Había
nacido en una familia Ilerdense, donde le enseñaron a respetar a los
demás, primero por humanidad y después por decencia y educación.
Ellos
procedían de gente adinerada y de estirpe militar, pero no quitaba
para que no apreciaran a los menos favorecidos.
De
entre todos los hijos Estanislao—, era el mediano de tres—. No
pensaba tan igual como su padre creía y, desde muy joven, se
infiltró en movimientos juveniles comunistas que buscaban libertad y
nada de proselitismo.
De
todas las enseñanzas que había recibido en su adolescencia, con la
única que se quedó fue con el cuerpo de Violete, su asistenta
doméstica de color. Un cuerpo de ébano, duro y sensual, que alguna
noche se lo llevaba a la cama y le enseñaba como debía disfrutar de
la anatomía de una mujer.
Hasta
que se alistó al movimiento socialista y luchó en el frente de
Teruel, en contra del ejército donde su padre tenía un nombre y
mandaba una división. En la famosa batalla del Ebro, que tantos
heridos y muertos produjo.
Lo
detuvieron y se libró del paredón por razones familiares
inconfesables, aunque no le absolvieron del presidio llevándolo a un
penal de Lanzarote, condenado por mas de tres años. Recluido como
preso político, hasta que con ayuda de Violete, pudo huir y los dos
se fugaron a Francia, antes que se declarara la Gran Guerra.
Una
vez en París, Violete y Estanislao vivían del sexo, del amor y del
arte que aquel joven poseía. Sin más religión que el sexo y el
alcohol.
Su
pintura descriptiva y realista ayudaba a mal comer y sus poemas
desorbitados, le hacían cada vez más fuerte e inconsecuente.
Arte
que paseaba por Montmartre, ayudado por Violete, que daba clases de
español a alumnos del barrio, con lo que iban viviendo de sus
excesos y de sus pasiones.
Ella
era mayor que Estanislao veinte años, pero jamás les importó esa
diferencia de tiempo, para cansarse de revolcarse por donde fuera
preciso con tal de disfrutar de un polvo extraordinario y de los
excesos, los vicios, trampas y deudas.
Hasta
que Estanislao, se enamoró de Toña, una artista flamenca evadida
española del sur, que le proporcionaba en principio su cuerpo,
primero para pintarlo como modelo, después entero para tocarlo y
disfrutarlo en privado. Los tres se entendieron durante más de
treinta años, hasta que Violete fue apresada y ajusticiada por los
alemanes, mientras que a Estanislao, lo llevaron a un campo de
concentración polaco, donde pudo hacerle un dribling a la muerte
otra vez; gracias a la tendencia y las influencias de derechas de su
familia.
Toña,
se quedó en estado de Estanislao y volvió a Barcelona a criar a su
hijo.
Al
cabo de los años aquel pintor poeta, destrozado físicamente por los
abusos y desencantado de lo que en realidad aporta la política y sus
engendros, volvió en busca de su familia y se tuvo que conformar
empleado en la industria de maquinaria, desdibujado, nublado y oculto
por si las consecuencias. Hasta que de nuevo el llamado Sol de la
Justicia, lució en el país.
Siempre
estuvo en la clandestinidad y en contra de la política llevada, sin
dejar de tener relaciones amorosas con cuantas mujeres le salían al
paso y podía emocionarlas con aquella pintura expresivo y sus
baladas sensuales.
A
su Toña jamás la abandonó, siempre fue con él, mientras, durante
y después de sus bailes, sus engaños y locuras. Callada, resignada
y seguramente asqueada, lo aguantó sin abrir la boca.
Criaron
a Spencer los dos y le dieron una educación muy diferente y en
contra de lo que ellos promulgaban.
Su
hijo, se colocó en una empresa del gobierno, sin dar explicaciones
de sus antecesores, llegando a ser un indigno empresario.
Toña
cayó muy enferma perdiendo el oremos y no siendo más que una pobre
compañera, entre su casa y la residencia.
El
hijo que tuvo Estanislao con Violete, Jerôme fue el que lo recogió,
respetó y mantuvo atendido en sus últimas horas.
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