domingo, 16 de agosto de 2020

El instante de un sueño.

 



La noche pasada: ¡Mejor dicho y siendo más conciso!

¡Anoche! Soñaba con tus olores, perfumes y carnes. Fantaseaba contigo.

Te notaba desairada, como nunca te había detectado, y eso, que sueles ser bastante opaca y discreta, pero aun y así me hice el disimulado y te seguí el juego en mi sueño.

Ahondando aún más, pero siguiendo el consejo de mi criterio, y estando, como digo tan dormido o sea. Dentro de mis elucubraciones: ¡Callé!hice una pausa dentro del sueño y sin despertarme seguí elucubrando—Seguro que pensarás—: « y porqué este tipo no me dijo ni media »

Pues verás, porque a veces, hacemos cosas, sin razón que con el tiempo, nos arrepentimos de no haber procedido y después es tarde.

Sin embargo no sabía como gestionarlo. Yo; realmente estaba dentro de lo que llaman un alucinación. Sin poder casi ni menear un músculo de mi cuerpo. Ni por supuesto salirme fuera del guión de ese sueño tan pesado y prolijo.

Detalles, que por otra parte, jamás te he comentado. Por no tener que soportar tus manidas displicencias durante un mes.

Tan desajustada te encontré, que inclusive pensé «que lo estabas pasando mal»

Preferí dejarlo y no escarbar.

Cruzar de puntillas por esos vafos, bostezos y recovecos de tus suspiros y despertar en forma natural, cuando me llegara el momento.

Seguía soñando y me vi tendido desde mi cama, cuando me levanté y acerqué sigiloso mi cuerpo a la ventana.

Veía la avenida. Una vez icé la persiana. Observé las aceras mojadas por la humedad tras la prolongada lluvia de la noche. Las farolas con esas nuevas bombillas led, tan resplandecientes y blancas en su franquía dibujaban la realidad.

Un ambiente preñado de una atmósfera panorámica, silente y exentas de realidad.

Por la hora del crepúsculo, la vía estaba inerte. Ni una sensibilidad ocupando aquella avenida ancha y sin sombras.

Todos los umbrales y ventanas yacían sin iluminación. Miré de reojo el despertador eléctrico y señalaba una anotación leve y breve.

Las tres y durmiendo profundamente, volví a mi espejismo y me sobresalté. No podía siquiera palparte.

Volvieron de nuevo aquellos perfumes tuyos, tus enfados y tiranteces.

No podía moverme de mi estado semejante a lo que se conoce como catatónico.

Pasó por mi mente, un estado de embriaguez, como si estuviera poseído, como si estuviese dentro del cuerpo de un moribundo, que espera de un momento otro sucumbir.

De pronto, fuiste tu la que te acercaste y me dijiste, muy seria y con un tono de voz que jamás te había escuchado. ¡Adiós! No me sigas, olvida que me has conocido, soy etérea, estoy vacía y pertenezco a tu sueño.

Yo desde mi postura, la que me permitía aquel sueño, que me atrapaba; le dije—Yo no sé quien eres.

Aquella silueta, discreta y conocida, podría ser mi sombra. ¿Por qué otra cosa? No podría entenderlo













0 comentarios:

Publicar un comentario