lunes, 15 de enero de 2024

La deuda

 











Le decía aquella niña de trece años a su padre, queriendo ajustar las deudas pendientes entre ellos, que la atendiera aprovechando aquel desayuno dominical en la terraza de su apartamento, y si podían, dejar zanjado cuanto antes aquel dilema, sufragando las cuentas pendientes.

Edgardo, el padre de la muchacha, entendiendo aquella causa, prefirió que Marilén explicara y les informase de aquellos débitos que decía tener aplazados, una vez estuvieran todos reunidos y llegara Mariaté.

La mamá de la chiquilla, que seguía trajinando lo necesario desde la cocina a la terraza, para nutrirse aquella mañana de primavera, no escuchó las palabras que pronunció su primogénita, ni se imaginaba lo que seguiría.

Una vez que todo estuvo dispuesto, se agregaron además en aquel tentempié, los abuelos de Marilén, que habían sido invitados a degustar aquellas tostadas de pan con aceite y sal, acompañadas de un buen café con leche, que les serviría para iniciar aquella jornada de una forma eficaz.

Al poco, estuvieron todos saludados y cumplidos, alrededor de la mesa, degustando aquellos bocados. Momento en que Edgardo, hizo una pausa en la conversación para que Marilén, expusiera algo que le urgía, y así dejar concluidas sus arrogancias.

Por lo que tomó la palabra y dijo solemnemente.

-- Vamos a atender a Marilén, que nos ha de informar de algunos pendientes a tener en cuenta. Por favor. -- Comentó dirigiéndose a ella.

- Ahora que estamos reunidos, puedes informarnos de eso que tanto te preocupa y que quieres corregir.

La muchacha, sin alterarse y dando un repaso a todos los que allí estaban, adujo que ya no podía esperar más a que le fueran abonados de una forma efectiva, todos los esfuerzos que ella hacía para cada uno de ellos, y sacando de su bolsillo una lista de contenido leyó.

-- A mamá, por ayudarle a hacer las camas y quitar el polvo de los muebles durante el mes, debe abonarme diez euros. Por ir cada día a comprar el pan y la leche a la tienda, cinco euros. Por ser educada con los vecinos y amigos y ser ordenada en mi comportamiento otros cuatro euros.

-- A papá, por recordarle que su programa favorito de deporte comienza y dejar sus babuchas a los pies de la butaca, tres euros. Por recogerle el periódico deportivo del quiosco cada día y dejarlo sobre la mesa de su estudio, otros cinco euros.

El cargo que podría pasarle a los abuelos, se los enviaré por un correo electrónico, que les será más fácil de entender, cuando lo relean tres o cuatro veces. Ya que son mayores y lo mismo no comprenden demasiado bien, cómo funciona la modernidad.

En total mamá ha de darme 19 pelucos y papá 8, total, veintisiete euracos.

 

Una vez finalizó aquella reclamación Edgardo el papá invitó a Mariaté, a que le respondiera a la señorita, en su requerimiento.

María Teresa. Antes de responder, acabó de tragar el bocado que masticaba, y sorbió un traguito del delicioso café con leche humeante que esperaba ser consumido, mientras los abuelos entendían poco de aquella fórmula matemática de la nieta.

Se limpió los labios delicadamente con una servilleta de papel y procedió a la réplica.

Con tristeza comenzó diciendo.

--Has de eximir nuestro olvido el que a cambio recibirás con atrasos.

Por educarte y corregirte los deberes del colegio y enseñarte a hacer las camas. Vestirte con ropa limpia y nueva.

Por permitir esos instantes de grosería sean olvidados. Procurar que seas una deportista juiciosa. Visitar al doctor cuando es preciso, llevarte al dentista a que tu sonrisa sea preciosa. Mitigar todos los errores que cometes por inexperiencia y por tantas cosas que no voy a echarte en cara, porque aún eres una niña, y sabes muy bien que todos te queremos.

Me has de abonar cuando te venga bien y sin prisas, la cantidad de cero euracos

¡O sea nada!

 

Que incluso estoy dispuesta a perdonar tu lapsus, si comprendes lo que acabas de oír y nos dispensas por todos los esfuerzos que hacemos para que llegues a ser buena persona. Y el día de mañana seas tú la deudora con tus hijos y sepas quererlos más de lo que nosotros te queremos a ti.

 

Mariaté, volvió a sorber de la taza de café un nuevo traguito, y todos siguieron desayunando como si no hubiese pasado nada.

 

Los ojos de Marilén, se humedecieron tanto que no pudo más que abrazar a cada uno de los allí presentes, sin decir ni media palabra.


cuento para una niña

Emilio Moreno 15-1-2024


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