Vislumbré
tu avidez, bajo el vestido,
a sabiendas, borraste
aquel recelo
y la
duda, mostró tu piel al cielo,
quedando
tan desnuda, y yo rendido.
Descalza y perturbada sin
sentido,
esperas mi arrumaco sin consuelo.
Dudando de un deseo y un desvelo,
que activa el apetito en tu libido.
Sin vergüenzas ajenas, me estimulas
ajando al margen lo que es legítimo.
excitando en tu orilla y así anulas
el control de lo que yo desestimo,
con perfumes corpóreos que calculas
y perdiendo el rigor cuando me arrimo.
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