La
vi en aquel súper del barrio
entró
como despistada,
con
sus aires de siempre,
propios
de estrella nublada.
Ninguno
de los dos esperábamos
aquel
súbito encuentro.
Ella
dudó en principio y se ruborizó
Yo
la reconocí ¡Al momento!
Recordé
y presentí a cien por hora,
Irrumpí
en mis hazañas y olvidos
por
supuesto no era broma.
Fue
sueño irreal, con fantasía y suspiros.
Mis
años verdes, ilusiones, mi audacia
mis
mejores recuerdos y vivencias,
ahorcándose
en promesas no concretas.
Los
llevaba en mi bagaje sin la menor conciencia
La
miré sin más, con mi expresión educada.
Respetando
su complicidad y mis recuerdos
procuré
aguantar mi emoción.
Esperando
su reacción. No hubo empeño
Llené
mi tórax de veneno intenso
preví
con urgencia excusas crueles,
sin
poder evitar un ardor muy denso
recordando
sus flirteos, infieles.
Ella
se quedó prendada a mis ojos
atenazada
a mis pestañas,
dañando
mis párpados con su punzada,
y
por extrema colmar mi saña.
Arañándose
el recuerdo
intentó,
no conocerme
evitando
el saludo y mostrando
su
punto fuerte.
Hasta
que un centelleo fugaz
la
separó como el destino,
en
su día nos distanciara,
para
todas las suertes
Quité
mis ojos de los suyos,
que
entonces eran hogueras prendidas
para
enfocar otro lugar y sofocar mi rabia.
Por
su desprecio tenaz y cortesía perdida.
Con
la excesiva velocidad en mi sangre,
supe
mantenerme a flote.
Imaginando
un último beso
recordando
el olor de su escote.
Con
esfuerzos mantuve la vertical y
ella
sobrecogida aspiró un dolor venenoso.
Aún
mantuvo sus ojos claros, su mirada al fondo
quizás
sin dar crédito a mi aplomo bondadoso.
Abiertas
y afables miradas,
como
queriendo exhumar de la nada,
todos
nuestros recuerdos
los
ya; pretéritos sin música de balada.
Viendo
mi gesto resolutivo y audaz,
se
aferró al brazo de su acompañante
mirándole
preocupada y a la vez
mostrando
para mi. Señal de prohibido acercarse.
El
tiempo había pasado para ambos,
¡Ya
lo creo! Mírate en aquel espejo.
Habían
caducado todos los anhelos
¡Absolutamente
en cien años todos muertos!
Era
la misma, la que reconozco ahora
en
el mercadeo de su sombra,
nerviosa
porque se encuentra culpable
y
al que le acompaña. Tampoco adora.
Hasta
mañana me dijo entonces,
y
ese mañana jamás llegó.
Cuantas
esperas vacías, me alegran hoy.
Evitando
muchas horas de perfidia y dolor
Tantas
demoras juradas
razonando
una sinrazón.
Se
olvidó de mi aliento,
como
yo de su candor.
Detenidos
como entonces
nos
volvemos a encontrar,
en
un pasillo del súper,
en
un encuentro fugaz
Qué
diez segundos más largos
no
convino en saludar,
su
falta de valentía
me
hizo mucho dudar.
Viendo
mi gesto sentado,
cansado
quizás de volar
apretó
a su acompañante
y
aceleró el caminar.
Con
señal de prohibido
no
se me ocurre arrancar,
aquella
flor de solapa,
que
jamás pudo apreciar.
Hay
fechas que se me antojan
que
las he vivido ya
es
como si las volviera
de
otra forma a pisar.
El
encuentro de aquel día
me
ha hecho recapacitar,
¿Cual
hubiere sido mi destino
por
una casualidad?
¡y
el arte de tropezar!
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