Quien
iba a pensar que se reconciliarían aquellos celosos mojigatos con
tirabuzones.
Dos
fantasmas que engreídos de ellos mismos vendían humo agrio de
naranja borde y se jactaban de ser uno mejor que el otro.
Galanes
que desprendiendo mentiras por las esquinas se hicieron acreedores de
los detritos y venganzas de las cloacas.
Quien
iba a conjeturar una duradera estabilidad, entre un “zorritonto”
y una sabandija “cagainsultos”.
Entre
un “metenredos” cobarde y un “derritepaciencias”
traicionero.
Entre
el chaparrudo buitre de los dolores fecales y el malabarista del
despecho.
Quien
iba a entender
Si
ambos optaron por la urdimbre del “verdugosuegras”
Si
uno y otro creyeron estar “cuadritontosos”.
Si
entrambos quisieron destermolerse en las olas del
Tsunami Niño diabólico y depositar su irrealidad en la
idiosincrasia maléfica.
¡Jamás
nadie imaginó a ninguno de los dos, con la cordura de un reloj de
madera, con la prudencia del vuelo del insecto tigre, ni con el goteo
de la idiotez!
¡Quién
se aclara!
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