Han llegado las Fiestas
Patronales. ¡Quien lo dudaba!
Como cada año, se
festejan a tope. Los mozos y mozas se preparan con sus ropas de cachondeo, sus
camisetas que hacen referencia al nombre de sus peñas, y se lanzan a la
barbarie de lo que suceda en la plaza, antes y después del Chupinazo de Fiestas.
¡Una maravilla! ¡Auténticas!
Conociendo la
trayectoria de otros años; éste he actuado desde las esquinas, desde los
recovecos de las callejas, desde la sombra, para evitar ser mojado con esos
chorros de agua y de vino, que los peñistas lanzan a diestro y siniestro. Sin
mirar a quien van dirigidos en muchas ocasiones, son para los propios amigotes
y sus parejas, pero no cabe duda que también como no; se destinan a los que ni
se esperan que han de recibir el chorretón encima, dejándole las vestiduras
para que las pasen por la lavadora con algún detergente poderoso.
Mucho antes del comienzo
del “meneo” he bajado a la plaza de la villa y he dado un vistazo a como se podría
producir el gran acontecimiento, para poder ver los toros como se dice: “desde la barrera” y hacer mi crónica lo
más amena y sencilla.
El balcón del Ayuntamiento
ya estaba preparado con los micrófonos y la cámara de televisión local, ya
inerte prestaba presencia para recoger las imágenes del evento. Los vecinos, recorrían
las calles adyacentes, con sus compras, en los baretos, se veía un escaso
movimiento, todos con la mirada a la espalda para no ser sorprendido sin
saberlo, por uno de esos chorros de agua fría que te llegan hasta los pies y te
dejan con más manchas que el papel de un pescado.
He recorrido la preciosa
plaza y mis recuerdos han transcendido hasta la primera vez que presencié esta
fiesta, la que me “enganchó” de tal manera, que ya ha sido imposible dejar de
disfrutarla. Año tras otro, con todos los cambios que esta presentación del
chupinazo ha sufrido, a cual de ellos más peculiar y refrescante.
Cada agosto puntual a la
cita, para poder disfrutarla y paladearla, con sus tradiciones, con los amigos
que encuentras, con el recuerdo vivo de mis hijos que crecieron viéndolas, con
la nostalgia de pensar en cuantas más seré capaz de divertirme.
Los jóvenes iban
llegando con sus uniformes de peña, con sus pistolas de agua, que ahora, ya no
son como antes; ahora son más sofisticadas y les entra más cantidad de liquido
en ellas, saliendo un chorrito que si te pilla de lleno te apaña, porque la
fuerza que traduce en su salida es de pronóstico agradable.
Las doce del mediodía.
Hora del tradicional Ángelus.
¡Hora del Chupinazo!
Que rumbo impreso en ese
detalle. No se escucha a nadie desde el balcón a pesar de los altavoces.
¡Qué carajo! Nadie está
por buenas palabras, ni por frases hechas, ni por zarandajas políticas. Todos
esperan el follón, el cachondeo, la máxima barbaridad y que les dejen de
chorradas habladas.
Nada de nada, las pocas
palabras que pronuncia el Alcalde, solo se las ha escuchado él mismo, porque ni
siquiera los que le acompañaban le han hecho caso alguno. Desde el balcón todos
miraban hacia abajo, para ver si les veían y si la cantidad de personas era
mayor que el año anterior. Que nadie se haga cábalas, los que las sabemos
disfrutar no podemos faltar.
Los cohetes han
comenzado a salir del disparadero, pero ya hacía minutos que los jóvenes, se
increpaban con sus chorros de agua, y algunos que otros churretes de vino que eran
lanzados sobre el prójimo a titulo y con cariño.
Aquel dicho que se hizo
popular de: ¡Cómo estaba la Plaza! Y
todos respondían la plaza estaba: ¡Abarrotada! Haciendo con las manos el gesto
de unir los dedos en la misma forma que los italianos hacen cuando pronuncian
¡Capito!
Ver todas las fotos en
Facebook, y la película cuando esté en Youtube, estará en este rincón como
merecen estos actos.
Un fuerte abrazo para
todos, y que paséis buenas Fiestas.
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