martes, 13 de septiembre de 2011

Un museo especial


En la mañana habíamos decidido, vernos los amigos habituales. Esos que recorremos distritos, términos, suburbios, barrios y monumentos. Buscando ese sabor a recuerdo. Esa esquina, ese margen que evoca el Neocentismo, aquella calle que tiene un recoveco y que casi nadie se fija en la estatua, que perpetúa aquel monolito, obelisco, pirámide. ¡Por fín! nos reunimos ¡además! para saborear ese pulpo al ajillo y perejil tan sabroso y sápido que sirven en Badalona, en la zona del Bufalá. ¡Divino! Octopus vulgaris cocinado en su punto. Se saborea con un buen vino para hacerlo más llevadero y que su deglución sea de lo más sabrosa. Todo ello lleva implícito el congregarnos con ese cariño que desprenden las amistades legítimas y auténticas. Aprovechando tales parámetros y convergencias, se decide visitar de una vez por todas el Museo del Emigrante. No queda a demasiada distancia del lugar donde a esas horas ya se disfrutaba de los comentarios inauditos, geniales, paradógicos de los allí reunidos. Tras haber degustado de ese manjar marino, que estaba para chuparse los encantos solemnes de los sentidos y sin perder demasiado tiempo en advertencias, anécdotas y glosas, salimos en busca de nuestro objetivo. El museo del tren del emigrante. Aquel que hacía la ruta entre Andalucía y Cataluña. El famoso "Sevillano", que además de todos los recuerdos que nos retiene, añora y evoca, nos traslada a una época nuestra en la que nada sobraba y las dificultades de la escasez en las familias evidenciaba las causas por las que muchas personas habían de marcharse de sus pueblos y dejar todo lo querido, lo cercano buscando otra forma de ganarse la vida y pertrecharse un porvenir.
José Añez el promotor de esta idea, quiere plasmarla en su rincón literario, en su página de la "Plaza de de Benínar, incluirla dentro de su cuadrícula, "La Vegueta" haciendo una crónica historiada de como eran aquellos años que aún no distan demasiado lejos de nuestros recuerdos. Trabajo que dedica a sus paisanos de Benínar y que estará reflejado como lo apunto.
Juan José Pérez López, "El de la placetilla", nuestro entrañable amigo y camarada, iniciador de posibilidades y consecuciones, aquel que sabe darnos con su labia y su agrado, datos de lo que pensaban nuestros abuelos y ancestros. Aportó con sus intuiciones, discernimientos, prudencias y su memoria privilegiada, detalles, ocurrencias y virtudes de toda aquella amalgama de situaciones dignas de mención por situarlas siempre dentro de la cordura, la cultura y la realidad.
No quedaba más que la tarea encomendada a un servidor, que no fue otra que dejarse llevar por los laberintos del bienestar y el gozo con tanto arcano, sigilo y entresijos, tantos recuerdos y nostalgia, haciendo un pequeño resumen en vídeo de todo lo que les intento explicar.
Trabajo que ha de servir para documentar el ya mencionado trabajo de nuestro ínclito amigo Jose Añez.

Aquí dejo algo de la certidumbre y cuatro detalles de lo que pudimos encontrarnos en aquel recinto museístico, cuando reverdecieron los recuerdos de un tiempo pasado que sin duda nos dejó merma.
Dados los detalles minuciosos del Museo, guardando toda clase de objetos afines a esos trayectos mencionados y que con un escenario tan estupendo, fácil lo tenemos los que aplicamos la pluma en descripciones detalladas y concisas. Por la teatralidad de lo que se quiere representar, es un digno y fehaciente escenario. Dentro de un vagón de ferrocarril, de finales de los años cuarenta y cincuenta. Se han instituido, toda clase de detalles, se ha reorganizado una infraestructura de coleccionista, pudiendo disfrutar del sonido de un tren, de los propios traqueteos que hacía el convoy durante el viaje, de la clase de personas que en él viajaba y de las costumbres traídas.

Agradeciendo a los cuidadores del Museo del Emigrante, las facilidades y el apoyo, trato excelente mientras anduvimos por las cuidadas instalaciones.
Por todo ello y en honor a estos emigrantes. Dejo mi reconocimiento y mi poema titulado: Emigrantes del pasado



Caminos de esperanza,
tomaron sin ganas.
Mañana me marcho
lejos de mi casa

Es una partida
valiente y con riesgo,
nadie asegura,
que hallemos arreglo.

Dejando la casa cerrada,
duerman los recuerdos.
Intentaré volver,
no puedo saberlo


Buscaba trabajo,
cobijo y empleo.
Tenía deseos y saqué ingenio.
La suerte no existe,
por eso la invento.

¡Señor! Dame fuerzas,
aunque si pagan, las vendo,
no estoy deprimido,
lo apuesto, me arriesgo.

Llegando a esta tierra,
donde nada tengo,
habré de inspirarme.
Adaptarme a prisa,
para sentirme dentro.


No tengo complejos,
no tengo bolsillos
y si los tuviese
estarían vacíos.

No tengo vergüenza,
ni vengo a llorar,
tengo mucha hambre
aprenderé a nadar.

El tren que me trajo,
me dijo al oído,
no tengas más miedo
toma ese camino.


Esfuerza y trabaja,
si no en esta finca
amarra las barcas,
que un día sereno
vendrá la esperanza.

El tren que me trajo
me lleve de vuelta,
con pan bajo el brazo
y la vida resuelta.

Por eso me vine
querido compadre,
a ver si desligaba
el destino y  el hambre.




No estoy depresivo,
entiendo y merezco,
defectos que amparo,
llevaré sin embargo.

El tiempo ha pasado
desde que aquel tren nos trajo.
Al que le amargue el vino,
es que no supo frenarlo.

Recuerdo aquel día,
llegué empapado,
con miedo evidente,
quedó demostrado.



Aquel tren fue el motivo,
de agrandar mi rambla,
recojo con gusto,
fruta, cosecha y gracias.

Aquí posé mis reales ganas,
donde vi crecer mis frutos en calma
tras haber fecundado
a mis hijos del alma.

Tengo dos ciruelas, ya maduradas,
que son el orgullo, lo refleja mi cara.
Los ojos se nublan, respiración grata,
presencian mi vida. Sin ellas ¡Nada!





Tristezas y risas,
tantas cosas raras.
Al cabo de una vida,
son del todo olvidadas.



No he sido emigrante
de lugar ni de posada,
más tengo a mi gente
con la blusa quemada.
Por haber vivido
quimeras ingratas.



Bienvenido ¡Amigo!
que vienes de otra cantonada.
Te brindo mi amparo, amistad
mi techo y almohada.











1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez más mi agradecimiento y mi afecto por los momentos inolvidables que me estás haciendo recordar para vivir, ambos infinitivos conjugan la palabra amistad. Porque la amistad hay que experimentarla para después, no olvidar. Un abrazo de este inmigrante que gracias a ti a viajado en un tren de ilusión.
José Añez

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