Llegó a la casa de su amigo con la noticia, lo daba como un hecho consumado y solicitaba consejo o igual quería pulsar, como caería la noticia entre los colegas, amigos y familia.
_ Creo que está en cinta.
_ ¿Se ha hecho las pruebas en la farmacia?
_ No de momento. ¡Realmente no lo sé! Creo que podríamos decir que es un hecho
_ Esa no es respuesta, los asuntos no se aventuran antes de que se produzcan y cuando son realidad se ha de buscar la mejor solución, pero el que me digas, “que no sabes”, es como ir a ciegas sin importarte lo que sucederá. _ Ella que dice.
_ ¡Nada, se ha quedado muda! Tendré que casarme con ella, ¡qué voy a hacer!
_ No dices, que ella, no ha dicho nada, como es que ya tomas sin contar con nadie tal decisión.
_ ¡Tú qué harías!
_ A mí me preguntas, ¿qué es lo que haría? Sin duda es una decisión que os compete a los dos, a ti y a tu chica. Supongo que sabíais a lo que os exponíais, ¿Verdad?, o es que estabais borrachos o drogados los dos mientras chingabais.
_ Para nada, me dejé llevar por el ambiente, ardiente y descosido.
_ ¿Es una relación estable y duradera?, o por lo menos ¿prevés un futuro?
_ ¡No sé lo que es! Lo que si te puedo decir es que yo ahora, no esperaba un palo como este, he de continuar con los preparativos de la instrucción de Inspector de Hacienda y he de viajar a Segovia.
_ ¡Y lo dices tan pancho! ¿Y las medidas para evitar todo esto? ¿Donde están? Las consecuencias ya las conocerás y, son detalles bastante importantes como para haberlos tenido en cuenta.
_ Ella me dijo, que no tuviera miedo, que todo estaba controlado.
_ Por eso mismo te acabo de preguntar: que es lo que dice ella, o no me has escuchado.
_ En fin, mala leche, ya nos veremos y te contaré, ahora me marcho, tengo que darme prisa que he quedado para cenar.
_ ¿Crees que dominas este asunto? Te veo algo irresponsable y es muy serio. …Intuyo que poco te importa. ¿Tienes las ideas más o menos claras?
_ No he de tardar, lo sabes. Ya se me ocurrirá algo. En cuanto sepamos algo del Predictor.
_ ¡Suerte, amigo! La necesitas y pon medios, que existen._ Se dieron un fuerte abrazo y se cerró la puerta tras los rápidos pasos que le movían.
No era una relación amorosa fija, ni de tiempo, sin lazos cariñosos. Se habían conocido un domingo en la pista del Montecarlo, una sala de baile de la ciudad, que albergaba a mucha juventud, mujeres y hombres de toda la comarca. Afamado recinto por la calidad de los artistas y orquestas que albergaba en sus verbenas y fines de semana, dando un colorido a la población excepcional, por la diversidad de gentes que acudían. Tras la música y los espectáculos.
Habían transcurrido unos días y parecía que todo estaba en el olvido. Una tarde de sábado el timbre de la puerta, iban a quemarlo, llamaban de forma exaltada y no le daban tregua a la bobina del zumbador a que recuperara el sonido feo y estridente de la resonancia.
_ ¡Ya voy! Un momento quien sea. ¡Que no se quema nada! _ Toribio abrió la puerta y frente a él, estaba su buen amigo Doménico, con una sonrisa abierta, indecente, mostrando aquellos dientes que penosos por abandonados y perjudicados por los rigores del tabaco no los hacían precisamente, ni esclarecidos ni aseados. Desgalichado y mal vestido, con barba de más de dos días y atufando a alguno de aquellos licores o bebedizos que suelen meterse entre esófago y abdomen. _ Cuantas prisas, debe ser muy urgente, lo que llevas entre manos, _ replicó, no sin compadecerse del amigo.
_ ¡Que pasa tío! Donde te metes, que tardas tanto en abrir a los colegas. _ balbució Doménico, a la vez que saltaban de su boca tantos esputos salivares, como chispas en una fogata con leña humedecida, yendo todos ellos a depositarse en la cara de Toribio, que aguantaba estoico aquella presencia.
_ ¿Te ocurre algo?
_ ¡Sí! Estoy ya muy despreocupado, que aquella alarma ya no es tal. Le ha venido a visitar la roja. ¡Ya me entiendes! ¡Le están pintando el garaje! Le llegó a saludar Don Menstruo. _ Decía Doménico a Toribio y éste no llegaba a entender, no encadenaba a que venían aquellas alusiones, más al pronto, _ ¡Ah ya! Acabáramos, ahora mismo no te deducía, con tanto jubileo y tanto enredo. ¡Pues bien! ¿No? …Es una obligación que quizás sea pronto para ti. _ Concluyó Toribio, mirándole de arriba abajo, con cierta angustia. _ Sin embargo, siguió argumentando muy serio, _podrías calibrar las consecuencias. Si se hacen las cosas sin más, “Aquí te pillo; allí te mato”, lo normal es que vengan los sustos y las contrariedades. Sin necesidad.
Siempre ha habido medios, pero ahora, son mucho más efectivos y seguros, por lo que no deberíais olvidarlo. Primero por aquella tranquilidad y sobre todo por la propia seguridad e higiene. Nunca se sabe Doménico ¿No lo crees?
_ Por mi no era, más que nada por Rita, que me decía que no pasaba nada, que lo llevaba atado, que estuviera despreocupado. Ella, sabía lo que hacía, que confiara; luego vi que de controlado poco y nada. Bastante sorprendida se quedó al ver que era negativo el resultado y, ese detalle aunque dice que le quitó un peso de encima, llegó a descentrarla a ojos vista en su comportamiento. Sabía de mis pocas ganas de ser progenitor, además que le había hablado de mis expectativas en mi puesto de trabajo, esa promoción y la situación definitiva en Hacienda.
Rita, una muchacha joven, estatura media y de tez clara, cabellera a los hombros en tono azabache, cejas arqueadas muy finas y ojos grandes expresivos y saltones. Lista y avispada como los “ratones colorados”, con una imaginación fuera de lo común y singularmente ingeniosa. Su flaqueza le hacía quizás algo más alta de lo que representaba. Hija de una familia numerosa de nueve hermanos. Sin oficio reconocido, ni trabajo defendido. Con una infancia en el anexo de soportar discusiones, entre sus padres por motivos diversos. Consecuencias repartidas entre la pareja, por desavenencias frecuentes dado el pasotismo del papá, del juego de naipes hasta altas horas de la madrugada con apuestas ilegales y los derivados del vicio.
Esposa defraudada y descaradamente indolente e insensible. Teniendo que trabajar en lo que sale, al cuidado de ancianos, limpiezas esporádicas, prestándose como dependienta en la pastelería del distrito, en las cocinas del colegio de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu. Cobrando soldadas de miseria y sin Seguro Social.
Hijos criados por el propio instinto de pervivencia, con absentismo escolar pronunciado, con exceso de horas de callejeo sin control.
El cabeza de familia, funcionario de juzgados, con un horario de trabajo reducido como su sueldo, sin expectativas profesionales, pero que le permite desarrollar por horario y por gusto con todas sus exageraciones, yendo a la oficina sin dormir, porque la timba de cartas duró hasta las tantas de la madrugada, con salidas frecuentes a la barra de la cantina del complejo de la Ciudad de la Ley. Tragos cortos y potentes de “Barrecha”, (bebida espirituosa compuesta de coñac de garrafa y anís de a granel mezclados entre sí), y aproximaciones esporádicas a palpar las teclas de la “tragaperras”. Apostando hasta el último de los empeñados suspiros.
Pasaban más necesidad que el ladrón de guante blanco Arsenio Lupen, sin embargo en la casa se aparentaba que las cosas eran bonitas y brillantes, que la felicidad era parte de esa falta de realidad y que a todos ellos, les estaba esperando en la esquina un golpe de suerte que les sacaría de aquella situación. Escondían los malos tragos y los nefastos instantes derivados de aquel engaño que suele pasar en no pocas familias, nacidos de las envidias, de los celos y de los asquerosos rencores y desprecios.
_ De todas formas, amigo Doménico, no creo que vayas por esos mundos inmisericordes, relacionándote con muchachas, que a lo mejor, ni les gustas a ellas y por supuesto, ellas no serán ni de largo la mujer que esperas.
_ Lo dices, por el susto que me di, el otro día, cuando vine a pedirte algo de consejo. Ya sabes, con los de casa no me entiendo, no pueden ofrecerme respuestas.
_ No pueden darte respuestas, porque tú, no las pides y te comportas como un extraño con tu gente. Estoy seguro que exageras.
_ Puedes decir lo que quieras, prefiero contártelo a ti y que ellos sigan su vida.
Aquella reunión se mantuvo hasta que Doménico recibió una llamada de teléfono urgente, que le hizo deshacer el encuentro y partir en busca de algo que se había suscitado de improviso y que le convenía.
_ Mira, Toribio, he de marchar, ya nos iremos viendo ahora ya sabes llevo los asuntos muy superficiales y no puedo dedicarles demasiada atención; ¡ la que me gustaría!
_ Cuando quieras, ya lo sabes, aquí estoy. Sin embargo no iría mal, que te anunciaras con antelación, a veces como sabes el presentarse sin previa cita, desconcierta al más pintado.
_ Lo comprendo, amigo. No sufras por eso, recojo el guante que me lanzas y creo llevas mucha razón. No me acompañes a la puerta conozco el pasillo de salida.
Desapareció tras la puerta y Toribio, quedó pensativo y analizando todos los comentarios que habían hecho, sin encontrar demasiada credibilidad ante tantos datos sin aparejo y todos los inconvenientes y contradicciones que acarreaba.
Toribio conocía a Doménico desde la infancia, sus familias se relacionaban, por el mero hecho de ser vecinos y el trato diario les llevó a tomar ciertas confianzas y mucha comprensión al cabo de los años.
Joaquín el padre de Doménico, un hombre bastante especial, creyéndose gracioso y resultón, en su interior era un ser despótico, que se quería él solo y siempre encontraba defectos en los demás, sin verse los defectos cerebrales propios, que acarreaba y sobresalían de forma descriptiva. Carácter agresivo y fugaz, dubitativo y poco seguro de sí mismo. A los hijos no les prestaba el necesario apoyo por ello, habían dejado de confiar en aquel personaje, que vivía sumido en un mundo irreal y que por nada se enfadaba, gritaba y se desahogaba insultando y faltando el respeto al más pintado.
Marcela su madre, una mujer de las que no quieren problemas, que siempre buscan echar las culpas a los demás y esconder la joroba para evitar complicaciones y tareas extraordinarias. Conocía bien el perfil de su marido y le toreaba, a pesar de confundirse por la señora sumisa y sufridora. Sin que nadie lo advirtiera y de una forma subliminal, movía los hilos y llevaba al pelele de su esposo por el camino que ella marcaba, sin concesiones, consentimientos ni compadecerse de los propios hijos. Enferma irreal, hipocondríaca, de las que parece van a morir, pero en la realidad se burlan de todos, porque acaban por estar mejor que nadie. Comediante y embustera teatral.
La llamada de urgencia que había recibido mientras estaba Doménico en casa de Toribio, no era más que una excusa, para verse con Rita y sus amigos en el Montecarlo. El ambiente aquel viernes, estaba que rompía de alegría y de lujo, la orquesta Maravella, tocaba a gusto de los allí presentes y combinaba los boleros, con la música más rápida, haciendo que el alcohol de las bebidas se mezclara más pronto en la sangre y el consumo aumentaba a medida que pasaban las horas.
_ Rita, te presento a Eladio, un amigo entrañable. Es militar y está destinado en el cuartel de la Remonta; por cierto está muy a gusto entre nosotros._ Dijo Doménico, con énfasis
_ Hola, _ ella se levantó por educación. _ Me llamo Rita, tanto gusto._ Se saludaron con alegría y se volvieron a sentar en el lugar que ocupaban.
_ ¿Tú no eres de aquí, verdad?, _preguntó Rita, mirándole a los ojos fijamente.
_ ¡No! Soy australiano, pero estoy criado en Torrejón de Ardoz, mi padre era diplomático y residimos entre Madrid y Brisbane.
_ ¡Si es qué! No puedes disimular. Eres de la tierra de los canguros, _ dijo con guasa Doménico, queriendo ser gracioso
_ ¿Cómo conociste a Doménico? _ preguntó Rita, sin haberle inhibido miradas a Eladio.
_ Si quieres que te diga la verdad, exactamente no podría precisar, pero seguro que fue en una de esas farándulas que nos montábamos hace un tiempo y que están relacionadas con la juerga, el juego y los vicios,_ matizó sin importarle un bledo al sargento.
Aquella noche los tres se lo montaron mayúsculo y tomaron de todo lo que puede transitar por las vías venosas y las de deglución, al estilo de los irresponsables y siempre como norma: el disfrutar a tope y nunca parar hasta que caigas mordido al suelo. Se despertaron en casa del sargento, desvestidos y al cabo de dos días del comienzo de aquella bacanal sustanciosa. Todos ellos fuera de control y con apariencias de recién llegados de otro planeta. No recordaban absolutamente nada, tan solo como había comenzado el ferrete aquella noche de viernes.
Se despidieron sin mediar demasiadas palabras ni concesiones, dado que las horas se les habían echado encima y cada cual debería dar explicaciones donde fuera menester, tras tan cochambrosa y larga parranda.
_ ¡Dominguín, cariño!, He de decirte una cosa importante, _ dijo Rita haciéndole un gesto sensitivo y mordaz. _ Ya me lo dirás esta noche, mientras tomemos unos cubatas en la terraza del Price, que estaremos relajados y cómodos, _ le dijo Doménico sin demasiadas ganas de escuchar los sermoneos de Rita.
_ Cariño, es muy importante que lo sepas, esta vez es con certificado de autenticidad y sin errores farmacéuticos ¡Mi amor!
_ ¡No estarás en cinta!
_ Sí cielo, el Predictor me ha conformado la sospecha y como no quería errar, he ido a la farmacia del Señor Raúl y él personalmente me ha practicado la prueba.
_ ¡Pero bueno! No quedamos en que llevaríamos cuidado y que tú lo ¡Controlabas todo! De nuevo este lío ¡Qué ha pasado!
_ ¡Eso dímelo tú! Que pasó aquella noche de hace tres meses, en el cobertizo de tu amigo, el militar, ¡Que pasó! ¿Lo he de explicar? ¿Quizás se te va refrescando la memoria? ¿Creo que fue gordo el cachondeo? ¿Recuerdas que nos despertamos en pelotas?
La línea de ferrocarril entre Barcelona y la playa de Mataró, iba aquella mañana completa, los convoyes de cercanías transitaban con algo de retraso, debido al flujo de personal que ya vacando quería disfrutar de los baños. En uno de los apeaderos, tomó el tren Toribio que disfrutaba de unos días de reposo tras haber acabado el proyecto de trabajo que le llevaba de coronilla. En aquel vagón y ensimismado viajaba Doménico, que ultimaba asuntos profesionales desde uno de los bufetes de Vilasar.
_ Hola, compañero ¡Cuánto tiempo!
_ ¡Hey! Toribio, a ti quería hablarte hace días._ le replicó el amigo, _ ¡Que buenas nuevas me querías contar! _ preguntó Toribio, con un agrado especial, siguiendo su interrogatorio inicial. _ ¿Cómo tu por aquí? ¿Tan alejado? De tus cuevas de diversión noctámbulas.
_ Voy de trabajo, he de gestionar unas fianzas de un estafador conocido, que la administración lo ha pillado en un desfalco en sus arcas y eso está penado.
_ Tú verás, a ese pájaro, ¡se le cae el pelo! ¡Seguro! _ Añadió Toribio preguntando seguidamente._ ¿Qué querías contar? ¡Habla!
_ ¡Voy a ser papá! Sentenció Doménico, sin alegría.
_ ¡Otra broma de tu novia! No padezcas, que verás cómo es una bola, para que le prestes atención.
_ ¡Nada de eso! ¡Ojalá!
Se casaron sin el concurso de la familia paterna, los cuales no asistieron más que una exigua representación. Todos los amigos y colegas olvidaron ese día, excepto Toribio, que con bastante pena, aportó lo que pudo para acercarle algo de dinero efectivo y regalar su presencia en los actos religiosos. La fiesta no pudo ser sonada ni alegre, sin excesos, en ella solo aparecieron los allegados de Rita que, fueron los que le dieron la nota de color proponiendo la alegría medida y gastando toda la comida y bebida que sirvieron en el banquete.
Una vez enlazados, Doménico tuvo que partir al curso de intendente, propuesto por el ministerio de Hacienda, previsto desde hacía un tiempo, quedando Rita con sus padres y hermanos, esperando que volviese a tiempo para el nacimiento de Filonila.
A los cinco meses del casorio y acabada la instrucción de Doménico, nació Nila. Una niña preciosa, que no fue la mediadora de los conflictos. No unió a la familia ni a la pareja, distanciando aún más las posturas y las sinrazones. Haciendo de la vida en común como un martirio difícil de soportar.
Aquella tarde el teléfono no dejaba de sonar, los mensajes iban quedando establecidos dentro del editor de llamadas del equipo para que fueran atendidas en su momento. Desde la puerta de acceso al edificio de su vivienda escuchó el timbrar del teléfono. Cuando volvió a escuchar repetidamente el zumbido de llamada entrante. Ascendieron por el montacargas los dos pisos que distanciaban la puerta de su vivienda.
_ Tiene tres llamadas. Para escuchar sus mensajes pulse…. _ Se escuchó a la operadora informar después que Rita descolgara el aparato, procediendo a saber quien había llamado._ Llamada número uno, establecida hoy a las diez y cinco; para escuchar pulse uno, para guardar..._ Rita pulsó directamente la tecla para oír quien llamaba sin dejar acabar al mecanismo dijera toda la retahíla mensafónica, _ escuchando los avisos, _ Rita por favor ¡Llámame! soy Eladio, no sabía cómo ponerme en contacto. Llámame he de hablar contigo, te dejo este aviso y donde llamar…_ Aquella mujer continuó atendiendo al siguiente recado que aún estaba por escuchar, sin más acción que la de pulsar nuevamente el cifrado que la operadora le indicaba y seguir los pasos interminables descritos. _ Rita, soy yo de nuevo; Eladio, me trasladan de país, no me marcharé sin lo que es mío. Llámame o se lo contaré todo a Doménico.
Impasible borró las tres evocaciones almacenadas y dispuso a su hija en la cuna y las viandas que había comprado en la nevera.
Cuando lo tuvo todo pertrechado y a Nila, durmiendo después de la degustación de su papilla, descolgó el teléfono y marcó con pausa el número que le había proporcionado la última llamada que atendió.
_ ¡Hola! ¡Qué te pasa ahora! ¿Puedes decírmelo? ¡Que significa que, se lo vas a decir todo a mi marido! ¿Quieres buscarme más problemas de los que tengo? O, te ha dado un rancio y estás paranoico. No quedamos en que nunca me llamarías, que lo llevaríamos en privado.
_ ¡Espera Rita! ¡Deja hablar! ¡Escucha! Las cosas se han torcido y no podremos llevar a cabo el plan como lo teníamos previsto. Me trasladan a Toronto ¡Ya!
_ Pero, ¡Cómo!, sin avisarte con tiempo, para prepararlo. ¡No me lo creo!
_ Has de resolver el asunto en tres semanas, no hay más prórroga. Mi guarnición parte en misión especial a Canadá y no quiero dejarte aquí, ni a ti ni a mi hija Filonila.
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