Capítulo 9º Nuevo Juicio
Me bajo en Triunfo
Tuvieron que sucederse tres semanas y dos días hasta que llegó el momento de la resolución total y definitiva, hacía un tiempo raro, la previsión era de lluvias intermitentes, el personal del metropolitano se encontraba en huelga, por lo cual los planes debían cambiarse sobre la marcha.
Salió del trabajo cerca de las nueve y cuarto de la mañana y con suma calma puso la llave de contacto en el arranque de su vehículo, el mismo que le habían sustraído hacía veintidós meses y diez días, lo miró y pensó que ahí estaba el cuerpo del delito, que lo transportaría hasta dónde su conductor quería; al Palacio de Justicia, a ver qué ocurría. Ya en ese punto y en ese momento, lo que realmente deseaba es que finalizase todo, de buena manera y pasar del agobio generado por gente que vive de lo que afana a los semejantes.
El tráfico estaba de pitorreo, toda la ciudad motorizada a la fuerza, debido al paro generalizado del transporte público, por tanto trazó mentalmente el trayecto más adecuado para su conveniencia. Al tiempo que circulaba, la radio estaba sintonizada y escuchó con interés la noticia de los dos mil millones de pesetas que solicitaban los jueces por una fianza contra un banquero experto en negocios turbios de la capital. Dinero, que según el periodista, quería gestionar con una finca de su propiedad, que supuestamente habría conseguido con las mismas artes con que había logrado enriquecerse tan en abundancia y en tan breve plazo.
La otra razón por la que prestó atención fue, noticia como no, de jurisprudencia. Un crimen a unas niñas que por lo visto habían sido violadas, después de hacerlas padecer y martirizarlas hasta la extenuación, antes de asesinarlas por un grupo de sinvergüenzas conocidos y que no repararían jamás ese daño, aunque estuvieran de por vida condenados a trabajos forzados. Parecía que todo ese preámbulo daba pie a la máxima concentración por el símil, de lo que es la justicia, aunque la causa del señor de los telegramas, no tenía la escala de lo que recién había escuchado.
El pensamiento se había esparcido por derroteros pintorescos mientras conducía con los paros y rearmes, propios de la circulación, semáforos y pasos de cebra, con la calzada mojada y con todos los versos, noticias y anuncios que emitía la emisora sintonizada.
Se detuvo en un stop y la brisa del mar lo volvió a enardecer, estaba cerca del puerto, aún debía llegar un poco más lejos, avispó en el reloj del salpicadero que el tiempo lo llevaba controlado para presentarse con puntualidad, buscaba lugar para estacionar pero a esas horas y en la ciudad es como querer subir al cielo de un suspiro. Decidido fue atento para dejar el vehículo lo más cerca posible, resguardado y en pupilaje. El tiempo había empeorado, estaba el cielo gris y la temperatura era moderada para el mes que corría, un par de vueltas y allí un gran aparcamiento tenía plazas libres, descendió por la rampa y al llegar al expendedor automático, recogió su boleto que le indicaba la hora de entrada en él, las fracciones de tiempo y lo que debía abonar según lo consumido. Cerró el vehículo debidamente y se apeó saliendo a la luz diurna, mentalmente repasó si portaba todos los documentos necesarios, hoja de citación y acreditaciones personales, todo estaba en orden. Comenzó la singladura y peregrino recorrió en un paseo agradable y confortable. En su andanza hacia su cita se tropezó con lugares que aunque suponía habría pasado en otras ocasiones, no se había fijado en algunos detalles que ahora por primera vez descubría, eso le hizo sonreír. Cuanta diferencia existía entre el paseo vigente y el primero que hizo, ahora estaba todo a punto de finalizar y entonces existían dudas bastante razonables para creer que las cosas se desarrollarían de una manera contraproducente.
Al testigo lo habían tenido de comparsa que ni puñetera falta hacía que aquel hombre tuviera tantas molestias, sin abonarle gastos ni compensaciones por los daños ocasionados.
Al testigo lo habían tenido de comparsa que ni puñetera falta hacía que aquel hombre tuviera tantas molestias, sin abonarle gastos ni compensaciones por los daños ocasionados.
_ Con tantos impuestos como se pagan y que estemos todos tan indefensos, porque si buscas defensa la cagas y se complican las cosas. Creen que quieres hacer negocio y todo se resuelve en contra del afectado
Todo es mentira, y toques lo que sea está podrido, no existe equidad, cada uno campa como puede, nos engañan siempre y nosotros además nos dejamos_ Pensaba aquel hombre aguantando la agenda bajo el brazo.
Estaba frente a los ocho escalones que dan acceso a la puerta principal, entonces con el devenir de la gente, percató que había llegado, que volvía a someterse a la pasarela detectora de metales, que comenzaba de nuevo otro juicio.
Depositó las llaves y la agenda en la cinta transportadora, y él anduvo por el pasillo mientras le controlaban en el otro extremo, recogió sus pertenencias y confirmó de reojo este hecho, viendo claramente a un agente que le escudriñaba de forma petulante.
Alzó la cabeza intentando orientarse, leyendo los indicadores, ésta vez se quedaba en el primer rellano, ascendió los peldaños y antes de entrar, volvió a releer y a verificar que se encontraba en su destino. Entró y sin duda estaba en buen camino, en lo primero que se fijó y conoció fue a uno de los agentes policiales, autores de la detención del manilargo, que le había complicado la vida y el bolsillo.
Antonio Carlos García Navarro, guardia joven, de mediana estatura, gafas, moreno y regordete, provisto de una mochila que descansaba a sus pies, conteniendo efectos personales, ya que hacía un tiempo estaba destinado en otra plaza y está obligado a viajar cuando es requerido. Su pelo cernía en un viaje natural hacia la nuca, su nariz promiscua aguantaba unos anteojos negros bastante graduados y muy redondos, sonrisa pronunciada, cuello no muy prolongado, recientemente afeitado sus dientes parejos y teñidos de un color marfil crudo, vestía camisa a rayas de manga corta y pantalón lanudo de color tierra.
Se saludaron amistosamente y quedaron en aquel recinto, que a diferencia de la Sala Cuarta, aún estaba más abandonado y falto de atención. La luz que provenía de los fluorescentes era escasa, las paredes grotescas y poco acogedoras, con cantidad incontable de cancelas y accesos que daban paso a todo aquel gentío, bancos de madera de pino oscuro, aguantaban a los que allí sesteaban. De la pared pendían ceniceros adosados, llenos de restos de tabaco que humeantes parecían lámparas de Aladino, el suelo mierdoso como en todo el edificio, toses y voces se enlazaban en un gruñir desconocido e imperfecto. El repiqueteo de las máquinas de escribir, las prisas, las llamadas al orden, el tumulto hacían del lugar el paraíso de la locura. Nada comparable a esas películas de serie que pasan por televisión, que todo está bajo el control, que los buenos son buenos y guapos y los malos destacan de lo común, por lo feos y horribles. El carabinero, después de observar y moverse inquieto, se le acerco al hombre de la agenda y le dijo.
_ Hoy no se celebrará el juicio.
_ ¿y eso? _Respondió el recién llegado
_No veo por aquí al holgazán _Dijo Antonio Carlos, sonriendo y mirando con cara de casi pena al acompañante, que con un gesto aclaró, sin mediar palabra, pensando _Es necesario gastar más saliva, si al final será lo que…
Asomó en un despacho dónde buscó al oficial de sala, era una mujer joven muy atenta y desenvuelta, con pelo abundante a media melena, con las manos ocupadas de papeles y expedientes, labios pintados en anilina clara y candonga de brillantes en sendas orejas, que al verle interpeló espontáneamente. _ ¿Dónde va?
_ ¿Se celebra este juicio, o no se sabe aún?
Aquella mujer miró con cara de escepticismo al hombre, como no entendiendo nada y adujo_ ¡Cómo no se va a celebrar!
Pues porque no veo al acusado, por aquí y ya llevo un rato, además sólo faltan cinco minutos para la vista_ Respondió el hombre con energía al tiempo que le miraba sus manos y las veía cargada de anillos, uno en cada dedo.
_ ¡Usted, no se preocupe y muéstreme su carnet de identidad! _ la oficiala interpeló
Le mostró su identificación sin soltarla asiéndolo con fuerza y ella al ir a tomarlo se le escapó de entre los enjoyados dedos_ Oiga, suéltelo que he de quedármelo.
_ No se extraviará, ¿verdad? _El hombre con dudas al dejarlo
_ Sería la primera vez que pierdo uno_ Replicó la mujer
El hombre lo entregó no muy convencido y ella primero anotó la referencia del dato, junto al expediente que correspondía y se lo guardó, haciéndole un gesto para que saliera fuera del despacho y esperara fuera.
Se volvieron a dirigir la palabra Antonio Carlos y el testigo, una vez salió este del reservado y entregar su documento a la encargada de la oficialía de turno.
_ Me aseguran que se celebrará
_ ¡Ojalá! A ver si acaban con este cuento_ Respondió con sonrisa Antonio Carlos
_ Estoy deseando, dar el tema por zanjado y no pensar más en esta mierda_ pronunció el testigo, acomodando su agenda
_ A mí, me lo va a decir y no crea que para nosotros no es el único caso que tenemos, que hay semanas que no dejas estos pasillos_ El policía
_ Créame yo estoy harto, encima de todos los perjuicios que me ha causado todo este asunto, he de abandonar mi trabajo cuando menos oportuno es _El testigo repuso con rotundidad. La conversación derivó en temas totalmente ajenos a la causa que les había hecho conocerse.
Entretanto la agente entraba y salía de los bufetes, de las diversas Salas de pre enjuiciamiento. Dos holgazanes merodeaban por el pasillo esperando su turno, con cara de ser especialistas en conquistar objetos valiosos y ajenos, mirando hacia el techo con los ojos pero, los sentidos los tenían depositados en lugares imaginables para ellos.
El lío que había y la celeridad que querían instruir los jueces aquella mañana se notaba, por las nombradías de todos los oficiales de sala, titulares y adjuntos daban a los casos interpuestos y solicitaban a la carrera que los abogados estuvieran prestos a concursar con sus defendidos.
Por allí pasaba el letrado que representó a Morral el día del delito, cuando le propinaban los compañeros de Antonio Carlos la somanta a palos. Un hombre de edad avanzada, con entradas pronunciadas, blancuzco y renqueante de una pierna, que también parecía buscar a su defendido y que no hallaba.
_ Morral Silla _El abogado iba gritando. A la vez que caminaba con esfuerzo, arrastrando su pierna que casi no le aguantaba.
El cambio que tenía este malandrín en cuanto a los abogados, se debía al turno de oficio que unas veces le tocaba “Quique y otra Enrique “. La oficiala también había salido en varias ocasiones llamando al truhán, no había respuesta y a la vez miraba al testigo, como queriéndole convencer que aquella vista, hubiera o no hubiese acusado se celebraría.
El rictus del caballero, demostraba la abstracción que guardaba en aquellos instantes, por toda la torpeza de los sucesos, en el segundo más insospechado podían cambiar radicalmente los designios y quedar a merced de lo más inaudito. Todo avanzaba acelerado, alguien estaría interesado en clausurar la jornada del modo que fuera, con acierto o sin él. Rememoró concisamente que su credencial estaba en poder de la oficiala y no debía olvidarlo en lugar como aquel…_ Pensaba_ Cosa por otro lado del todo innecesaria, en este tipo de situaciones si hubiere alguien que tuviera previsto buscar represalias contra testigos y denunciantes lo podría hacer tranquilamente, ya que en el propio tablón de enunciados, se indicaba en mayúsculas el nombre con apellidos y toda clase de referencias demostrativas y personales de quien era cada cual y para que hubiera sido requerido.
Aquel día era miércoles, final del mes de abril, con lógica podía deducirse que todo el personal quería celebrar el DIA del TRABAJO, que se festejaba como es obvio a la siguiente jornada. En el cuerpo de los agentes de juzgados como en el funcionariado administrativo, se les notaba aire de ausencia, deseando comenzar un largo fin de semana, y todo se desarrollaba manga por hombro.
Justo en aquel momento, entró el colega de Antonio Carlos, con sus gafas de sol y su pelo engominado, mediana altura, bigote poblado al estilo de la etiqueta del famoso linimento farmacéutico. Serio pero a la vez se le denotaba persona agradable y elástica, poco dado a lo no riguroso. Saludó cortés y estrechando la mano a su compañero primero y luego al testigo.
_ Ha sido imposible llegar antes_ Comento dirigiéndose a los dos oyentes, pasándose la palma de la mano por su cabello que relucía por negro y por lubricado _ He salido de guardia, hace tres horas y entre que hemos dado el relevo. En fin _ Siguió argumentando, de forma correlativa y sin prepotencias de ninguna clase. Entre colegas comenzaron sus conversaciones relativas al trabajo a la vida, a la situación general en sí.
_ A mí me han tumbado otra vez en el jodido examen para cabo _Decía Antonio Carlos a su colega, con una cara simplista y con tristeza, pues se emanaba que era un deseo ferviente.
_ No te preocupes y alerta, que he oído se vuelve a convocar de nuevo otra tanda. Por cierto, quería comentártelo hace días por teléfono y al final se me ha ido el Santo al cielo, es sobre el asunto de mi traslado a Burgos, todavía no me lo han concedido_ Relataba Plácido, a su compañero, guardándose las negras gafas de sol.
_ Oye, colega, se sabe algo de la mierda esta_ Preguntó con admiración Plácido directamente a Antonio Carlos.
_ Creo que de hoy no pasa, según me comenta este señor, que ha entrado a preguntar, no se aplaza _Replicó Antonio Carlos mirando alrededor de Plácido, como queriéndole abordar por otros temas y dejar el asunto de lado.
_ ¿Cómo han podido dividir este follón en dos juicios y hacernos venir tantas veces? _Siguió Plácido_ ¡Tú te has encontrado alguna vez, en una como esta, que te tocan las narices por no decir otra palabrota más gorda!
_ No te cortes, hombre, que este sujeto ya debe saber más de juzgados y de sumideros, que muchos de los que tanto se dan de enterados_ Adujo Antonio Carlos, mirando al testigo que fumaba y escuchaba_ Mi compañero, nunca se expresa así, debe estar cortado por usted. Las palabrotas más gordas, imagino sabe a lo que se refiere ¿Verdad? _ Seguía hablando y riendo cuasi con sorna cuando se dirigía al testigo, invitándole a pronunciar palabra y dejara de observar como lo hacen los periodistas antes de escribir la crónica taurina.
_Supone bien, pero no deja de tener razón, yo que soy inexperto del tema “fechoría”, me quedo parado y confuso por la poca consideración que se tiene con los que nos encontramos víctimas de estas situaciones, que lo único que nos comportan son dolores de cabeza y de bolsillo, sin contar con los sufrimientos escondidos_ El testigo asentía con verdadero enojo. Los policías se lo miraron haciendo una pausa en sus charlas entrando en conversación dual_ Pues muy fácil, parece ser que el robo no lo quieren mezclar con la alcoholemia_ Antonio Carlos, expresaba mirando al testigo profundamente.
_ Date cuenta, el hijo de la gran…. Como será, que quizás, el que no esté presente, es porque ya está en la trulla cumpliendo condena, el muy cabrón. _ Plácido
_ ¿Le habían caído seis meses y un día, hace tan solo un par de semanas? _ Antonio Carlos
_ ¡Usted, como ha venido citado de nuevo! Si no puede aportar nada en cuanto a la borrachera que llevaba ese cabrito_ Plácido
_Eso mismo, me pregunto yo, desde hace no solo un rato, sino desde hace meses. Lo que si tengo claro es, que entre lo que se lee en la prensa, lo que se escucha por las noticias y lo que uno vive aquí, parece ser que los fuera de la ley tienen cancha abierta y licencia para lo impensable_ Asentó el testigo, haciendo un guiño gracioso y de burla.
_ ¡No me jodas! Esto va como un barco a la deriva_ Habló Plácido dirigiéndose al foro y compadeciendo a tantos afectados que en general se ven obligados a pasar por situaciones típicas como esa.
El testigo ya no se hacía cruces por nada, oía hablar a aquellos guardias de sus exageradas cuitas y detenciones. De tantos amoríos, ligues y de otras extravagancias, que su asunto comparado con otros sucesos debía ser una insignificancia. Además como a cada momento el cerebro le enviaba un mensaje que se hallaba situado en el país de las mentiras más absurdas, se concentró en sus asuntos, pasando y mostrando el mínimo interés por enterarse de la conversación que se estaba llevando por aquellos agentes salvadores de nuestra sociedad.
Capitulo 9º de la novela Me bajo en Triunfo
Todos los personajes, escenas y comentarios, corresponden a la ficción
cualquier sekejanza a los hechos, personas y entidades, seran fruto de la coincidencia
...Continuará
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