En
las urgencias del Hospital de mi ciudad, las premuras son terribles.
Por
ello se forman una listas de espera tremendas. Unas demoras
alarmantes,
será por eso del tan
cacareado “Recorte
de presupuestos Estatales”,
o porque la gente somos
en ocasiones incivilizados.
Tomándolo
todo, lo que nos rodea, como si fuese nuestro. Con la displicencia que nos da el abuso a esta
sociedad. Nos creemos valedores de las normas y despreciamos todo orden establecido.
Quizás
miedo a morirse de inmediato, o por la comodidad que es, el no pensar
y hacer como nos dicte la costumbre.
A
la primera que tienen una dolencia. Se asustan y van a que los
revisen, los atiendan, los ingresen y si es preciso les operen de
algo. Lo que sea, pero, que los escuchen y aseguren, en lugar de
pasar por su doctor, de cabecera, que es el medio más normal de
proceder.
Dejando precisamente las Urgencias, para lo que indica la acepción de su propia palabra.
Dejando precisamente las Urgencias, para lo que indica la acepción de su propia palabra.
El
miércoles pasado tuvo que personarse Félix, en ese centro porque no
se encontraba demasiado bien__ Félix, es nuestro narrador omnisciente, un tipo que se queda con todos los detalles de las historias__ y sentado en la sala, escuchaba como dos
personas hablaban de sus malestares, dolencias y preocupaciones de
salud.
Así
que dejó libre el oído para escuchar que decían entre ellos, y
dado que el tono de voz que empleaban no era el de la discreción, sino que mascullaban en la escala propia de un mercado de abastos. Hizo y le dio pié__ por la jerga__ a que
quisiera enterarse y escuchó claramente que Ildelfonso, le decía a
Fabiana, conocidos de la misma barriada, su confesión inmediata y
gracias a él, nos hemos enterado todos de lo que le pasó a Goyito
Zapater, que bien escondido lo llevaba la familia, para evitar otro escándalo.
__
Que te trae por aquí, amiga Fabiana, no te veía desde hace más de
dos meses largos.
__
Bueno ¡Tampoco ha pasado tanto! __ le contestó aquella joven,
Fabiana su vecina. Una despampanante malagueña de ascendencia
murciana, al preguntón.
__
desde las fiestas del fin de año no? Que estuvimos en tu reunión,
en tu casa, en ese fiestón cojonudo. ¿No recuerdas?
__
¡Así es! ¡claro, eso es! … Si es que el tiempo pasa que te pisa.
¿Que te trae por aquí?
Pues
mira que he traído al niño, que le encuentro muy raro de hace unos
días hacia aquí, y no sabemos que le ocurre, la lengua la tiene
como muy gorda, apenas entendemos lo que habla y se tambalea como si
fuera un descalabrado. No sé que tendrá pero la verdad que me
parece hasta que pierda la consciencia a momentos. Nos hemos asustado
su padre y yo y mira lo traigo a ver que me dicen los médicos.
__
y donde está__ preguntó Ildelfonso, al no verle
__
ha entrado con su padre, están dentro de la consulta, hace un rato.
No creo que tarden demasiado en salir.
Se
miraron los dos de forma graciosa, como entendiéndose más allá de
donde podían alcanzar sus palabras y seguidamente Fabiana, inquirió:
__
Y tú, que pasa con tu salud. ¿Es que te acoges también a las Urgencias
del Hospital?
__
Lo mío es de más enjundia__ contestó Ildelfonso_, que a cada momento he de presentar armas justificadoras a los matasanos. Mi diabetes a veces se porta de forma inconexa y se
desequilibra, con lo cual he de venir de vez en cuando para corregir
estas desviaciones, muy necesarias por cierto.
En
ese ínterin, se abría la puerta y aparecía el marido de Fabiana,
Eulogio con el chiquitín de cinco años de la mano de su papá.
La
madre del chavalin dejó de instigar en la vida de Ildelfonso y se
apresuró a conocer qué es de lo que padecía su Goyito.
__
Que es lo que tiene mi niño__ quiso saber la mamá preocupada.
Abrazando a su Gregorio que los miraba con la vista perdida.
__
Hemos de pasar a la sala del doctor que nos ha de hacer unas
preguntas para poder determinar de que le viene estos desajustes al
chaval.
Antes
que la madre pudiera volver a decirle nada, Eulogio, vio sentado en
la misma bancada a Ildelfonso y se saludaron, con un par de gestos
agradables, mientras ellos ya abandonaban el patio de la sala de
esperas, para dirigirse al reservado del final del pasillo.
Esperaron
durante unos minutos, no demasiados hasta que el doctor entró por la
puerta y se sentó frente a la mesa donde ellos aguardaban, para
tomar la palabra.
__
Usted__ dirigiéndose a Fabiana, le dijo
el médico__debe ser la madre del amigo Gregorio, ¿verdad?__ Yo soy
el doctor Gonzalo Darin, el que le ha auscultado y visitado.
Ella,
sin dilación contestó al galeno, con una preocupación
insostenible__ No le pasará nada malo a mi niño, ¡Verdad!
Se
hizo el silencio y de pronto el doctor le reprochó sin
contemplaciones__ pues si que pasa y es además muy fuerte. Su hijo
está bebido, lo que se dice completamente borracho, vamos como una
cuba. Por lo que ustedes me explicaran que clase de cuidado llevan
con su hijo, dónde lo dejan. Con quien se junta, o si tiene la
costumbre de repetirlo, según me contó su esposo, cuando fue
interrogado por mi compañera la doctora Beatriz Pulido.
Los
padres se miraron con desconfianza y se preguntaron a la
vez__¿Borracho Goyito?. No puede ser es imposible, aunque usted diga
lo que quiera__ dirigiéndose al doctor le dijeron con poca broma.
__
Si hay algo en la casa, que es sagrado es Goyito, y si a alguien se
le da lo necesario, aunque debamos y lo
haríamos con gusto, quitárnoslo
nosotros de la boca; lo que sea, es a
él.
Es
nuestro hijito y ahí si que no hay excusas. Con lo cual, ya me dirá
usted doctor, como se puede haber emborrachado mi Goyito, que
nosotros no lo sabemos. Sin embargo esto
lo averiguo ahora mismo__dijo Fabiana__ y protegiendo a su hijo le
tendió una caricia y se lo puso en la falda, para preguntarle con
mucho cariño y después de haberlo besado por enésima vez.
__Tato,
que contento
estás__ le dijo su madre haciéndole cosquillas y arrancándole una
carcajada de mucha resonancia__ dime que es lo
que has bebido Goyito, hijo, que está
tan bueno. Yo quiero un poco__ insistía Fabiana, la madre ¿Me
darás, un poquito?
Las
risas de Goyito y el trabalenguas era de chiste, pero las madre,
continuó en sus trece y le volvió a preguntar a su Goyito, que
había bebido, ya un poco más seria y convencida que necesitaba la
respuesta delante, de su padre y del médico, que ambos esperaban
conocer de donde le venia la embriaguez.
__Vamos
a ver Goyo, que has bebido hijo mío, y quien te lo ha dado, Díselo
a mamá, que tengo mucha sed y si no lo bebo, enfermaré. El niño,
dentro de su mareo, no se atrevía a confesar, porque sabía que
habrían reprimendas y negó con la testa
haciendo unos jeribeques más bien de histeria,
que de ebrio. Viendo la que se le venía encima. Amenazando a su
madre que no se lo decía.
Fabiana,
que no era el único hijo que tenía, con voz muy disipada y casi al
oído, le participó al tozudo de Goyito, con mucha gracia, mucha
paciencia y mucho genio, a la vez que le pellizcaba una nalga de
forma dolorosa, haciendo que hablara el
niño más que un abducido.
__Dímelo
ahora mismo, si no quieres que te cruce la cara de un ostión y te
saque arrastrando de la consulta de este Hospital, por embustero y
achispado sinvergüenza.
Goyito,
medio atolondrado, mirando al médico que reía por la lección
recibida de su mamá, habló así
__
Bebo un
poquito del porrón de cristal que
está encima de la mesa de la cocina y que nadie vigila, cada vez que paso. Me subo en
la silla de anea y chupo del pitorro
alargado del cántaro de cristal un buen trago.
Hago
como el abuelo, que me dijo que beber de ahí era muy malo, pero me
engañó, porque cada vez que pasa, se para y mama de eso que dice él, que es tan malo,
y además comenta muy alegre: ¡Que bueno está el cabrón!
No se lo digas a tu madre.
Yo cuando paso, chupo, le digo cabrón al abuelo por embustero y dejo el pirulo y la silla como la había encontrado.
No se lo digas a tu madre.
Yo cuando paso, chupo, le digo cabrón al abuelo por embustero y dejo el pirulo y la silla como la había encontrado.
1 comentarios:
como siempre amigo eres genial...
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