sábado, 30 de octubre de 2010

Noche de Halloween

En la noche de hallowen todo es posible, fuerzas ocultas ofrecen diversas maneras de aceptar las realidades o de camuflarlas hasta el punto de llegar a confundir lo irreal con lo fantástico. Lean una pasaje de mi libro ( aún no publicado), y podran comprobar lo sencillo que es caer en las redes de lo sobreantural ... Antes de tomar asiento; de nuevo el oficial asomó su cabeza y tocándose el faldón de su camisa amarilla gritó varios nombres, que se encontraban a no más cinco pasos, en pie se puso la muchacha del fardel, que respondió al nombre de Dolores; el oficial hizo que se identificara; ella, sacando del tan traído y llevado bolso, un resguardo ruinoso del documento nacional de identidad, lo entregó con prudencia y desconfianza; el que fue rechazado por el Judicial sin ni siquiera tocarlo por no tener valor crediticio, ni ser legal, según adujo el subalterno al estar en trámite de renovación, preguntó por el carnet de conducir o algo por el estilo.

_Tengo el resuardo del carnet, lo estoy renovando - Dijo Dolores.

_ No es válido, ¿tiene carnet de conducir? (...) __ el oficial, mirándola con cara de pocos amigos

_No tengo –

Volvió a responder Dolores, mirando con urgencia a su acompañante.

- Pues, como pretende acreditarse. (...) asintió con energía el empleado.


Con algún documento se identificó, reservándolo junto al expediente, siguió exclamando a voz en grito; Meliodoro Ramos, repitió un par de veces, mirando alrededor queriendo descubrir al aludido.


Un individuo que permanecía fuera de la galería, se acercó y le proporcionó la consiguiente acreditación, al llegar a la altura del mentor, la pareja formada por Dolores y el hombre de las insignias fascistoides se apartaron ostensiblemente mirando con angustia y desdén a Meliodoro, que facilitaba con diligencia todos los requerimientos oficiales, el petimetre sobrecogido de hombros, con la estampa rota por la vergüenza, presentaba una inseguridad manifiesta y unas dificultades horrorosas de saberse vilipendiado por unos detractores muy conocidos.


Alguna nombradía más se vociferó una y otra vez, que se acercaron raudos con el mínimo ruido dándose a conocer sigilosos, con la intención de pasar desapercibidos, con poco éxito; todos los concurrentes afilaban su curiosidad y curioseaban a las llamadas del malcarado y poco simpático empleado.

No pudiendo más tomó asiento en un hueco que había quedado libre a la izquierda, los ocupantes anteriores estaban con el juez, ó en la antesala para entrar; se trataba de los dos adolescentes y la madre, acusados de falsificación de documento y robo con allanamiento.

Notó alivio al dejar descansar las posaderas, un peso físico descargó con un suspiro, no se hicieron esperar las posiciones disponibles del asiento, tanto por un lado como por otro, la policía se aprestó a tomar aquel contorno que permanecía vacante; quedando resguardado por unos vigilantes, que lo avistaban de tarde en tarde, de forma descarada y siempre de soslayo.

La menuda seguía deleitándose con aquel chupete pendido por el cordón de poco peso, que le rodeaba el cuello, abriendo y cerrando los ojos como si aquello fuera la conocida sala de espera de la consulta de su doctor y estuviera tranquila esperando ser visitada.

Uno de los seres que más apático y camuflado había estado, presenciando aquella mezcolanza burlesca de bajos fondos y pisaverdes, comenzó a hacerle carantoñas y embelecos a la niña, en uno de los momentos que ésta abrió los ojos se acercó dónde estaba sostenida por su madre, y siguió la chanza a la pitusa.


Nadie hubiera imaginado que el hombre que tan quieto había resistido; de pelo rizado, moreno, con los pantalones cuasi caídos y de estómago prominente era un camuflado gubernativo. Despistaba por la algazara que le ofrecía a la criatura, dóciles y simpáticas zalemas; cual pediatra adiestrado, muy en contra de la actitud con la que presentan a los guardias, ó quizás la imagen que se acostumbra a ver de ellos en las noticias de sucesos.

Detalles que a nadie le pasaron por alto, cada vez que se acercaba a bromear aprovechaba para avistar dentro del escote pronunciado del atavío de mamá, con la constricción del mínimo sostén que llevaba se abultaban y, emergían los pechos como dos duraznos serondos. Pasmado por la vislumbre, trataba de curiosear sin pudícia, algo más en la pechera de la mujer, que los mostraba sin menoscabo y se acreditaban redondos y pujantes. Luego paseaba miraba su reloj, se subía los pantalones hasta la cintura, ajustándolos bajo su enorme estómago, se tragaba los mocos que se los había hecho llegar hasta la garganta con un ruido clásico de nariz y laringe propios del verraco más grosero de la pocilga.


El vigoroso Don Raimundo y su valija de piel en la diestra, acorralaba, al trigueño acusado que se limpiaba sus anteojeras progresivas, con un pañuelo arrugado y penoso; éste dejó el comentario que le hacía en aquel instante a su consorte, para atender la pregunta del licenciado, mientras continuaba friccionando los cristales.

La sinuosa demacrada que apuraba cada vez más las colillas del pitillo, comenzó a inquietarse de forma inconsciente al ver a su pareja discutir con su abogado por unas diferencias de criterio.

La nube mal oliente que había allí, confundía y mareaba, la respiración se hacia entrecortada. La única que no se perturbaba era la chavalilla, que arropada por los movimientos de su madre, dormitaba y chupaba como si estuviera muy acostumbrada a los ambientes de humo y desorden.


La Sala Cuarta de lo Penal estaba revestida de características, además de los tableros oficiales habían otros anuncios informales; para quien los necesitare, grupos de licenciados de la última hornada ofreciendo sus inexpertos servicios por módicos precios.


Otras ofertas poco ortodoxas de algún que otro comerciante despiadado, con alquiler de gabinetes; y de películas con documentales de los mejores letrados del siglo. Venta de togas de segunda mano para incipientes, en muy buen estado de conservación.
Anuncios de cenas a celebrar en fecha determinada, con francachela y espectáculo incluido, para miembros de la Adjudicatura de ésta o aquella promoción. Sociedades y direcciones de despachos de procuradores afamados, publicitando sus servicios con minutas variopintas

Clásico cartel informativo de Prohibido fumar, que todo el mundo despreciaba con desdoro y que se ignoraba por decreto ley, permanecía yerto como si la gente no supiera leer, ya que es posible que fuera el lugar dónde se permitía fumar con mayor licencia.

El lugar no tendría más de doscientos metros cuadrados, el gentío cada vez más arremolinado, se paraban, se quedaban, paseaban, y circulaban a las salas contiguas, bien se marchaban por finalización de su tarea. Abogadas más o menos vistosas, orondas algunas, feúchas otras, bajitas y altas, pero muchas de ellas sin toque de distinción. Empleadas del juzgado sin presencia, indiferentes a todo aquel trajín, desprovistas de amabilidad, de urbanidad o de simplemente de una sonrisa casual como establecen las normas de educación, sería por aquello de la costumbre de trato con gentes de toda índole, a veces tan ingrata como despreciable.
continuará..... en próximas entregas.

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