miércoles, 24 de enero de 2024

El peso, puede ser específico.

 


Entró en la farmacia con idea de pesarse.

Se notaba más gruesa y molesta que un par de semanas atrás. Achacable a la solemnidad de las navidades y haberlas disfrutado sin mesura a tope con amigos, amigachos, coleguitas y familiares. Pasándose diez pueblos en asuntos inmateriales todos inconfesables.

Una vez estuvo frente a la romana eléctrica, se despojó de la gabardina mostrando un cuerpo femíneo de hembra presumida mientras el objetivo de la cámara de seguridad del establecimiento medicinal la enfocaba.

Bajo la prenda de abrigo, nada más que piel. Lo demás, tan solo chicha.

Vestía un mini atuendo de dos piezas, en color carne que se confundía con su tono bronceado. El paño superior ostentaba un par de cazoletas duras a modo de sostencillos de algodón forrado de franela, que sujetaban dos senos destacados.

En el borde inferior de las caderas menos ropaje. Tan solo lucía un escueto taparrabos, sujeto a la cintura por un lazo anudado sobre el muslo izquierdo propio del modelo y marca del tanga de diseño. Pretendiendo disimular aquello que se escondía.

Al ir a descalzarse de unos borceguíes mínimos en color negro, con quince centímetros de tacón, acudió el farmacéutico para evitar que la dama se cayera entre tantas medicinas, apósitos, compresas, lociones y tiritas de vendaje. Ofreciéndose muy gentil en ayuda de la clienta fortuita, habiendo dejado con la palabra en la boca a doña Asunción; una enferma crónica octogenaria parroquiana de aquella apoteca.

–Perdone usted señora. – dijo el empleado presentándose.

– Gregorio Formal, para servirla. Permita que le ayude y asesore en lo que usted pretende conseguir.

La morena ya descalza y sin vestir, a punto de subir a la plataforma de pesaje le respondió con mucha gracia.

–Muy atento es usted don Gregorio, y veremos si es tan formal como su apellido.

Ya que se brinda permítame abusar de su amabilidad y preguntarle si cree usted que debiera quitarme mas ropa para que el peso fuese más aproximado.

El licenciado muy sereno y sin quitar los ojos de aquel recipiente físico dotado de hermosura respondió de forma doctoral.

–Mujer; usted verá. Deje que le revele un detalle. Cuando un neófito se enfrenta a ingenios super científicos y perfectos, no imagina la gama de propiedades que le puede suministrar.

Puede conocer su peso sin quitarse prenda alguna que lleve puesta, por mínima que sea,

– Esta artificial balanza puede ofrecerle el dato más insospechado y secreto que suponga.

Le cuento.  y prosiguió con su monólogo.

Mientras la mujer que sin taparse permanecía inerte, oyendo al señor Formal, y sin subir a la tarima, se gustaba al verse en el espejo mural que estaba detrás del practicante.

Siendo observada desde la distancia por doña Asunción, que aún esperaba a don Gregorio, le expidiera el antitusígeno que le había recetado su doctor de cabecera.


Este invento medicinal, – apostaba Goyo sin dejar de escudriñarla, – Le ofrecerá a cambio de una moneda de veinte céntimos de euro, su altura y peso. Presión sanguínea, la velocidad de sedimentación de su sangre, la grasa acumulada en el hígado. Además del estado del conducto de sus arterias y otras venas secundarias. La glucosa pasiva, comprobando su diabetes y colesterol. La cera de sus oídos. El prolapso de su cérvix, y el contenido del duodeno.

Lo ingerido en las últimas 24 horas con el historial y si es de su interés, la reseña del último mes.

El arqueo de su espalda y la presión del lumbago hacia sus vértebras. Analizando la artritis pausada que pudiera aparecer sin haberse destacado de momento.

La cantidad de mililitros de orina que haya miccionado en el último día, y la sensación corporal general, incidiendo en su estado de ánimo.

Sopesando la depresión personal acumulada. Sin dejar de lado la multi fase anatómica pasional. Con quien y a que hora mantuvo el último trance conyugal.

Reflejando el grupo sanguíneo de la persona relacionada con el brete sexual.

 

Aquella señora, concentrada en las manifestaciones del licenciado, quiso saber hasta dónde podía llegar aquel invento chivato y el boticario añadió algunos detalles que fueron poniendo el fin al interés de la clienta.

Proponiendo con un mohín aquella dama, un alto para frenar la exposición recibida y muy comprensiva y sutil, dejar el tema por no estar interesada. Avisando al instruido Gregorio Formal, que no pasaría por ese monstruo irreflexivo que era capaz de descubrir todas las barbaridades ilícitas que había disfrutado durante su existencia.

Creyendo, que era una práctica que estaba fuera de la ley al exponer las tropelías en secuencia para conocimiento del ajeno. Descubriendo reseñas que están protegidos por la ley de Protección de Datos, como son descubrir la cantidad de cerveza, cubatas y bebidas espirituosas ingeridas, relaciones extra conyugales y otros menesteres secretos de cada cual.

Dejando zanjado el asunto con prontitud, y con un gesto de hartazgo desdobló el tabardo para abrigarse, coqueteando con su imagen sexi, y recolocándose la tirilla del tanga para que le enfundase el canal de su trasero.

Saliendo de la farmacia después de despedirse cordialmente del empleado sin gastar los veinte céntimos y diciendo entre dientes.

<<Ahora le voy a dar explicaciones a este Goyo Formal, de las informalidades que cometo a cada instante y encima pagar por los detalles>>

Se convenció que le valía la pena de ir a la báscula del súper mercado, cuando quisiera saber si había engordado.

 

De vuelta Gregorio, reanudó el esmero a doña Asunción, que había observado todo el enclave realizado por el farmacólogo y ésta, se atrevió a preguntar mientras le acercaban el jarabe recetado.

– Hijo mío si es verdad todo lo que le acabas de contar a esa señora, creo que vale la pena subirse a la balanza y dejar de ir al médico.

Es mucho más directo y puede evitar errores, ingerir pastillas que nos hartan y no curan.

Así y sin desvestirme, por veinte céntimos voy a subir al invento, porque fui a mi medico por picores y hemorroides y veo que me ha recetado un arrope contra la tos para lavarme el culo y con ello erradicar las almorranas.



  • Emilio Moreno
  • 24 de enero del año 2024
  • 134 años que nació mi abuelo materno.


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