Que
fuerza y que reniego te consientes,
cuando
afeas con tus modales gruesos
tu
poca educación. La de tus huesos.
Por
alterarte, con inconsecuentes.
Chabacanos
salvajes, tan ardientes,
perturbando
con gestos, de posesos
engreídos,
truhanes muy traviesos,
con
la inmadurez propia de indolentes.
Vehementes
con poca urbanidad,
criaturas
vulgares, tan ásperas.
Sin
modales, ni formas de equidad.
Con
ellos te equiparas, y atemperas.
Hombres
que muestran su serenidad,
es
lo que no tenemos. ¡A que esperas!
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