Estaba sentado en la sala de espera de una típica barbería de su localidad, en la butaca de la izquierda.
Leyendo esas revistas sensuales, que explican la vida y milagros de esos deportistas, que además de practicar deporte, venden camisetas, hacen anuncios de perfumes, muestran los calzoncillos que usan y presumen de sus carencias, músculos y amantes.
En aquel recinto, dos artesanos cortaban el cabello a los parroquianos, mientras esperando: tres asientos, en la del centro un tipo gordinflón, con cara de buena persona, con una bondad propia de los felices totales,
la otra silla, en la derecha, la ubicaba un personaje de esos que usan esas trenzas, tan encrespadas, que según quien, de tan poca agua que tocan, llegan a ser del todo mugrientas, y dan el aspecto de desaliño y dejadez de tipo desnaturalizado.
Los dos profesionales, daban prisa a sus dedos y sus tijeras, para mirar de alistar a aquella clientela, que esperaba al salir, tener un aspecto mejorado.
Se abrió la puerta de par en par, y entra en la barbería un señor, de los que se notaba, eran habituales, por la forma del saludo de los dos peluqueros.
_ Buenas tardes_ ¿Llego a tiempo? Tenía hora para dentro de dos minutos. _Sonó, aquella voz rompiendo el silencio del local.
_ Hola buenas tardes. _ Contestaron todos.
_Que te cuentas Motril, ¿cómo está tu mujer? _ Manolo, el barbero más rancio, le citó por su nombre; y le propuso, que ni siquiera tomara asiento, que lo sentaba a la voz de “ya”, en la poltrona giratoria.
_Mal, ¡fatal! Está hecha una calamidad, más que mal, le duelen las "patas" y no se puede menar ni mijita. ¡Una mierda!
_ ¡Pues cámbiala por otra! - le respondió Manolo, sonriendo y mirándole, esperando una respuesta fácil.
¿Por otra peor?- dijo Motril
_ ¿Tú no ves la tele? Oye; que a las que dejan, tampoco están tan mal.
_Si, pero yo ya no estoy para cambios. Dijo Motril, esforzándose en respirar.
_ ¡Hombre! : Más viejos, que tú, presumen de tener, "carrocerías de 18 válvulas en su colchón".
_ ¡Chasss! Quita, "dehha que prezuman, que azí les va; yo ya no pueo ni acelerar mi Renault7". ¡Qué digo! Ni pa tomar café, que antes, bajaba a la tasca, tomaba mi carajillo de "coñá y charlaba, con mis paisanos; pues hasta ¡ezo!, he tenio que dehar". Lo único que me "quea" es venir a esquilarme, y porque, no "quea otra".
_ ¿Tú, no ves la tele? esas tías tan “guenas”, que salen casi desnudas.
_ ¿Tú, no ves la tele? esas tías tan “guenas”, que salen casi desnudas.
_ ¡Vahh!; "no me creo ná. To eso está apañao".
_ ¡Que no coño! ¡Que están buenas, hasta las que dejan! Menudos cabrones: ¡Esos tíos! , y las cambian por otras mejores. _Seguía incitando Manolo, que parecía ser un entendido de los programas de chismes, que tanto hacen subir las audiencias, y que las emisoras, colocan en las franjas de mayor audiencia; para, los que aceptan de buen grado ese formato, y para algunos que también lo ven y que niegan que lo hacen.
Manolo, es un tipo simpático, y muy gracioso, como presencia, la de un chichi nabo maduro: presumido, más seco que la mojama, y mirando por la parte del aumento, del cristal bifocal de sus gafas. Mofándose sin malicia del que puede. Sus manos blancas, asían unas tijeras, unas Palmeras, las mejores herramientas para el corte; movidas diestramente y marcando los tiempos del click; click, a la perfección. Esmerilado su cabello, por la cantidad de brillantina y repeinado, como el anuncio del linimento. Aseado y afeitado, en contraste con la bata blanca, que le cubre su ropa, destacando la perfección de la raya de los pantalones, y el pulcro reflejo de los zapatos
Motril; siguió con la cháchara, queriendo cambiar de tercio aquella conversación, que se ponía en franquía, y que los clientes, que estaban esperando tanda, no prestaban atención; a excepción del modernísimo personaje de las rastas, que de tanto en cuando, ponía la oreja, sonreía y se clavaba las uñas para rascarse, entre aquellos pelos, que más parecían ristras de esparto, que melena humana.
_ ¡Dónde vamos a llegar! Como han cambiado los tiempos. Nosotros, que les tocábamos el hombro y te metían una ostia, que temblaban los dientes.
_ ¡Dónde vamos a llegar! Como han cambiado los tiempos. Nosotros, que les tocábamos el hombro y te metían una ostia, que temblaban los dientes.
Y que no te viera, el vecino, que le metías mano, que; rápido iban al padre, y lo chivaban, y ya la "habías cagao".
_Es verdad, que temblabas, para que no se chivara, porque si se lo decía al padre, se había "acabao to", y no había más. Punto; se acabó la niña. Se juntara el cielo con la tierra, que ya no te comías de esa muchacha, ni el resuello.
Una "puta mierda to"; porque educación, antes más que ahora ¿ehh? ¡Vamos creo yo!
_ Y si te daban una ostia, tampoco te morías, ¡como ahora! No te atrevas a corregir, que te hunden. Que te denuncian, y te joden. Dominan a sus padres, a los maestros, y todo el que se ponga por delante.
Antes, …ibas a corregir a un padre: tenías que pedir permiso, para hablar en la mesa, y si te veían, nervioso; rápido, te daban un pellizco en el muslo, y te recordaban aquello de: “los niños, hablan, cuando las gallinas mean”.
_ Fíjate. Manolo; que en el pueblo, a la que cortejabas, y te hacías novia de ella, si... con el tiempo, no cuajaba y la dejabas. ¡Mierda pa ella! "…Las pobreticas". Ningún mozo, se le acercaba y se "queaba" para vestir santos.
_ Fíjate. Manolo; que en el pueblo, a la que cortejabas, y te hacías novia de ella, si... con el tiempo, no cuajaba y la dejabas. ¡Mierda pa ella! "…Las pobreticas". Ningún mozo, se le acercaba y se "queaba" para vestir santos.
_ ¿Lo dices por tu hermana? Espetó Motril, con cara de guasa, tras tantas letanías.
_ Lo digo, por todas las que tuvieron que pasar por esa mierda. Entre ellas mi hermana, que se tuvo que ir del pueblo, porque no la miraba ni Dios y ahora, ya ves, a los quince años… ¡qué digo a los quince! .A los quince, ya llevan a sus viejos, a la tele: al diario de Patricia.
_ “Ma cuerdo” yo que mi padre, nos medía con una correa, y "cuidao" el que quisiera plantar cara, te daba un correazo, que te jodía. Pues no han "cambiao" las cosas. Y mis hermanas, todas, a coser, a lavar y a las cosas de la casa.
_ Fíjate, tanto cuidado y ahora las tienes a las tres “divorciás”, viejas ya..., pero “separás”
…tus viejos, en la Residencia ¿no? _ Repuntó el barbero, retornándole a su contertulio, un desaire anterior.
…tus viejos, en la Residencia ¿no? _ Repuntó el barbero, retornándole a su contertulio, un desaire anterior.
Mientras le pasaba la escobilla por el cuello, al señor, que estaba acabando de arreglar, dejándolo barnizado, por aquel masaje “Floid“, que le otorgaba una olor clásica, de recién “pelao”. Maqueado y mirándolo por el espejo, le ayudaba a saltar de la peana de corte.
_Y tú "jodío"; encima, me dices, que la cambie por otra. ¡Calla, "cojonazo", que ya tengo bastante!
Aquel cliente, que acababa de arreglar Manolo; ya pagaba en la caja, y éste, invitaba a Motril, a sentarse en la butaca.
_Bueno, que haremos ¿como siempre?
_ “Arma mía”; lo que "pueas", ya no tengo, ni pelo, todo se me cae.
_Haremos un milagrito, y te dejaremos como un cromo, ya verás Motril, que bien te dejo, vas a parecer un niño Jesús.
Siguió argumentando y preguntando, mientras el otro compañero, ya atendía al de las rastas, que pretendía, retocarse aquel amasijo de greñas que llevaba.
_ Dónde pasáis las fiestas, ¿en casa?, o vais a alguna parte. _Manolo, preguntaba, ya en medio de la faena, haciendo sonar el “clickeo” de esas “Palmeras recortadas” de acero inoxidable, que cortaban una pestaña al vuelo.
_ ¡No! ...Estaremos en la Residencia, ¿dónde vamos a ir? Los hijos se van a la nieve y se llevan a los nietos. Nos quedamos aquí, solitos, que estaremos mejor.
_ ¿A tus hijos, les gusta la nieve?
_ ¡No les gusta! Pero, como en “caza” de mi hijo, mandan los desvergonzados de mis nietos, pues, allí se hace, lo que dicen ellos, aunque no se "puea". ¡ No creas, que tenemos un panorama bueno!
_ Motril ¡Cámbiala! ¡Te lo digo yo!
_ ¡De barbero, voy a cambiar! Porque además de ser criticón y "enterao", me haces unos trasquilones, que te cagas, y encima, me cobras.
¡Cámbiala por otra!
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