El
día después de tu despedida,
se
troncó todo con dolor y pena
quedas
vacío y, ya poco te suena.
La
enjundia implora ausente, muy perdida.
Mi
serenidad huye y está hendida
sufriendo
en soledad, con mi condena,
preferible
engañarte con la escena
y
atiendo sin razón mi sacudida.
De
donde salen mis fuerzas de ataque,
porque
no hay duelo que se haga con luces
ahora
ya nada es dulce; es un achaque.
Es
un dolor tan fuerte y caes de bruces,
sobre
la realidad de tu almanaque,
que
te recuerda fijo y, lo deduces.
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