La veía en las vísperas cuando bailaba sola.
Fue un balazo brutal, que me hirió; de tan imprevisto.
Ante mí, su silueta inclinada manaba sexo,
sin discursos, tan solo gestos. Con mohines de afecto,
me arrastraban, a ver su inercia y contorno convexo.
Danzaba para mí, con sus olas de un mar profundo.
Cruzamos las miradas con caprichos de deseo.
Desconozco su nombre, donde respira, y su cuerpo.
Igual son fantasías del intelecto que abruman,
O quizás, sueños del alma que se reanudan ciertos.
El idioma del cuerpo, avisa con sus gestos dulces,
y hace tropezar las miradas, clavando los ojos,
con su mensaje execro. Muy eléctrico. Sin pausa,
conformando el feroz inciso y cuajo del momento.
Cruzando otra vez la visión, que imagina sus cosas,
y sin querer tropiezan en un lapsus sin medida.
La música le obliga. En el giro bailable nota
cierta atracción, que embarga, le enaltece y sublima.
Como si al jarro del cuerpo, le faltara su gota.
Chispa del aguardiente amoroso que se desprende.
Sin más desperté a la realidad, susurrando ¡Ves!
Qué maravilla me regalan, las hadas del insomnio.
Aunque yo no sé; puesto que, si fuera de verdad,
cada noche con gusto querría soñar con usted.
Muchas gracias por permitírmelo.
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