jueves, 7 de octubre de 2010

Todo se paga en la vida

Bruno, no había vivido hasta este momento una situación como la que se originó, un día del mes de mayo de cierto año, recordaba que era último viernes del mes, circulaba en su coche con destino a enclaustrar a Gertru y como primera parada la oficina de la Caja Rural, para reponer algo de dinero, no podía dejar de pensar, en como se había mezclado en semejante lio, enredarse a ayudar en un asunto que a él no le concernía, por lo que sojuzgaba la opción de pactar una salida honrosa para todas las partes, en el recurso de ubicar en una Residencia a la causante de todos los problemas que se ocasionaban dentro de aquella familia.

No había jornada en el último tiempo que no recibiera quejas y actos desequilibrados por parte de Nelly, amenazas de fuga de la vivienda que a la vez compartía exclusivamente con su propia madre, la que le había favorecido durante toda su juventud, había soportado insultos y malos tratos. Entre aquellos llamados hermanos, no existía ningún tipo de apego, ni digamos cariño, ese sentido había estado ausente siempre. Las broncas por el dinero, por desacuerdos siempre relativos a quien debía soportar, guardar o vigilar a la mama, no eran más que trabas domésticas y egoístas para escurrir el bulto y dejar las molestias y el gasto para el más tonto.

Llegó al barrio, cercano al medio día aparcó su coche y miró a su alrededor, el sol calentaba medianamente, con gesto decidido apagó el motor y salió del vehículo. Caminó como dos calles hasta que entró en aquella oficina de la entidad bancaria. No tuvo tiempo para nada más. Cayó fulminado.

Sin movimiento de extremidades, sin perder la respiración pero dejando este mundo en otro grado, como si fuese un condimento vegetal. La gente arremolinada a su alrededor trató de ayudar sin éxito, quedó en estado comatoso, agónico, no podía enviar mensajes al mundo, sin embargo, él si recibía y escuchaba todo lo que a su alrededor se entablaba, conversaciones, gestos, opiniones, insultos y descalificaciones.

Quedó absolutamente inerte con su conciencia, únicamente le funcionaba su razón, el resto había quedado apagado y ese estado le llevó a una muerte física con vivencias dolorosas y punzantes, sin poder llorar ni reír, incluso ni dar muestras de que su lucidez seguía incólume

Mientras le atendían en el pasillo de la entidad, su mente le perdió por vericuetos fantásticos y comenzó a elucubrar, a recordar hechos, detalles que habían sucedido en la parte última de su vida, en los que se creía íntegro. Corriente que le arrastraba por laberintos erráticos con una potencia brutal, viéndose causante de todo aquel aliño de penurias.

Pudo analizar su comportamiento, viendo culpas cruciales, dónde no acertó ni de lejos, observó la falta de coherencia en puntos sutiles, toques de egoísmo y de maldad, remordimientos que se guardaban en su tintero íntimo, ausencia de valor para pedir perdón en las ofensas, envidias miserables y mezquinas, atajos injustos para evitar la verdad, excusas cobardes con ánimo de aparentar. Opciones baratas para ser el mejor sin merecerlo.

Aquel cuerpo inerte, que ya estaba siendo transportado en una ambulancia hacia el hospital cercano, sufría no por el dolor de su embolia, más bien por los remordimientos que su cerebro le condenaba a masticar
_ Hola, como estáis.

Nadie respondió al saludo que esperaba Arelys, aguardando en aquella sala de estar.
Los pasos que escuchaba procedían del pasillo, al cabo apareció Gertru, un cuerpo henchido y penoso, sin mirada fija y sin intención de echar vistazo, engalanada y con la ropa a tono con su presencia.

_ Que tal Gertru, ¿Cómo has pasado la noche? _ Se le acercó y le dio un beso en la mejilla. Tomando asiento a su lado.
_ Menuda Residencia, que lujo dónde vas a vivir, ¡Qué bonita!

_ ¿Dónde voy a vivir? O dónde me encerráis _ respondió Gertru con desgana

_ Ya sabes, la vida es así, no puedes estar en la casa, tu enfermedad, tus medicinas han de estar en punto, tu comida, todos trabajamos y nadie puede hacerse cargo
_ Nadie puede, ¿nadie quiere? Y por eso me sacáis de mi propia casa. Dejadme que sola me apañaré y si no es así, cuando llegue la hora sin despedidas diré ¡adiós! Recuerda que todo se paga aquí, al final todo se purga en esta vida.

_ Tu hija, Nelly, no puede contigo, aunque creo que no quiere o no te soporta y los demás pues realmente tampoco queremos. En parte te lo has buscado, no haces bondad y no eres una mujer juiciosa, eres ludópata y te pasas con el alcohol. Vas a la tuya, no te cuidas y cada día cometes más impertinencias, no podemos dejarte sola en la casa, te dejas el gas abierto, te marchas y dejas la puerta de par en par, cualquier día nos buscas la ruina.

_ Eso es mentira. ¡Se lo inventa Nelly! Aparenta ser buena persona, y es un veneno lento, muchas quejas de todo pero cuando estamos a solas de da una somanta de palos y me reboza a golpes. ¡Anda pregúntale! A esta mosquita muerta. ¡Dios, la castigará! No lo podré ver pero si lo disfrutaré. Al final todo se purga en esta vida.

_ Tenemos que marchar, nos esperan en "La vida es dulce", iremos con mi coche, está en la puerta. Esperaba que fuese Bruno el que nos recogiera, ha debido tener algún inconveniente, normalmente es muy atento, es raro que nos deje tiradas sin avisar, además tenemos un trecho hasta allí. ¡Anda vamos!

Arelys mira por el espejo retrovisor y ve la calamidad que transporta a un lugar dónde sabe cierto, que será última etapa para Gertru y que desde ese instante habrá un punto de inflexión, antes de la dulzura que proponía el nombre de la residencia “la vida es dulce” y a partir de ahí.

Al llegar al centro, el portón se abre, el ingreso es inminente y todos aquellos residentes del jardín que están sentados tomando el fresco, les revisan como bichos raros, otros les inspeccionan desde las inmensas cristaleras y todos recordando su propia desgracia, imaginan en sus medidas que es una nueva incorporación, otra desgraciada, o quizás otro abandono.



Aquella ambulancia seguía circulando a todo trapo por las calles de la ciudad, camino del Hospital para depositar aquel pedazo de cuerpo humano, que ya solo funcionaba parte de sus cableados encefálicos. No podía menear ni un solo músculo, ni siquiera notaba aquel aire tan rancio que entraba por los resquicios de aquella camioneta que vertiginosa llegaba a la enfermería.


_ Buenas tardes, tomen asiento en poco tiempo, les atenderán_ replicaba un conserje muy amable, comenzando la tanda de preguntas y dando una serie de datos referenciales para que atendieran a la recién ingresada. Aparece una monja vestida de blanco y no demasiado pulcra, que con cariño se dirige hacia la anciana

_ ¿Cómo te llamas? _Ella contesta de manera poco inteligible, la hermana prosigue haciendo el interrogatorio propio de romper un hielo francamente rígido, y vuelve a preguntar.

¿De dónde eres? _ Se oye otra respuesta confusa, afirmando que es española_ La conversación continúa poco fluida, obligada por la hermana de la misericordia.

_ Aquí casi todas somos extranjeras, _ dijo la Religiosa, sin recibir respuesta.

A los pocos segundos, ya habiéndole hecho un par de caricias y cogida del brazo ambas se dirigen al ascensor que les llevará hasta la primera planta, la reverenda tocada con su velo blanco que se ajusta, por el calor, y a la derecha Arelys, que afectada no puede tragar saliva, ojos humedecidos y el alma entristecida.


No todos representan estar afligidos, deben poner cara de felices para trasmitir seguridad a Gertru, necesitan demostrar estar floridos, aunque cueste.
Las tres entrelazadas del brazo, toman el elevador. La monjita vuelve a interrogar: ¿Cuántos hijos tienes?

_ Tres hijos _ contesta sin importarle. De inmediato Arelys la corrige y afirma. ¡Cuatro, son cuatro, madre!

Gertru miró a la hija con atisbo agradecido y se vuelve a ausentar en su silencio, como queriendo darle a entender, que faltan tres.
Dejando en el paréntesis, quien estaba siempre y cuáles eran los ausentes.

Habitación 103, la religiosa abre la puerta, la cama de la nueva, aún no está preparada y la hermana refunfuña entre dientes, al instante aparece una compañera de la misma orden, con los preparativos para componerle el lecho. La estancia es estrecha y tiene dos camas adosadas a las franjas de la habitación, con sendos armarios y un lavabo compartido, una ventana entre cruzada por una reja resistente, para que nadie pueda hacer lo que no debe y un perfume negro que delata la poca ventilación.

_ Esto es como un pequeño hotelito, cuando se acostumbre, estará muy bien _ Sentenció la gobernanta.

Quiso entender y asintió con la cabeza, afirmando que aceptaba de buen grado en la situación en que se quedaba su madre, mitigando desde ya, todas las diferencias y discrepancias con Nelly.

Aquella sala de espera la conocía, había estado en aquel salón en dos o tres ocasiones, mientras se preparaban los detalles, de información para el ingreso de Gertru, de ahí que recordó como Joseph, el hermano mayor ni siquiera participara en el trámite, ya que no se relacionaba ni con hermanas ni con la madre hacía cinco años. La otra ausente era la mayor; Marlene, que vivía en una ciudad lejana y la mala suerte la llevaba a destinos tenebrosos.
La promotora y más interesada en que se hiciera realidad aquella admisión, su hija menor Nelly, por lo que a sus instancias, su gran mezquindad y usurera personalidad precipitaran los acontecimientos y se quedaba con el erario y la paguita aseada de la desahuciada Gertru.

Lo habían situado sobre de la mesa de cirugía, no había reacción en su cuerpo, no podía presentar signos evidentes de que estaba en posesión del razonamiento, la cabeza trotaba con todos los tubos y cables que le pendían para indagar que cuadril patológico presentaba. Ojos abiertos, sin pestañear, buscando desde el fondo de sus pupilas el rincón castaño de los sueños.

Los médicos y terapeutas hacían lo que podían por hacerle pasar lo que ellos llaman técnicamente: la hora de oro. El paciente quedó en estado de catalepsia durante más tiempo del concebido. Soportando el color de todas las opiniones realizadas en conversaciones que se hacían en su presencia, sin poder dar su punto de vista, ni opinión, como si estuviese extinto, …como si fuese paciente de “ La vida es dulce “.



Cuando Bruno salió del coma, Gertru ya había fallecido, tan solo habían pasado setenta y ocho noches, nadie tuvo que informarle de los detalles que albergaron aquellos hechos, ya que él desde su catre de hospital, comprobó que …todo se paga aquí, al final todo se purga en esta vida.

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