lunes, 29 de enero de 2018

Un niño muy ajumado



En las urgencias del Hospital de mi ciudad, las premuras son terribles. Por ello se forman una listas de espera tremendas. Unas demoras alarmantes, será por eso del tan cacareado “Recorte de presupuestos Estatales”, o porque la gente somos en ocasiones incivilizados.

Tomándolo todo, lo que nos rodea, como si fuese nuestro. Con la displicencia que nos da el abuso a esta sociedad. Nos creemos valedores de las normas y despreciamos todo orden establecido.
Quizás miedo a morirse de inmediato, o por la comodidad que es, el no pensar y hacer como nos dicte la costumbre.
A la primera que tienen una dolencia. Se asustan y van a que los revisen, los atiendan, los ingresen y si es preciso les operen de algo. Lo que sea, pero, que los escuchen y aseguren, en lugar de pasar por su doctor, de cabecera, que es el medio más normal de proceder. 
Dejando precisamente las Urgencias, para lo que indica la acepción de su propia palabra.

El miércoles pasado tuvo que personarse Félix, en ese centro porque no se encontraba demasiado bien__ Félix, es nuestro narrador omnisciente, un tipo que se queda con todos los detalles de las historias__ y sentado en la sala, escuchaba como dos personas hablaban de sus malestares, dolencias y preocupaciones de salud.
Así que dejó libre el oído para escuchar que decían entre ellos, y dado que el tono de voz que empleaban no era el de la discreción, sino que mascullaban en la escala propia de un mercado de abastos. Hizo y le dio pié__ por la jerga__ a que quisiera enterarse y escuchó claramente que Ildelfonso, le decía a Fabiana, conocidos de la misma barriada, su confesión inmediata y gracias a él, nos hemos enterado todos de lo que le pasó a Goyito Zapater, que bien escondido lo llevaba la familia, para evitar otro escándalo.

__ Que te trae por aquí, amiga Fabiana, no te veía desde hace más de dos meses largos.
__ Bueno ¡Tampoco ha pasado tanto! __ le contestó aquella joven, Fabiana su vecina. Una despampanante malagueña de ascendencia murciana, al preguntón.
__ desde las fiestas del fin de año no? Que estuvimos en tu reunión, en tu casa, en ese fiestón cojonudo. ¿No recuerdas?
__ ¡Así es! ¡claro, eso es! … Si es que el tiempo pasa que te pisa. ¿Que te trae por aquí?
Pues mira que he traído al niño, que le encuentro muy raro de hace unos días hacia aquí, y no sabemos que le ocurre, la lengua la tiene como muy gorda, apenas entendemos lo que habla y se tambalea como si fuera un descalabrado. No sé que tendrá pero la verdad que me parece hasta que pierda la consciencia a momentos. Nos hemos asustado su padre y yo y mira lo traigo a ver que me dicen los médicos.
__ y donde está__ preguntó Ildelfonso, al no verle
__ ha entrado con su padre, están dentro de la consulta, hace un rato. No creo que tarden demasiado en salir.
Se miraron los dos de forma graciosa, como entendiéndose más allá de donde podían alcanzar sus palabras y seguidamente Fabiana, inquirió:
__ Y tú, que pasa con tu salud. ¿Es que te acoges también a las Urgencias del Hospital?
__ Lo mío es de más enjundia__ contestó Ildelfonso_, que a cada momento he de presentar armas justificadoras a los matasanos. Mi diabetes a veces se porta de forma inconexa y se desequilibra, con lo cual he de venir de vez en cuando para corregir estas desviaciones, muy necesarias por cierto.
En ese ínterin, se abría la puerta y aparecía el marido de Fabiana, Eulogio con el chiquitín de cinco años de la mano de su papá.
La madre del chavalin dejó de instigar en la vida de Ildelfonso y se apresuró a conocer qué es de lo que padecía su Goyito.
__ Que es lo que tiene mi niño__ quiso saber la mamá preocupada. Abrazando a su Gregorio que los miraba con la vista perdida.
__ Hemos de pasar a la sala del doctor que nos ha de hacer unas preguntas para poder determinar de que le viene estos desajustes al chaval.
Antes que la madre pudiera volver a decirle nada, Eulogio, vio sentado en la misma bancada a Ildelfonso y se saludaron, con un par de gestos agradables, mientras ellos ya abandonaban el patio de la sala de esperas, para dirigirse al reservado del final del pasillo.
Esperaron durante unos minutos, no demasiados hasta que el doctor entró por la puerta y se sentó frente a la mesa donde ellos aguardaban, para tomar la palabra.
__ Usted__ dirigiéndose a Fabiana, le dijo el médico__debe ser la madre del amigo Gregorio, ¿verdad?__ Yo soy el doctor Gonzalo Darin, el que le ha auscultado y visitado.
Ella, sin dilación contestó al galeno, con una preocupación insostenible__ No le pasará nada malo a mi niño, ¡Verdad!
Se hizo el silencio y de pronto el doctor le reprochó sin contemplaciones__ pues si que pasa y es además muy fuerte. Su hijo está bebido, lo que se dice completamente borracho, vamos como una cuba. Por lo que ustedes me explicaran que clase de cuidado llevan con su hijo, dónde lo dejan. Con quien se junta, o si tiene la costumbre de repetirlo, según me contó su esposo, cuando fue interrogado por mi compañera la doctora Beatriz Pulido.
Los padres se miraron con desconfianza y se preguntaron a la vez__¿Borracho Goyito?. No puede ser es imposible, aunque usted diga lo que quiera__ dirigiéndose al doctor le dijeron con poca broma.
__ Si hay algo en la casa, que es sagrado es Goyito, y si a alguien se le da lo necesario, aunque debamos y lo haríamos con gusto, quitárnoslo nosotros de la boca; lo que sea, es a él.
Es nuestro hijito y ahí si que no hay excusas. Con lo cual, ya me dirá usted doctor, como se puede haber emborrachado mi Goyito, que nosotros no lo sabemos. Sin embargo esto lo averiguo ahora mismo__dijo Fabiana__ y protegiendo a su hijo le tendió una caricia y se lo puso en la falda, para preguntarle con mucho cariño y después de haberlo besado por enésima vez.
__Tato, que contento estás__ le dijo su madre haciéndole cosquillas y arrancándole una carcajada de mucha resonancia__ dime que es lo que has bebido Goyito, hijo, que está tan bueno. Yo quiero un poco__ insistía Fabiana, la madre ¿Me darás, un poquito?

Las risas de Goyito y el trabalenguas era de chiste, pero las madre, continuó en sus trece y le volvió a preguntar a su Goyito, que había bebido, ya un poco más seria y convencida que necesitaba la respuesta delante, de su padre y del médico, que ambos esperaban conocer de donde le venia la embriaguez.
__Vamos a ver Goyo, que has bebido hijo mío, y quien te lo ha dado, Díselo a mamá, que tengo mucha sed y si no lo bebo, enfermaré. El niño, dentro de su mareo, no se atrevía a confesar, porque sabía que habrían reprimendas y negó con la testa haciendo unos jeribeques más bien de histeria, que de ebrio. Viendo la que se le venía encima. Amenazando a su madre que no se lo decía.
Fabiana, que no era el único hijo que tenía, con voz muy disipada y casi al oído, le participó al tozudo de Goyito, con mucha gracia, mucha paciencia y mucho genio, a la vez que le pellizcaba una nalga de forma dolorosa, haciendo que hablara el niño más que un abducido.
__Dímelo ahora mismo, si no quieres que te cruce la cara de un ostión y te saque arrastrando de la consulta de este Hospital, por embustero y achispado sinvergüenza.
Goyito, medio atolondrado, mirando al médico que reía por la lección recibida de su mamá, habló así

__ Bebo un poquito del porrón de cristal que está encima de la mesa de la cocina y que nadie vigila, cada vez que paso. Me subo en la silla de anea y chupo del pitorro alargado del cántaro de cristal un buen trago.
Hago como el abuelo, que me dijo que beber de ahí era muy malo, pero me engañó, porque cada vez que pasa, se para y mama de eso que dice él, que es tan malo, y además comenta muy alegre: ¡Que bueno está el cabrón!
No se lo digas a tu madre.

Yo cuando paso, chupo, le digo cabrón al abuelo por embustero y dejo el pirulo y la silla como la había encontrado.









1 comentarios:

Carla dijo...

como siempre amigo eres genial...

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