sábado, 8 de febrero de 2020

Una melodía buscada



Aquel niño escuchaba la melodía desde la emisora de radio, que sintonizaban sus abuelos, aquella que caló dentro de su hipotálamo para siempre.
La que impregnó su reseña de forma imborrable, sin conocer ni el nombre del cántico, ni donde podría volver a escucharla, con la misma paz, con qué de chiquito pudo hacerlo. Sin pretenderlo, ni siquiera imaginarlo, aquella música se diluyó en su juventud y en su existencia, como suele suceder con la mayoría de las circunstancias vividas en la infancia, que se recuerdan en el exordio de la existencia y concluyen, ya bien entrada la madurez, por causa impensable y sucediendo en momentos inesperados.
Era una música muy pegadiza al oído, de esas que tan solo el percibirlas de pasada, enriquecen y, quedan impregnadas en la memoria, repitiéndose una y otra vez, de forma mimética, como una vulgar espiral, cientos de veces. Cansina, pertinaz, hasta que incluso daba rabia, el no poder dejar de escucharla.


Aquellas notas de Jazz, pertenecían a uno de esos contenidos, que se emitían alrededor de finales de los años cincuenta, en el ámbito de la radio española, dentro de la franja matinal.
No sabía tampoco Brian, el que fue niño y ahora abuelo, el que intentaba recordar, con certeza, a cual de las dos cadenas, de prestigio pertenecía. Si era la Cadena SER, o era la Radio Nacional. RNE.
Era un espacio variopinto, de esos que abordan diversidad de temas, pretendiendo amenizar al escuchante, con el talante de espacio de distracción, y para distraer a la parroquia de seguidores, a la vez que eran informados.
Con seguridad, pertenecía aquel contenido, a Radio Nacional de España, la única que podía, por ley en aquel tiempo, dar los partes de noticias. Por lo que muchos oyentes—entre ellos sus abuelos—, dejaban el dial de sus receptores colocados en las coordenadas de la onda media.
De ese modo y por ley: El clásico Diario Hablado, «El conocido parte», que se emitía por la tarde y por la noche. Se escuchaba en todos los domicilios españoles que poseían receptor.
Debía desprenderse desde ese dial. Estando todas las cadenas obligadas a conectar a “Toque de Generala”, con aquellos ya famosos diarios hablados de las dos y media de la tarde y las diez de la noche.
«Hasta el 25 de octubre de 1977» fecha de la publicación en el Boletín Oficial del Estado el «BOE», quedaron dispensadas las diversas emisoras en conectar con la radio nacional.
La dichosa cancioncilla secreta, le venia a Brian a la cabeza muy a menudo, y siempre recordaba aquellas mañanas rebozadas de gris, tristeza y silencio, en compañía de sus abuelos.
La silbaba a menudo, pero no podía averiguar el titulo de la tonada, ni quien la interpretaba, tampoco podía preguntar a nadie, por aquella armonía puesto que ni él mismo la encarnaba lo suficientemente bien, y no sabiendo si era de esta tierra o extranjera. Detalle que de conocerlo, a buen seguro le hubiera hecho feliz, con seguridad.


Habían pasado muy bien sesenta años, desde el tiempo gris, ajado, que recordaba y refería Brian, y una noche, sin más. Sin pretenderlo y además sin esperarlo; al disfrutar de una película por televisión, titulada: El Secreto de las abejas, la pareja de protagonistas, las dos mujeres enamoradas, mientras bailaban en el centro de su sensualidad, fueron a disponer en su tocadiscos; las notas de la música que le transportaba a los años de su niñez.
¡Era la canción, que buscaba!, la que bailaron durante, no más de quince segundos, como prefacio de su amor. ¡Es esa! —¿Y como se llama? —Se preguntó a solas frente al televisor.
Quince segundos, el suficiente “in pass “para que a Brian se le despertara de nuevo aquel interés y el recuerdo provocado por aquella canción.
El film terminó, con mucha tristeza, porque en sí la película toca un tema delicado, y que no es de comprensión para aquellos, que son de miras estrechas.
Brian esperó, a que finalizara por completo aquella historia, con la confianza de hallar aquel título tan buscado, para poder escucharlo en su tranquilidad, dejando que los créditos del Secreto de las abejas, le ofrecieran el titulo de la melodía.
Hubieron diversas canciones en la película, pero las anotó todas y después, una por una, desgranando, llegó a término, descubriendo que «Lullaby of birdland» era aquella melodía que le llevó de cabeza, por más de sesenta y tantos años.














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