, que fue cuando conocí a Edgardo, un
corresponsal de guerra Chileno, que estaba cubriendo el conflicto del Petróleo
entre los países de Oriente Medio, recalando en San José, buscando información
de uno de los cabecillas guerrilleros, que había nacido en Panamá y que por
causas que jamás me comentó se refugiaba a temporadas en Costa Rica.
Edgardo, arribó enfermo
y con el trato y la costumbre de intimar nos enamoramos_ comentó afectada,
mirando a Javier, que la escuchaba sin perder detalle_. Hasta el punto de
contraer un rápido matrimonio civil. Por aquel entonces ya tenía a mi hija Caterina,
con los tres añitos cumplidos y quería formar una familia para ella y por supuesto
para mí, dejando la influencia vetusta de mis padres, que no dejaban de apretar
para que se produjera ese suceso. Por no ser bien visto en aquel entonces; saber
de una mujer soltera y católica practicante, con su hija y sin padre.
Al principio, todo fue
una balsa de aceite y no faltaban los embelecos ni las atenciones, yo podía
atender mi trabajo de investigación y él, hacia viajes hacia cualquier parte
del mundo, recalando de vez en cuando en Coronado, para ver a su familia, que
le esperaba con tanto cariño, como ganas de abrazarle.
Volví a quedarme en
estado y mi embarazo fue una maravilla, porque con la influencia y las
atenciones de Edgardo, se hizo una espera gozosa y feliz.
Caterina estaba atendida
con mucho cariño y amor por parte de los dos y ¡sí! Formábamos una familia
feliz y redonda.
Era una gozada, volver a
casa y tener que atender mi embarazo y encargarme del cuidado de Caterina,
cuando estaba Edgar los dos compartíamos las labores de la casa, la cocina, la solicitud
de nuestra hija y la relación con los amigos, que los disfrutábamos como los
familiares más cercanos en tantas fiestas y reuniones como celebramos.
Nació Natalia, otra
niña, blanquita como la nieve preciosa y con una risa contagiosa, que nos trajo
una felicidad enorme. Yo ¡Era casi feliz!,
si no me dejaba llevar por el recuerdo, por la nostalgia sobreponiéndome de aquella
vida pretérita y, lo conseguí a toda
prisa. No me quedaba salida alguna. No me faltaba nada, todo estaba funcionando
quizás demasiado bien.
Un ascenso en el
Instituto y alcancé a realizar mis sueños. Jefa de un departamento sencillo
pero muy operativo y esencial.
Mis compañeros me
apreciaban y valoraban los esfuerzos en el desempeño de la dirección, a pesar
de los contratiempos que siempre se suelen dar en el trato diario.
Todo tan estupendo que
casi ni se podía aguantar. Los meses transcurrieron y mi hija sin darme cuenta
cumplió dos añitos, y Caterina, la primogénita cinco, dulcemente guapa y muy
inteligente, daba muestras de ser en el futuro una señorita preciosa y
delicada.
Edgardo, en sus viajes,
y en su corresponsalía de prensa, cada día se retrasaba más en sus regresos. Faltaba
a su palabra, mentía, se jugaba el sueldo, se enredaba con putas, se hizo amigo
del alcohol y además lo perseguían dos o tres prestamistas de lo peor del país.
Tenía problemas con mujeres en casi todos los países donde desarrollaba su
periodismo. ¡Inútil querer retenerle!
Cuando me exigió el
divorcio, no me dio disgusto alguno, ¡porque yo!, por aquellos entonces no le amaba, solo le
soportaba y a duras penas.
Nunca comprendí como se
puede dejar de amar a un tío tan pronto, con tanta rabia y con un asco extremo.
De buenas a primeras un
día dejé de pensar en él, y como si estuviera extinto el muy cabrón. Olvidé mis
deberes de esposa. Dejaron su desempeño puntual, tenía mis motivos, pero
aquellas cosas que ocurren a veces a los humanos, que son incomprensibles_,
quedó callada por unos segundos Cecilia, mientras recogía el hilo de su
narración para intentar salir de aquella intensidad.
Agradezco, no seguir con
él, después de sus depravaciones de su ratería y de su creciente consumo de narcóticos,
sin contar con los adulterios y trampas.
Sobre esto no me
alargaré_, dijo Cecilia de repente y resoluta_, porque no viene al caso y
tampoco ocupa ninguna inquietud en mi cabeza_ indicó finalizando el comentario
y, siguiendo ocupada en su plato de comida, regalando una sonrisa de malestar a
Javier.
Ya después de aquello,
creí no poder continuar, sin embargo, Dios no adereza a los jorobados ni cumple
los deseos de los desmedidos, y volví a enamorarme de Rubén un cantante de Jazz,
que se las buscaba por las noches en baratos para turistas.
Mis padres entonces
rompieron toda relación conmigo y con las nenas_, una lágrima apareció en su
mejilla, la que abortó con la servilleta_, por aquello de que no me comportaba, según su
opinión, como una mujer sensata y madre de dos niñas.
Veían a mi nuevo amor,
como otro vividor más, y ya sabes, la cantidad de consejos que te llegan a dar.
Me acusaron de pensar
con el coño, en lugar de con la cabeza, ya sabes lo que a veces llegan a cargar
los consejos si no te conviene escucharlos, aunque en el fondo sepas que algo
de razón siempre llevan.
Tuve una gran decepción
con mi familia, pero después resultó ser aún poco lo que me habían
pronosticado.
El unirte a un hombre
chulo, fanfarrón, sin casi educación y creyéndose el centro del universo, por
el simple hecho de ser resultón. Se paga caro con el tiempo.
¡Muy guapo! Otro más de esos que no cuentan con nada más
que con su hermosura, de los que están reñidos con el cumplir con un horario de
trabajo, los que no madrugan por no existir el compromiso en sus vidas, que
bebe como un cosaco y de momento no se marea y no tiene síntomas cirróticos,
por ser joven y porque come y traga como un tragaldabas.
¡Fascinante embustero!, al verle cantar y rasgar una
guitarra; que mujer se le resiste. ¡Pues yo! ¡La tonta del culo!
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