martes, 25 de agosto de 2020

Cuando coincide el final

 

La abuela se había quedado viuda, y sin ganas de existir. Sumado al poco apego y ningún cariño que le tenían las compañeras sentimentales de los hijos, y nietos.

A Melitona se le presentaba un futuro, corto, incierto, y demasiado infalible, tanto que todos lo preveían, en poco tiempo.

De haber querido vivir y disfrutar, de todos los posibles que tenía, si se hubiera buscado amigos, y la prisa por llegar a la «parcela de los mudos», no le hubiese exigido acudir cuanto antes. A más de uno hubiera jodido bastante. Tomar un camino diferente a los dos que existen. Era acertar.

El primero en el algoritmo de las posibilidades podía ser; comprarse vestidos nuevos, zapatos, salir al cine, con las amigas y compañeros, visitar los teatros de la ciudad, ir de vacaciones a Benidorm, o la Conchinchina, acompañada de los roces del tío Fulgencio, y bailar la melodía de «la Macarena» Aún y a pesar del colesterol.

Darse sentido homenaje, con cuantos caprichos, le enamoraran. Disfrutar en el restaurante de la esquina. Ese tan descarado llamado la «Concha afeitada» y reventar al mundo con alegrías, o ponérselo por montera. 

Tomó el barbecho, que posiblemente mejor la llevaba a la tristeza, a no comer porque engorda, a no pensar porque es pecado, a no salir por no caerse. No disfrutar del cine, porque es muy caro. Ni participar de excursiones, porque son exuberantes y generan demasiada felicidad.

Eligió la segunda opción, ésta que no satisfacía a nadie. Dando a cada instante las quejas más amargas del mundo a las nueras.

Buscando a la vez los «tres pies al gato» para sembrar de dificultades la armonía de la familia.

Despreciar y corregir de forma desmedida, a las madres de sus nietos. Poner cizaña entre ellas y los maridos, y a los hijos amedrentarles. Herirles sin justicia y sin miramiento, buscando todos los dilemas imaginables.

Comparándolos siempre, con las venturas de su difunto padre, que en gloria esté y desmereciéndolos, como si se tratase de unos maridos muy calzonazos.

Nadie hacía caso, a mamá Melitona, y ella para ganar la atención y joderlos un poquito más, comenzó a tener accidentes, que ella misma se provocaba.

El pasado viernes Santo, ¡Por Dios! Llévame al hospital, ya en Urgencias toda la noche, y la semana pasada, caerse por las escaleras, como las del pasillo son bajas, pues cambiando las cortinas, se dejó caer la abuela del tercer escalón. Hasta que, rizando el rizo. Se pinchó deliberadamente con unas tijeras y el propio medico, les acusó de malos tratos, a los familiares, en referencia a la pobre anciana.                                                

Descubriendo en el interrogatorio, que las heridas, se las había provocado Melitona, para que su hijo y Manuela, su mujer, no pudieran ir a ver la película de estreno que pasan en el Waldorf Cinerama.

Tan mala sombra tuvo el desliz de Doña Melitona que los doctores aconsejaron ingresarla, en la Residencia de la Paz para Desquiciados, por ser agresiva y padecer del síndrome de autolesionarse. Debido a constantes trastornos graves.

Derivados por disfunciones cognitivas y de personalidad.

Una vez que parecía recuperarse, la mantenían controlada y poco a poco volvía a ser la Melitona, de siempre. Con su corona de reina.

Enfermó por el Covid y duró diecinueve días. No pudiendo despedirse de nadie, por las medidas cautelares del centro de salud.








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