Buscando una sombra plena,
topé
con tu gran sonrisa,
que
provocaba la brisa,
con
su calor y condena.
El quejarme me serena
y
me concede la risa.
Me
mantiene en la cornisa,
del
sudor que me envenena.
Advirtiendo, el gran cambio que nos viene,
y llegando, con los recursos tarde.
Nos enfrentamos, a un clima que arde,
y que difícil, se aguanta y sostiene.
No llueve, el monte quema, quien previene,
esta fatalidad con el alarde,
del payaso que, sin ser un cobarde,
avisaba, del gran y atroz estrene.
Y
esas mentes que presumen
desde
el dólar afincadas,
prevenían
confiadas
que
no sería, en resumen,
tan
rápidas sus cagadas.
En
sus cuentas programadas,
que
mandando su lactumen
a
las nubes inflamadas,
que
repelían sus hadas
frenasen tanto
volumen.
El
quejarme tranquiliza,
considerando
la prisa,
cuida
mi mente precisa
y al
sudor lo neutraliza.
En
cien años todos calvos,
si no hay
alguien que lo evita,
para esta fiebre,
y levita
con cordura y todos salvos.
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