Hacía su paseo diario Paz,
con su bastón blanco de invidente. Era ya una rutina, aquel itinerario hasta su
lugar de trabajo. La joven dilataba y extendía aquel recorrido, maravillándose,
del olor de las flores y del sonido de los pajarillos que saltando en los
árboles, quizás anidaran sus crías y aquel alborozo, fuera por el alegro que
les daba alimentar a sus pichonzuelos.
Las gentes se cruzaban con
ella y muchos de ellos, misericordes y tiernos por la bondad de Paz, trataban
de ayudarle y de facilitarle ese calor que las buenas gentes suelen prestar a
los que necesitan ayuda. Por lo que además de concentrarse en su alrededor, en
el mundo que era para ella, la oscuridad, agradecía todas aquellas ilusiones
que le llegaban de sus conocidos. Era una mujer abierta y emprendedora, con
ganas de vivir su vida, la que el cielo o el destino le había proporcionado,
sin más excusas, como si las dificultades por motivos de su ceguera, no fuesen
obstáculo para que ella, se quedara en la reserva, compadeciéndose a sí misma y
lloriqueando por su disminución física.
Ella es una joven preciosa
llena de vida y de encanto, con una cabellera propia de una princesa egipcia y
un cuerpo que imaginero divino hubiera esculpido. Dotada para culminar
cualquier empresa por difícil que las haya, segura de sí misma y empecinada en
sacar adelante aquel tenderete de ventas de revistas y chucherías que
administraba.
Paliaba su ceguera con otra
perspectiva, la emocional y la talentosa. Todos los días en punto a las nueve
de la mañana, abre su kiosco, ayudada por los servicios locales del parque que
la esperan puntuales frente a las puertas de su templete. Los proveedores de
los diarios y revistas, la tratan con un cariño que ella misma se ha ganado al
cabo de los años. Ese esfuerzo es el que le da sentido a su vida, tras el
trágico accidente que sufrió hacía tres años.
Con suma alegría vendía las
revistas, periódicos, semanarios, haciendo gala de estar al corriente de
cualquier deporte, de las próximas confrontaciones entre equipos y de cualquier
evento social que se tuviera que llevar a cabo. Dominaba la palabra como pocas
y tenía sus propias ideas sobre la política local y territorial del barrio, sin
contar con sus imaginativas soluciones, formulas magistrales que deberían
seguir los grandes políticos del mundo, para sacarnos de los problemas a los de
a pie. Los chiquillos, que se paraban a comprar sus chucherías, antes de ir o
regresar del colegio, tenían con ella muy buenas vibraciones y gustaban de
hacerse bromas y alegrías.
Un buen día, Marcos, se paró
en el kiosco, pidiendo ayuda por la pérdida o quizás el robo de sus documentos
y sus pertenecías, las de trabajo y las personales, dejándole en una situación
de desamparo.
_ Hola, buenos días, no
habrás visto nada raro hace un rato. Estaba sentado en el banco justo de
enfrente y me han desaparecido mis pertenecías.
_ Pues, no he visto nada,
entre otras cosas porque hace tres años dejé de ver._ Habló Paz, con suma
tranquilidad y perfectamente atenta a lo que el joven le decía._ Sin embargo, no
me ha parecido detectar nada raro en el ambiente.
_ Perdona, no me había
percatado, que no; …Al llevar esas
gafas, no he detectado tu… , _ No terminaba la frase el muchacho, cuando ella
le interrumpió.
_ ¡Venga, hombre! Que no pasa nada, dilo, con tranquilidad, que
no voy a enfadarme. ¡Soy ciega! pero tengo orejas y puedo escucharte. ¡Habla!
_ Lo siento mucho, perdona
mi torpeza._ Marcos, se quedó sin parla, mientras ella tomó las riendas de la
situación nuevamente._ Anda cuéntame que ha ocurrido, creo que será lo mejor
para poder ayudarte. Por aquí tengo muy buenos amigos y entre todos, igual
esclarecemos algo.
_ Pues, estaba sentado en el
banquito, haciendo hora, para mi acceso a las oficinas de la Compañía de Gas,
he debido quedarme dormido y ahora no tengo ni mi documentación, ni mi cartera
de mano donde llevaba los asuntos de trabajo. No soy de aquí, venía a hacer un
curso de capacitación en esta empresa, a la que pertenezco en una sucursal de
la provincia de Teruel.
_ Y has venido desde allí, ¿caminando? ._ Rió Paz, con gracia y denuedo._ Porque
desde tu ciudad hasta aquí, hay una buena distancia.
_ Llegué esta madrugada con
el tren correo, he estado toda la noche viajando y por eso me he quedado
traspuesto en ese lugar. Me llamo Marcos y la verdad, estoy en un apuro. No sé
qué hacer. Ni conozco nada de por aquí.
_ Pues, sí que es verdad,
que lo tienes crudo. Mira, creo que deberías dar parte de lo sucedido y si nos
enteramos de algo, pues, te aviso. ¡Pero claro! donde te doy la razón, esa es otra,
porque si no eres de aquí, no tienes dirección de posada, pues difícil, ¿No
crees? _ Verás llamo ahora a la seguridad del parque y lo mismo pueden echarte
un cable.
_ Gracias, muchas gracias,
¡Cómo te llamas! Eres muy amable y te agradezco estos detalles sin conocerme ni
saber quién soy.
_ Me llamo Paz Rubiales, y
no pasa nada, creo que nos debemos ayudar unos a otros, si no ¡estamos perdidos!
¿Sabes que deberías hacer? Si dices que eres empleado de la compañía de Gas,
preséntate en las oficinas, identifícate como puedas y pon en conocimiento a
los responsables de lo que te ha sucedido, que como eres un desplazado, te has
quedado sin documentación y sin tu cartera, que imagino llevabas el dinero, poco
o mucho. Eso ya no importa, pero ¿Cómo volverás? ¿Cómo te alimentarás? En fin
creo que es lo más adecuado. Vuelves cuando salgas, pásate por el kiosco y
podré darte alguna noticia, si alguien ha visto algo, o saben que es lo que ha
pasado.
_ Es lo más prudente. Creo
que tienes razón, voy a hacerte caso, me presentaré al curso a la hora pactada
sin retrasos y pondré mi caso en manos de mis jefes. Vuelvo luego y te explico.
Gracias Paz, muchas gracias, eres una tía encantadora y muy amable. Nos vemos
luego.
Marcos Trinos, desapareció,
sin dejar más rastro que el tono de su voz al pedir ayuda a Paz, el timbre de
la desesperación, la humillación de haber sido robado, ni siquiera eso, le
hurtaron en un desvanecimiento de sueño, por descuido o cansancio en el banco
del parque Dos Mundos.
Aquel joven, provenía de una
ciudad, preciosa y abierta al mundo de la cultura, del arte y de las maravillas
arquitectónicas, fuera y alejado de las practicas de las grandes ciudades y
empleado en una empresa puntera del sitio de su residencia habitual. Le
enviaban a capacitarse en un curso de una duración semanal, donde le debían
facultar para el desarrollo de su nuevo empleo dentro de la firma. Había
viajado toda la noche, primero con un autocar que lo llevaba donde debía tomar
el tren y desde allí, en un traqueteo constante, llegar hasta el banco donde le
fueron sustraídas todas sus pertenencias, maleta de la ropa, cartera de
documentos y portafolios de trabajo. Absolutamente sin identificar y al relente
se quedó en la ciudad, sin más certificado que su propia palabra y su poder de
convicción.
Paz, de inmediato, se hizo
valer del servicio interno de las instalaciones, para que le visitasen los
guardias. Exponiéndoles con toda clase de detalles, los comentarios de Marcos y
lo que él decía le había ocurrido. Comenzando una búsqueda de los enseres y de
averiguaciones para mirar de esclarecer aquel penoso asunto.
Aquella tarde, después de la
caída del sol, aparece Marcos en el kiosco, queriendo agradecer a Paz, toda su
deferencia y su atención para con él. Paz, ya ni recordaba el incidente y a
punto estaba de cerrar las compuertas de su tenderete, para marchar a su casa,
dando aquel paseo que tanto agradecía a la vuelta, con agrado y con calma.
_ Buenas tardes Paz.
_ Hola, Marcos, te reconozco
por tu voz. ¡Cómo ha ido! ¿Pudiste
aclarar algo?
_ Mira, al principio, como
no llevaba ninguna acreditación, ni siquiera mi identificación interna de
empresa, tomaron sus cuidados, llamando a mi jefe de zona en mi ciudad, al que
me pusieron al teléfono y pudo quedar demostrado que yo soy apellidado Trinos y
de nombre Marcos, después muy amablemente me llevaron a la comisaría de
policía, a que pusiera denuncia de lo ocurrido y me dispensaran un nuevo documento
identificativo, que mientras llega, es un provisional lo que obtuve. Más tarde,
_ siguió comentando Marcos, con mucho agrado hacia Paz. _ Y eso ya entraba en
el programa de capacitación, fui alojado en el hotel Continental, ya que voy a
permanecer en la ciudad por lo menos una semana y me dieron permiso y algún
dinero para que pudiese ir a comprar, como caso especial y con adelanto a la
liquidación de viajes, que tendré que hacer al regreso. Algunas mudas
interiores, ropa de vestir y los accesorios propios de la higiene personal. El
servicio Social de la empresa, Contactó con mi entidad bancaria, para que
anularan mis tarjetas de crédito y que me extendieran permisos para poder
obtener algún recurso de mi propia cuenta. _ Una odisea, amiga Paz y tú quizás
preguntándote, si no volvía a darte las gracias y a permitirme que pueda
invitarte si quiera a cenar una de estas noches. _ Acabó su retahíla, aquel hombre, ya más
sosegado que en horas anteriores.
_ ¡No, para nada! Si quieres
que sea sincera, casi había olvidado el hecho. La verdad, que esta mañana me
puse en contacto con mis amigos, los del parque y si, que han comenzado a hacer
pesquisas. Más que nada, porque aquí, nos conocemos todos y no es nada
agradable que los paseantes, transeúntes y demás personas, sean engañados y
atracados de la forma más impune y vulgar que nos imaginemos. Por aquí juegan
muchos niños, que vienen con sus mamas y sin ellas, y jamás se había dado una
fechoría semejante. Los abuelos que se sientan tranquilos y ellos, si que se
quedan bien dormidos, con la confianza que ningún desaprensivo venga a
quitarles lo poco o mucho que lleven encima. Como te ha pasado a ti._ Dejó de
hablar Paz en dirección a Marcos, porque fue interrumpida por una clienta que
solicitaba una revista de moda. _ Sí cógela tu misma, ahí la verás. Vogue, a la
derecha del estante. Por cierto, _ la amiga, le preguntó a Paz._ Se sabe algo
del atraco de esta mañana. Dicen que ha sido fortísimo, que al chaval, lo han
dejado prácticamente desnudo, que no era de esta ciudad y que no ha podido
encontrar nada de lo robado._ ¡Mira ahí
tienes al sujeto! _ dijo Paz, señalando a Marcos, que escuchando toda la
conversación, esperaba tranquilo._ No se sabe nada de momento, es una pena que
pasen estas cosas en el parque, pero chica, así es la vida. Se despidieron de
la clienta y quedaron de nuevo los dos, a solas contándose lo sucedido.
_ Entonces Paz, ¿aceptas mi
invitación para cenar juntos? o, tienes algún tipo de compromiso, que no puedas
aceptarlo.
_ La verdad, es que no tengo
costumbre de ir a cenar con desconocidos, pero tú, quizás no seas tan extraño
como parece. Me apetece ir a uno de esas cantinas que sirven la cena,
acompañada de música. Eso pretendo desde hace tiempo y poder vivirlo, ya que
será difícil lo pueda repetir, en ninguna otra ocasión.
_ Porque dices eso, tú que
sabes. La vida no es tan negra ni oscura como la pintan.
_ Lo dices tú que puedes
verme y comprobar lo que te rodea. ¿Te fijas en mí? ¿Crees que lo tengo todo?
¡Un poco más limitado que tú! Ya no quiero exagerar, pero si lo digo es porque
es muy posible, no lo repita.
_ Perdona, Paz, no quería ofender,
ni ser jactancioso. Lo siento.
_ Nada de eso, ahora no te
pongas mustio, que tú has dicho que me invitas y no te vengas atrás, porque no
te lo permitiré. Mira, esta noche, no me viene bien, pero si te quedas, me
ayudas a cerrar el kiosco y me acompañas hasta la puerta de casa. Mañana más
dispuesta, vienes a buscarme y nos vamos a cenar. Busca lugar, pregunta y
alguien te dirá, donde podemos cenar acompañados de un piano o de un violín.
¿Te parece Marcos?
_ Me encanta, esa
disposición y esa valentía, en eso quedamos, me espero y cuando digas,
cerramos, te acompaño y todo queda dispuesto para mañana.
No tuvo que esperar
demasiado, la hora estaba cercana al cierre de los establecimientos y salió al
parque a ver a la gente como departía, a los niños como corrían jugueteando y
las madres como les vigilaban desde no demasiada distancia. Al poco de quedarse
ensimismado, Marcos, escuchó la llamada de Paz, que le buscaba desde el quicio
del acceso del kiosco.
_ Marcos, ¿estás ahí?
llamaba Paz, con insistencia._ Aquí estoy, esperándote._ respondió el joven,
que no aguardaba a demasiados metros desde donde ella estaba. _ Ayúdame, que
cerramos y nos vamos tranquilamente, que el camino del Hotel Continental, está
en el mismo itinerario de mi casa. ¡Ya verás qué fácil es! Solo debemos bajar
esta persiana y tú que ves divinamente, le pasas el candado y con dos vueltas
de llave, queda cerradito._ dijo Paz, _ mientras, notaba que él, estaba
ejerciendo la fuerza para bajar la corredera y dejarlo totalmente guardado.
_ ¡Ya! Alguna cosa más para
dejarlo cuidado. No prendemos alarmas, ni seguros, ni cosas así, _ dijo Marcos,
sujetándola del brazo, para posicionarla en el centro del paseo. _ Nada más,
tan sencillo como eso. No tengo demasiadas propiedades ahí dentro, para tener
gastos de esa índole.
_ No digas eso Paz, que ya
ves, lo que me ha ocurrido a mí. De lo más tonto del mundo, pero ha ocurrido y
la verdad, que me he visto perdido y desorientado en un principio. Hasta que de
verdad, cuando he hablado contigo, he sabido serenarme. Te he visto, entera y
sensata, practica frente a las vicisitudes, he pensado que aunque lo que me ha
pasado a mí, fuese lo más insólito del mundo, comparado con tu entereza, tu
aguante, valentía y talante, no tenían parangón.
_ Lo dices, por mi ceguera,
te has quedado atónito, creías que tras las gafas de sol, había unos ojos
radiantes y felices ¿verdad?
_ No es eso Paz, no sabría
explicarlo, ha sido todo tan excepcionalmente rápido, que no lo he calificado
todavía. Pienso y todo parece tan extraño. Me he quedado dormido, cuando yo
jamás duermo, ni me pasan estas cosas, peco de falta de sueño, lo nervios del
viaje, si cabe me ponen más despierto, más cauto. El desconocimiento del lugar,
hace que sea menos confiado, que esté por los detalles mínimos y que no se
quede nada en mi tintero personal, para precisamente evitar estas contingencias
anómalas, sin embargo, tenía que pasarme y me ha pasado.
_ Igual, el destino, te ha
jugado una vivencia, que ni esperabas, _ dijo Paz, sonriendo y mostrando unos
dientes nacarados blancos que sobresalían de entre las luces y sombras de la
tarde, mientras caminaban amistosamente por el sendero del parque, a poco de
emprender la avenida.
El tiempo otoñal se dejaba
sentir y ya en la gran avenida, las tiendas y el tumulto de las personas al ir
y venir, dejaban aquel sonido resabio y audaz que resignan a los oídos más
penitentes. No te preocupes, que aunque no pueda ver, me conozco estupendamente
el barrio y no nos perderemos. Déjate llevar por mí y sin darte cuenta habremos
llegado, _ matizó con gracia Paz. _ No, desde luego, me dejo llevar por ti,
imposible querer o pretender explicar algún detalle de esta ciudad, ni de otra
cosa. Agrada comprobar, que eres una mujer, que sabes lo que has de hacer en
cada momento y eso aunque no lo creas, da bastante seguridad. _ Acabó diciendo
Marcos, tras tomarla de un brazo, al ir a cruzar una bocacalle, con semáforo
parpadeante.
_ Te preguntarás, como una
chica joven como yo, está sin vista ¿Verdad? ¿Qué le habrá pasado, y como debió
ser la causa?
_ Mujer, yo no gozo en
preguntar. No te conozco a penas y podría ser un tanto grosero el tomar esas
licencias interrogándote tan a las bravas.
_ Bueno pues, a mi me viene
en gana de explicarlas hoy, porque te veo tan nervioso y tan fuera de lo sereno
que intuyo que eres tú, que hasta me has causado algo de congoja. _ Paz,
comenzó el relato, asiéndose más al brazo de Marcos, que la guiaba por la acera
central de la avenida. Agazapada a él, comenzó a relatar:
Iba de viaje con mi novio, a
la costa, las playas nos esperaban y siempre circulábamos rozando la
permisibilidad de las señales de tráfico y retando a las leyes físicas de la
carretera. Gozaba con la velocidad, con el aire en la frente y con el gusto por
los paisajes. Nos quedaba muy poco para arribar al hotel donde nos alojaríamos
durante dos semanas y pasaríamos las vacaciones de aquel verano de ahora hace
cinco años. No sé ni cómo, en un adelantamiento muy forzado, entramos en una
curva espantosa, la moto se encabritó,
cabeceó y nos caímos, mandándonos a los dos ocupantes al suelo. Mi novio
y yo, salvamos la vida. Él quedó entre unos matojos rocosos de la curva con
contusiones mayores, rotura de la clavícula, pierna destrozada y rasguños para
regalar. Conmigo el destino fue más sádico, caí en la carretera y la moto me
rozó la parte de la frente entre las sienes y la cara, produciéndome unas
heridas fatales que me llevaron a la pérdida parcial de la vista. Mi novio, perdió
el control de su motocicleta Yamaha 525 centímetros cúbicos y fue a parar al
suelo, golpeando mi cabeza, aparentemente, con el cordón cuneta de la carretera,
según evidenciaron las manchas de sangre encontradas en el lugar minutos
después del accidente y cuando ya habíamos sido trasladados ambos al hospital
Comarcal de la Paz
Como consecuencia de la
violenta caída, sufrí un severo traumatismo de cráneo con lesiones en el oído y
el sistema óptico visual, acompañado de una importante pérdida de sangre. No
quieren pronunciarse los médicos, a que se debió exactamente pero lo que sí es
cierto, es que perdí la vista. Como consecuencia del grave accidente. Josué, el
que fuera mi novio, cuando se recuperó de sus lesiones, graves ciertamente,
pero sin secuelas y viendo en el estado que me encontraba. No supo aceptar las
evidencias del destino y quedé sola, tras su olvido. La vida la tengo, los
sentidos intactos menos el de la vista, pero bien es verdad, que el resto se
han súper desarrollado y los tengo más perceptibles y agudos que antes.
En la próxima esquina, gira
a la izquierda, que hemos llegado a casa. _ dijo Paz, con una risita en su cara
y feliz como una niña con regalo sorpresa.
Habían recorrido toda la
avenida de San Juan y le invirtieron sobre unos veinte minutos largos, en un
regodeo entre las gentes, un recorrido
agradable, una caminata edificante. Al
llegar a la puerta del edificio donde vivía Paz, ésta le invito a subir, pero
Marcos, prudente, quiso relegar esa circunstancia.
_ Mira, nos vemos mañana a
la hora de comer. En lugar de ir al restaurante, compro algunas viandas y lo
hacemos juntos en el kiosco.
_ ¡Bien, vale! Y ¿La cena?
No se le olvidó ese detalle a Paz.
_ La cena, por la noche, así
quedamos, te recogeré en el templete de tu lugar de trabajo y te llevo a cenar
a esa tasca que he de encontrar. ¿Te parece?
Se despidieron con un
apretón de manos. Marcos, no sabía que decir y quedó callado, ella; Paz, no podía dejar de decir aquello que
pensaba, y lo soltó: ¿No te habrás arrepentido?
De la invitación a la cena, ¿No será así, no?
_ Para nada, lo que se dice
se ha de cumplir y yo, tengo el gusto de compartir contigo una buena cena con
música como te gusta a ti. ¿De acuerdo?
Al día siguiente, comieron
juntos, fueron a cenar a ese rincón del “Marisco y el violín” y pasaron
prácticamente la semana entera, viéndose. Marcos cumplía en el curso de
preparación y en cuanto tenía un momento salía al kiosco, donde siempre había
algún detalle preparado para hacer, pasear, comentar y reír. Cada tarde,
ayudaba a echar el cerrojo a Paz y la acompañaba en paseo peregrino hasta su
casa, y él marchaba a su hotel, que le quedaba a pocos minutos de aquella
intersección del paseo San Juan. No llegó a subir a su residencia, a pesar de
la insistencia que Paz le demostraba, por el deseo que tenía de presentarle a
su madre y a su perrito Niké.
De los objetos robados, no
se tenían noticias, a pesar de las preguntas y del interés que se ponía por
recuperar, la cartera, la maleta y las ropas de Marcos. Detalles que quedaron en segundo plano, dado el buen rollo
y el cariño que se habían tomado. Aquella mañana de viernes, concluía el curso a
los empleados de la compañía del gas, habiendo departido clases durante toda
una semana a todos los desplazados del país, que debían retornar a sus
domicilios de residencia. Todo había ido a la perfección, los problemas que al
principio de la semana, tuvo Marcos, habían quedado resueltos, aún y no recibiendo
noticias ni detalles por parte de la policía, ni de los agentes del jardín de
lo que habían sustraído. Con su hatillo en ristre bajó hasta el centro del estanque
donde estaba el kiosco para despedirse de Paz. El día parecía que se
estropeaba, unas nubes negras invadieron el cielo, dejando la luz bastante
tenue, como si fuese a caer una tormenta de las de masa de aire, que son
precisamente las que se forman debido al calor adicional y desde el suelo, pronuncia
la pendiente del gradiente térmico ambiental, proporcionando un efecto de
disparo en la formación de las nubes. Al entrar en el kiosco, no conoció a la
dependienta y se extrañó.
_ Hola, ¿está Paz? _ preguntó con sorpresa Marcos.
_ ¡Sí! Aquí estoy ¿Qué desea?
_ ¡Tú; no eres Paz!
_ ¡Ah no! Entonces ¿Quién
crees que soy? _ respondió la joven dependienta, con aire de guasa y retando a
Marcos
_ Pero tú, ¡no eres ciega!
_ Pues gracias a Dios, no lo
soy. En que puedo servirte. Porque, no sé qué pretendes, con estas bromas tan
pesadas y además creo que me confundes con alguien que no conozco.
En ese momento, un perrito
blanco muy nervioso, se abalanzó encima de Marcos, buscando juego y esperando
sus carantoñas. Mientras que su acompañante, le reprendía de forma muy seria.
_ ¡Niké! Te tengo dicho que no saltes encima de
la gente. ¡Hola! _ saludó el recién entrado, una vez enganchó con la correa al
pequinés.
_ ¡Hola cariño! Que tal.
¡Es mi novio! _ comentó
dirigiéndose a Marcos, a modo de presentación, _ Se llama Josué. _ siguió
refutando, ya muy cerca de Josué. Este señor pregunta por una mujer llamada
Paz. Le digo, _ sonrió y con guasa matizó. _ Que es la única mujer llamada con
ese nombre tan de pacto, de avenencia y de amistad, en dos kilómetros a la
redonda. Sin embargo, parece que no me cree, que le estoy engañando. ¿Puedes
convencerle que digo la verdad? _
_ Sí, a ella, la llaman Paz, y además regenta este
kiosco desde hace cinco años lo menos, pero otra mujer de la zona, con ese
mismo nombre. No podría decirle. ¿Qué es lo que ocurre? y porqué la busca,
¿Quién le ha dicho, que se acerque hasta aquí? En fin usted dirá. Le
escuchamos.
Marcos, sin entender nada,
comenzó a explicarles a aquella pareja, la odisea vivida durante la última
semana, con detalles extremos, que solo los podía conocer alguien que los había
vivido, tan cerca como él, que los sufrió desde su inicio y que ahora en un
instante, se habían desvanecido, como si todo hubiese sido una especie de
engaño brutal y patético.
_ Fijaos, que yo mismo
recogía a Paz, la muchacha ciega, en el momento de echar el cierre, llegada la
noche y la acompañaba en mi camino hacia el hotel Continental. Paseo adelante,
por la glorieta central, hasta llegar al cruce de la calle Delicias esquina con
el propio paseo._ Allí vivimos nosotros ¡Josué! _ constató Paz, mirando con
reparo a su novio e interrumpiendo la confesión de Marcos. _ Me había invitado
a que subiera a conocer a su madre y a su perrito, que por cierto, no me dijo
como se llamaba. _ Marcos, en ese instante mintió, ya que si sabía cómo se
llamaba el animal, ya que Paz, la muchacha invidente, la desaparecida, ¡Sí! Le
había manifestado su nombre en no pocas ocasiones.
_ Por cierto, una curiosidad,
_ interrogó Marcos, mirándoles a los dos, _ ¿Sois aficionados al deporte?,
¿alguna práctica deportiva? o quizás sois amantes de la ¿velocidad?
_ Nos gusta, la moto. Soy propietario de una
Yamaha 525 centímetros cúbicos, que es la que nos lleva por esos mundos de Dios
y nos permite disfrutar de la naturaleza y de la carretera. ¡Qué tiene que ver
esta pregunta! No le veo relación con el caso. Es que sabías que solemos
¿viajar en moto?
_ ¡No para nada! _Volvió a mentir Marcos, piadosamente, por no
saber contrastar esos detalles, que recordaba vagamente de las conversaciones
que había mantenido con la mujer ciega. _
¡Bueno pues lo siento! Llevo un
tremendo lío en mi cabeza, creo que confundo situaciones. ¡Ah una cosa más! _
Volvió a inquirir Marcos, haciéndose el confuso. _ ¿Conocéis algún restaurante
que, además de servir cenas sea musical? y quede cerca de por aquí.
_ ¡Claro que sí!, _ respondió
Josué, _ el rinconcito del “Marisco y el Violín” precisamente hace una o dos
noches, Paz fue a comerse un par de cazoletas de ostras vivas, con un compañero
que es comercial de la compañía del gas. ¿No es verdad cielo? _ Paz, asentó con
la cabeza, sin darle importancia.
Marcos, recogió sus
pertenecías y salió del kiosco. La lluvia había comenzado a irrumpir, los
truenos ya se preparaban en su espacio para retumbar y los relámpagos, se
dejaban entrever entre las nubes negruzcas del cielo gris y amenazante.
El viaje a su localidad, lo
hizo con la preocupación y el temor de una de las tormentas más espeluznantes
que se recuerdan en la zona, la misma donde estuvo impartiendo el curso de
capacitación. Cayeron muchísimos litros de agua y granizo. Tantos que se
anegaron algunas de las calles, reventándose alcantarillas, con los problemas
que se derivan de una situación inesperada. Algunas de las bocas del
metropolitano. Las más antiguas, tuvieron que cerrarlas para que los bomberos
pudiesen achicar toda el agua que había penetrado en los túneles, anegando las
vías y accesos. Teniéndose que interrumpir las líneas en según los tramos.
Inundaciones en el extrarradio con desbordamiento del rio, provocando victimas
y cuantiosos daños materiales. Los vientos huracanados, dejaron la ciudad
desolada e infecunda, mientras los Servicios de Mantenimiento, Voluntarios, y
Fuerzas Sociales, recuperaron el pulso de la gran Urbe.
Habían transcurrido dos
meses, cuando un día recibe en su domicilio un fardo, traído por el Servicio
Postal, en el que al abrirlo, no sin sorpresa encontró, toda la ropa que le
habían robado aquel día en el parque Dos Mundos. Su portafolio, con todas sus
carpetas y en el interior, en uno de los bolsillos internos, su billetera, con
todo el dinero que portaba en el momento de la desaparición, el documento
nacional de identidad y todas sus tarjetas de crédito. Absolutamente todo, lo
que era de su propiedad y que en aquel momento desapareció sin dejar huellas.
En el remite del envío, constaba la dirección de: Kiosco del Parque Dos Mundos
Aquella noche, repasando el
periódico, en el apartado de sucesos, pudo leer entre muchas otras noticias
sangrantes, el grave accidente que habían sufrido un par de moteros que
viajaban hacia las playas, sobre una Yamaha 525 centímetros cúbicos, en el que
el conductor un tal Josué Raches, salió desplazado hacia la cuneta, con heridas
graves, pero que no se temía por su vida. La acompañante, Paz Rubiales, había
ingresado en el Hospital Comarcal, contusionada gravemente y con hemorragias y
daños en abdomen, pecho y cabeza, temiendo pérdidas auditivas y ópticas.
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