Se advertía
feo y un tanto grotesco. Comentaba Kilian con frecuencia en su entorno más
íntimo. ¡No se gustaba! Ni se soportaba, y en silencio aguantaba sin decidirse
a tomar una decisión que al cabo, sabía que lo llevaría al quirófano. Con lo
presumido y engreído que reverdecía desde su juventud, trataba de marcar
diferencia siempre, con quien se pusiera a tiro. Y si no había nadie que
pretendiera ese menester, también intentaba jactarse para sí mismo.
Los
detalles más insignificantes para él, tenían relevancia. Normalmente Kily, como
se le conocía entre sus amigos, se rodeaba de gente y compañeros, conocidos y aliados
poco agraciados. Con los que trataba de compararse y destacar por encima de todos
ellos.
Como si consistiera en una prueba comparativa de hermosuras y lindezas. Competía para mostrar la belleza y el narcisismo de su imagen y la arrogancia que atesoran todos los engreídos.
En la
oficina de contratación de ingenieros donde prestaba sus servicios laborales,
desde hacía un sinfín de años, convinieron en admitir a un nuevo colaborador
para realizar las entrevistas inaugurales. Aquel análisis previo que contenían
el descarte directo sin subterfugios en la selección.
El nuevo
empleado era Nathan; un tipo simpático y agradable con
un nivel de intelecto bastante superior a la media existente en aquel gabinete
técnico. Que además contaba con una presencia de adonis que resurgía. Conflicto
que le generó a Kily el volver a enjuiciarse asimismo por su deidad narcisista.
Tan solo por la presencia del nuevo discípulo, que según el criterio enfermizo
de Kily. Era un tipo perfecto y sin más, lo sumía de nuevo en su falta de
seguridad manifiesta.
Siendo el definitivo eslabón de contención para permitirse el lujo de visitar al doctor Fuenfría.
La última
excusa para zanjar y ponerse en manos de un especialista y cirujano plástico, y
abordar aquellos retoques mínimos faciales.
Ya dentro
de materia, aquel experto le mostró el catálogo de cuanto se podía hacer, y las
referencias de sus últimas intervenciones a personas conocidas, del mundo de la
farándula artística.
Presentadores
de las cadenas de televisión, políticos con ínfulas de mandamases y esposas de
gerifaltes con un caché super elevado, que no tenían más distracción que
estirarse la piel, agrandarse las tetas, y desdibujarse su propia naturalidad.
Escogiendo de
ellos, si a lugar, con esas muestras el dibujo de su propio perfil fisionómico,
caso de aceptar la intervención quirúrgica propuesta.
Tras el clásico merodeo por las mejores clínicas del lugar, desterrados los pros y aceptando lo que le proponía la guía de aquella institución, volvieron a encontrarse paciente y doctor, en nueva cita y en su despacho de consultas para mirar de llegar a un principio de acuerdo. Concretando dónde y cómo sería retocado el bueno de Kilian, para conseguir ser el hombre más guapo del ministerio donde laboraba.
Una vez
frente a frente. Fuenfría, le manifestó antes de pasar a mayores detalles, unas
consideraciones sugerentes que no tardó en exponer.
—Kilian, te
tutearé, como pretendo que hagas de igual forma al dirigirte a mi persona.
¿Estás de acuerdo?
—Por
supuesto doctor. Que así sea. Manifestó seguro el paciente.
—A ver
Kilian. Por qué quieres someterte a una cirugía sin necesidad.
No veo la ganancia
de mejorar tu presencia con una operación. Tú no estás tan mal, como para que
debas entrar en un camino largo, peligroso y además nada barato. Has de saber
que entrar en un quirófano siempre contrae un riesgo del que nadie puede
predecir. No entiendo tu postura.
No dejo de mirar tus fotos y ahora te veo en persona y creo que para nada deberías comenzar ese entreacto. Quizás te arrepientas, cuando sea demasiado tarde. Entonces. ¡No habrá vuelta atrás!
No le sentaron demasiado bien a Kily las palabras de Fuenfría. Esperaba que el mensaje dado por el jefe del hospital, fuera más patrocinado y comercial y sin pensarlo dos veces, le refutó.
—No quiero
que me veas viejo. Ni tú ni nadie. Pretendo alargar la llegada de lo que llaman
vejez, que yo no la contemplo ni ahora ni creo que lo haga después. Así que
haré lo que sea posible y esté en mi mano para mantenerme terso como un flan
recién servido.
Fuenfría se sonrió abiertamente y oyendo la respuesta de su paciente, no tuvo ninguna duda que Kily, estaba dispuesto a llegar hasta el final de lo que tenía previsto.
—¡Bien
Kilian! Llegados a este punto, y viendo que asumes lo concerniente a lo que te
he referido. Lo acepto. Que sepas que no voy a discutirte para nada tu
decisión. Eres dueño de tus actos y arbitrajes. Sin embargo, estaba obligado a notificarlo
de una forma clara, para que no tuvieras dudas, y después no llegaran los
arrepentimientos. Hizo Fuenfría una pausa mínima, mirándose a la enfermera que
le acompañaba y preguntó.
—Dime que pretendes que mejoremos en tu rostro. ¿Cuáles son tus pretensiones? Fue entonces cuando el doctor prestó toda su atención para conocer hasta qué punto de inconsciencia iba a atreverse el bueno de Kilian. El que sin titubeos, respondió más contento que un chiquillo con una piruleta.
—Me
encantaría perder las bolsas de los párpados. Aderezar mis orejas, fortalecer
las paredes de mi cuello, mostrarlo firme como un témpano de hielo. Desterrar
la papada, lucir la barbilla sin grasas ni adiposidades y por supuesto. Un toque
distintivo en mis labios.
Fuenfría se
meció los cabellos y dibujó en su expediente todo aquello que le había
comentado Kily. Haciendo un bosquejo de como pudieran quedarle las nuevas
facciones. Una vez todo fuera bien, sin complicaciones y rezando al cielo, le
manifestó sin menoscabo.
—Tú; lo que
quieres es una imagen totalmente nueva de tu semblante.
Lo que se
llama una Blefaroplastia. Rejuvenecer sin más el
rostro de tu cara. Acabadas estas palabras Fuenfría le mostró el dibujo donde
había quedado diseñado su esbozo.
Kilian se detuvo unos instantes para observarlo con frialdad, y pasado el tiempo que le ocupó aquel descubrimiento comentó.
—Me gusta
bastante. Lo doy por bueno. Puede ser genial. ¡Adelante!
Antes de
dar por finalizado el acuerdo, el doctor Fuenfría volvió a recordar una serie
de consecuencias y entre ellas expuso la siguiente, que Kily escuchó sin
pestañear.
—Sin
embargo—Dijo el doctor muy serio. Poniéndose en pie y advirtiendo con la gravedad
que le caracterizaba al prestigioso galeno.
—Con el paso del tiempo, la epidermis
que es la piel que tocamos normalmente, y alguno de los tejidos seguirán
degenerando. Pudiendo aparecer nuevos frunces y regresar cierto grado de
flacidez.
—De cuánto
tiempo estamos hablando. ¡Mucho o poco! Exigió nervioso Kily, esperando una respuesta
que no tardó en llegar.
—Promediando—Comentó
Fuenfría con seguridad manifiesta.
—Los
pacientes pueden notar los efectos de la mengua entre diez y quince años. Después
de su estiramiento facial inicial.
Sin embargo
esto es en cada caso diferente. Kilian tomó la palabra de inmediato y aseguró
—No
hablemos más del tema doctor. Dime que papeles he de presentar para iniciar el
proceso.
—Los detalles anejos, como estancia, costes de la cirugía, y demás te los dará Esmeralda Piñón. Mi enfermera, que en cuanto concluyamos te atenderá.
Le pusieron por delante todo un manifiesto, aceptando las condiciones y riesgos de la operación en aquel hospital, autorizando permisos y demás cuestiones oficiales, con lo que quedaba y se ponía en marcha el reloj restando el tiempo en que sería intervenido.
Aprovechando
Kily unas vacaciones pendientes de mes y medio, ausente en su delegación, se
intervino de aquella llamada Blefaroplastia.
Mas de doce
horas dentro del quirófano, con entradas y salidas, prisas y nervios,
transfusiones urgentes, y carreras a la UCI.
Hasta que
la operación se dio por finalizada y lo subieron a planta.
En el área
de espera, ningún familiar, y sin allegados ni compañeros fue recuperándose
solo.
Kily lo
había llevado completamente en secreto, para en un futuro dar la nota y
presentarse con un semblante diferente del que nadie pudiera conocerlo a simple
vista.
Fueron administrándole las curas. El cambio de gasas y la atención del doctor Fuenfría que lo visitaba a menudo, se fue distanciando paulatinamente.
Preocupado
por el cómo había acabado aquella aventura nefasta, y queriendo desligarse de
toda responsabilidad. Qué en principio iba a ser difícil aceptara el presumido
de Kilian.
Al cabo de
semana y media de la intervención fue el momento de despojarle las vendas del
rostro.
Las cicatrices aún se notaban frescas pero ya se vislumbraba el aspecto, y como sería la presencia final de aquel trayecto inesperado.
Cuando le
pasaron el espejo a Kily, se quedó petrificado.
Además de
no conocerse, se notaba más espantoso que antes de ser maniobrado. Mostrando
una cara de pendenciero radical. Nada agradable al ojo humano. Sería por lo
tierno de las cicatrices, pero aquello no auguraba un feliz final.
Los
doctores intentaron sosegarlo en la angustia que le habilitó al cruzar su
rostro y el espejo discordante que reflejaba, no precisamente un perfil
angelical.
Su ansiedad
e inquietud comenzaron de inmediato. Hasta que a base de medicamentos lograron sosegarlo
del enfado. Sin conseguirlo.
Tuvieron
que inyectarle un paliativo que lo dejó dormido.
El periodo
de convalecencia acabó lo mismo que sus días de vacaciones, teniendo que
retornar al departamento de ingeniería, de donde se había despedido sin
mencionar que es lo que iba a hacer.
Cuando
accedió a su mesa de trabajo, se le acercó Nathan; el colaborador que reciente engrosaba
las filas del despacho y por el cual se decidió a practicarse la Blefaroplastia.
y le preguntó.
—Podría ser
tonto y fingir que no te conozco. Has de ser fuerte y admitir tu nueva imagen,
y no atender a las críticas que vendrán sobre ti. No las comentarán
abiertamente, ni las expresarán en tu cara, pero que se sucederán a tus
espaldas, es obvio. Incluso llegarán a envidiarte y alguno que otro se reirá.
Pareces otro.
Ya no eres
el mismo Kilian de siempre.
Ahora
vivirás en otro mundo, y con otros problemas y si no te gustas será tu penitencia.
Noviembre 2025



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