Viene del Capítulo Anterior: _Arreos
Entrega del capítulo: El wáter cósmico_ suministros
Entrega del capítulo: El wáter cósmico_ suministros
Rosalía entraba por la puerta del hotel, vestida con un claro modelo de Balenciaga y con unos zapatos de tacón de Yves Saint Laurent; desde los cuales era preciso tomar un paracaídas para bajarse de ellos. Un cierto aire de misterio y un cuerpazo tirando a voluptuoso y atlético. La joven Rosalía era brigada especial de las huestes voluntarias de la ciudad y compaginaba el apoyo a los demás con un ejercicio digno de la mejor de las gimnastas, sin perder la feminidad de hembra estupenda y cuidada.
Su cabello entre moreno y cetrino teñido, daba porte de la buena asesora que era para su benefactora: Doña Glenda, a la cual servía como consejera en los negocios y en los asuntos de organizaciones de bienestar social. Aparte de actos de secretaría y de mediadora que desenvolvía en pro de las tantas causas personales íntimas e, intransferibles que llevaban a cabo y en el mas estricto secreto.
La guapa
mujer llegó a la recepción del Princess con un bamboleo digno de la mejor
modelo europea, tambaleándose a propósito para mostrar su delicado paseo, su
contorneo estructural y el porte de su enjundia divina. Infringiendo las leyes
de la naturaleza y merodeando con el modelito de su cuerpo por el largo pasillo
que existe entre la bienvenida del hotel hasta la recepción.
Alivio constituyente para los clientes que esperaban despistados sin imaginar tal presencia que insurrecta acaparó el hall; ya que los allí presentes tuvieron que mirar a la bella Rosalía, que aparecía en escena en aquel recinto, yendo a depositar sus desnudos brazos sobre el mostrador de atención al cliente y anunciar su presencia. Mientras su esqueleto hizo un recorte que dejó pálidos a los que la observaban.
Alivio constituyente para los clientes que esperaban despistados sin imaginar tal presencia que insurrecta acaparó el hall; ya que los allí presentes tuvieron que mirar a la bella Rosalía, que aparecía en escena en aquel recinto, yendo a depositar sus desnudos brazos sobre el mostrador de atención al cliente y anunciar su presencia. Mientras su esqueleto hizo un recorte que dejó pálidos a los que la observaban.
Los empleados
al anunciarse, y reaccionar al perfume que dejaba Rosalía, la dirigieron
amablemente hasta la segunda planta en la suite 202, que es donde se alojaba
Ángel, sin imaginar el talante que portaba su amiga.
El timbre de
la puerta sonó y al abrir, apareció una preciosa dama, que miraba con una
contemplación de lo más chic y que olía a un bálsamo de los que atraen hasta
dejarte deshecho por esos efluvios maravillosos del olfato. Unas pestañas
colocadas ex profeso para destacar de entre las más admirables, demostrando
unos ojazos negros, que con el swing de su cabello, dejaba titilante a
cualquier humano masculino.
En cuanto recuperó la respiración Ángel despidió al botones del hotel, con un billete de cinco euros, que entregó disimuladamente y éste recogió con galanura, haciéndole reverencia a Rosalía, para que entrara en la suite 202, quedando la puerta cerrada a cal y canto, frente al acomodador de la planta, con el cartelito de: No molestar - No Distrurb Please.
En cuanto recuperó la respiración Ángel despidió al botones del hotel, con un billete de cinco euros, que entregó disimuladamente y éste recogió con galanura, haciéndole reverencia a Rosalía, para que entrara en la suite 202, quedando la puerta cerrada a cal y canto, frente al acomodador de la planta, con el cartelito de: No molestar - No Distrurb Please.
Después del
coito y la cópula que mantuvieron durante aquellas frenéticas horas, Elisa y
Javier, estaban exhaustos sobre la cama, perfectamente despojados de
indumentarias y de secretos y sin prisas por desenredarse de esa faena sexual
que conlleva un buen polvo.
Elisa,
intrigada por las llamadas que Javier había hecho, quiso sacar provecho y
conocimiento de cómo se las arreglaba aquel hombre en su día cotidiano,
preguntando directamente y de la forma más directa posible como lo haría una
portera a su vecina; sin preámbulos ni mandangas.
_ Te pone los
cuernos cada vez que quiere: ¿verdad? _ Preguntó Elisa mirándole a los ojos a
Javier, para saber si mentía.
_ ¿Crees que
soy un cornudo? ¿De esos tipos que se dejan domeñar por la primera tía que
aparece?_ respondió bajando los ojos a la altura del pubis de Elvira y
poniéndole sobre él, su mano torpe para acariciarlo.
_ ¡Tú sabrás!
Le has llamado que yo sepa por lo menos dos veces, y como no estaba has optado
por telefonear a la de repuesto, que esta otra mujer, ha de estar cerca de
aquí, por lo que te he escuchado decías.
_ No es así.
He llamado a mi mujer en Zaragoza, que se ha quedado con mi hija de cinco años,
pero hace ya un tiempo estamos viviendo separados. Solo quería saber cómo
estaba Estela, mi niña que es la que me importa. De la madre, Jimena, no quiero
ni agua. Que haga su vida y nos deje en paz_. Replicó Javier con resignación_,
sin embargo siguió diciendo_. Procura la muy… y con malas artes, separarme de
mi Estelita, sin conseguirlo de momento.
_ Mal
negocio, cuando pasan esas cosas, los críos son los que pagan los platos rotos,
y crecen con desamor, sufriendo por los malos tratos de la pareja, que sin
pretenderlo a veces, se aprovechan de esa coyuntura, para hacerse mas daño si
cabe. Usados como moneda de cambio, siendo ellos los niños, los que lo sufren
en sus emociones, sin justificación que valga_, dijo Elisa con algo de pena a la
vez que se miraba a su desnudo amigo, que yacía con ella en la pitra_. Sin
dejar que respondiera, siguió interrogando, con voz seductora_, ella es
extranjera, ¿verdad?
_ ¡Como lo
has adivinado! _ Espetó Javier, en un gesto de inesperada sorpresa_ ¡Sí! Nos
conocimos por mediación de una prima hermana, que reside en México. Nos
presentó en uno de los viajes que hice por la antigua empresa donde trabajaba_,
siguió argumentando, cubriendo un poco la desnudez completa de su compañera de
catre y dejando de acariciarle el sexo_. Vendía toda clase de componentes y
carburantes, y fue al fundar las oficinas en su país, cuando inauguramos el
negocio con los intermediarios mexicanos_. Inició entonces una larga
ilustración para dejar conforme a su amiga, que interesada escuchaba sin
estorbos.
_Mi prima;
Martina siempre ha sido un trasto, pero una tía que además de guapa es legal y
no engaña a nadie. Decidió que su vida la hacía lejos de sus padres y hermanos
y se marchó para Estados Unidos, como le fue imposible entrar en el país, se
instaló pues donde pudo, bien cerca para volver a hacer intentos mas adelante.
Al final del cuento se quedó en México y tras dar más tumbos que una peonza, se colocó en una firma muy conocida del país dedicada a las cafeterías, cantinas, tabernas. Se situó en la cadena de restaurantes Walmart y era compañera de Jimena. Una noche que esperaba a Martina para salir a tomar unos tequilas, me la presentó, salimos los tres y a la vuelta cuando estaba medio tomado y más caliente que el cazo de un churrero, con sus artimañas, me metió en su cama y me sedujo como a un poseso. Tenía ejerce en hacerte perder el “oremos”. Enseguida congeniamos, se abrió de patas y todo era permisible con ella. Notó mi falta de costumbre con las mujeres y debió pensar: ¡este tío es bobo! Haré de él un fantoche; lo que se me antoje, nada más que enseñándole el chumino, o haciéndole una felación lo tendré a mis pies. ¡Este tío es para Jimena! y ¡Así fue!
Al final del cuento se quedó en México y tras dar más tumbos que una peonza, se colocó en una firma muy conocida del país dedicada a las cafeterías, cantinas, tabernas. Se situó en la cadena de restaurantes Walmart y era compañera de Jimena. Una noche que esperaba a Martina para salir a tomar unos tequilas, me la presentó, salimos los tres y a la vuelta cuando estaba medio tomado y más caliente que el cazo de un churrero, con sus artimañas, me metió en su cama y me sedujo como a un poseso. Tenía ejerce en hacerte perder el “oremos”. Enseguida congeniamos, se abrió de patas y todo era permisible con ella. Notó mi falta de costumbre con las mujeres y debió pensar: ¡este tío es bobo! Haré de él un fantoche; lo que se me antoje, nada más que enseñándole el chumino, o haciéndole una felación lo tendré a mis pies. ¡Este tío es para Jimena! y ¡Así fue!
Ella, lo
tramó todo, quería conseguirlo y me engatusó, con lo que ya; la traje para
España, en contra de la opinión de Martina, que me dijo clara y contundente:
para follar, para un polvo y un revolcón ¡vale!, para ¡nada más! Nunca para
cónyuge, y menos traerla como novia. Alertando a mi juicio para que no lo
hiciera. No le hice el menor de los casos. Ya sabes lo que es la mierda de
encoñarse y no ver más allá de los huevos.
Conmigo
aterrizó y cuando nos vieron arribar en Zaragoza, mi familia, se quedó como
Edith, la esposa de Lot al huir de Sodoma, como una imágen de sal. Tuvieron
disgusto, ya que la novia, la mía de toda la vida, se quedó compuesta y
nuestras familias se disgustaron. Fue uno de los peores tormentos que le he
dado a mi gente, que yo recuerde.
La metí en
casa, y al principio, con mis padres todo parecía ser de maravilla. A pesar de
que no la tragaban, ella se hacía la buena mujer y la honrada, por lo que
dieron su brazo a torcer y la aceptaron como una más de la familia, la
orientaron en el negocio de la ferretería, como ayudante en la tienda,
despachando poco a poco aprendió la forma y con su agrado que cuando quiere lo
tiene, se ganaba a la gente, además de a mi propio padre, hasta que nos
casamos. Entonces al verse la muy puta afincada en el seno familiar y segura,
con papeles, con el cariño de los míos.
Es cuando comenzó a hacer de las suyas. Desaparecía dinero del cajón y nadie sabía quién podía ser. ¡Sí lo sabíamos!, pero no nos lo queríamos creer. Lo enviaba a México a su familia a su comunidad azteca, cerca del estado de Nayarit. Vinieron familiares suyos a Zaragoza y pensaban que esto era la panacea, todos trataban de exprimir a mis padres y amigos y ellos, sin dar un palo al agua. Hasta que se quedó en estado. Nunca sabremos bien, si de mi cosecha o de tantos y tantos primos cercanos que llegaron a verla y a complacerla.
Es cuando comenzó a hacer de las suyas. Desaparecía dinero del cajón y nadie sabía quién podía ser. ¡Sí lo sabíamos!, pero no nos lo queríamos creer. Lo enviaba a México a su familia a su comunidad azteca, cerca del estado de Nayarit. Vinieron familiares suyos a Zaragoza y pensaban que esto era la panacea, todos trataban de exprimir a mis padres y amigos y ellos, sin dar un palo al agua. Hasta que se quedó en estado. Nunca sabremos bien, si de mi cosecha o de tantos y tantos primos cercanos que llegaron a verla y a complacerla.
No era mujer
de un solo hombre y un día mientras nuestra hija berreaba como una loca del
hambre que pasaba, la pillé jodiendo con un emparentado de su etnia que echados
como bestias en mi cama retozaban sin perjuicios; borracha perdida disfrutaba
de un casquete, mientras la niña se desgañitaba. Después ya puedes imaginarte
lo que sucedió. Malos modos, haciéndose la víctima, de juzgado en juzgado.
Teniendo que demostrar cada palabra, cualquier acto, cada cuestión. Para llegar
al sufrimiento que es compartir la tenencia de Estela, la custodia compartida_.
Finalizó su larga exposición, no sin secarse una lágrima de sus cuencas.
_ ¿Y tus
viejos, como lo han tomado? Por qué ellos, se hacen cargo de Estelita, mientras
tu vas al trabajo ¿verdad?_ preguntó Elisa, ya enterada del episodio.
_ Con
resignación. A mí no me dicen nada, pero les veo que sufren, por su nieta, por
mí, por el futuro incierto. Por todo lo que se ha complicado mi vida personal.
Todos estos problemas hacen ir dando tumbos por la complejidad que llevan y por
los gastos que nos ha traído todo este comercio, sin contar con lo que aun nos
queda por ver y resistir.
El teléfono
de la habitación de Manuel García de la Serrana, sonaba con insistencia, en
respuesta al mensaje que había dejado en el contestador automático de Mercedes
tras haber recalado en el hotel Los Robles. Era la segunda llamada que Manuel
hizo tras haber dejado a Natalio Rupérez con su tanto por ciento de
consecuencia.
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