Fue vino tranquilo,
el que gustamos antaño.
Similares adeudos, iguales saldos.
Invocó el nuevo año,
¡Todo es engaño!
Sin recrimino ni llanto,
el destino antojadizo,
tomo su tránsito,
dejando negruzcas lagrimas
que aún arrastro.
Le llaman tranquilo a dicho caldo.
Templanza sin burbujas,
claro tinto o morado,
para que pose a conciencia.
Logrando de si,
un sabor preciado
Sirve otra copa chaval,
que he de quemar mi garganta.
Fibras vocales inflamadas están,
y la voz no suena igual,
si he de aplicar la palabra.
Boca ardiente, dicción y flema,
sangrantes labios color cereza,
penetra el vino hacia el abdomen.
las vísceras sufren.
Todo es condena.
Aliento rojo, color de selva,
ebrio de dolor muere de pena.
lágrima de la canción, que cayó en la arena
el piano interpreta la misma escena,
con acordes y cadencias se alberga.
Mozo la taza la quiero colma,
a trago apurado, tú la rellenas,
resbalar quiero y olvidar penas.
Derrochar la sangre de las venas.
Morir he de hacerlo. Sin treguas
Templado es el vino que acelera,
ni dulce, no es agrio, amarga y sesga
sin nervios, sin ruidos, sin estratagema.
No es alcohol de iglesia ni de ofrenda,
cualquier caldo serviría, siempre que ofenda.
Si fuera licor nervioso, tendría emblema,
trino singular que ultima escena,
de locuras de amor y desencanto.
El grado de alcohol implícito es alto,
desgaja el hepático con uñas de arácnido
Lo trague sin freno, a pesar del daño.
La botella y la copa tropezando.
Atina el ocaso equilibrio raro,
engulle y traga sin dar descanso.
¡Delírium trémens ya tienes!
¡Por fin!
Tremendo espanto.
Es lo que buscaba ya de tiempo y,
morir borracho.
1 comentarios:
La letra perfecta para cantarla en un tango porteño. Felicidades. José Añez
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