En
mi distancia tu reguero amable,
por
mucho que yo quiera, no se olvida
y
el recordar aquel sueño convida
a
la huella de un tono destacable.
Tu
verdor parecía irreprochable,
espigada,
graciosa en plena vida.
Sin
apenas voz y un grito que anida...
ilusionante,
tan guapa y amable.
Estaba
en los papeles del destino,
que
cruzaras mi calle sin prefijo,
para
no quedar juntos ¡Vaya atino!
Tanto
reproche, no fue afecto fijo.
De
ahí el quizás, no llega a ser “sino”
y
así ninguno sufre lo que dijo.
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