domingo, 2 de octubre de 2016

Círculo impenetrable



McRigald se compró una propiedad más bien reducida, en uno de esos pueblos preciosos, que vivían hasta hace bien poco de la agricultura, ganadería y del poco turismo que llegaba al territorio. Dado que se encuentra en medio de ninguna parte.
Ni una estación de trenes, ni puerto de mar, ni enclave cercano entre esta y aquella ciudad de importancia, tampoco en el trazado de una autopista o carretera de relumbre. 

Con muchas otras virtudes cuenta. La naturaleza sabia y preciosa, el buen tiempo, riguroso en según que épocas y las tradiciones pasadas de padres a hijos, subsistiendo desde hace muchos siglos y a tenor de lo que demostraban los lugareños, no querían cambiar aquella situación bajo ningún concepto.

La tecnología y los avances habidos en la sociedad del país y que a la postre se habían instalando desde las grandes urbes, por las inmensas compañías internacionales, también habían llegado, pero se distribuían a cuenta gotas y bajo el capricho de los dirigentes y mandamases de la villa. Muy a su capricho. Asociándolos únicamente entre ellos, sin dejar participar a ningún forastero.

Era una localidad, extraña. Cerrada a los avatares y vivencias personales de gentes no nacidas dentro de ese perímetro.  De espalda a los residentes venidos y gentes foráneas que trataban de ser uno más de aquella casta. Negándoles aquel apego tan necesario para que los humanos se encuentren a gusto.
Al concederles aquella confianza y amparo que normalmente se les regala a los llegados, por el mero hecho de no ser de allí.
Sus gentes, serías y buenas, con el único imperfecto de no saber granjearse a nadie, que no representara a los apellidos tradicionales de la comarca. Una practica que era propia del separatismo, de la desconfianza y el miedo venidero desde lugares ignotos.

Míster McRigald, eligió el lugar para establecerse, sin más; que por ser un paraíso y para _ decía él, pensando en que sería factible_ En su vejez, estar rodeado de aquella gente y pasar tranquilamente los días que le quedaran de vida entre aquellos vecinos autóctonos de la población.
Mientras pudo se las fue arreglando haciéndose llegar conocidos de su tierra, la lejana Australia, incluso relaciones hechas en localidades cercanas. Los años fueron pasando sin querer darse cuenta, que no tenía ni un solo amigo.

Ahora es muy mayor en experiencias, en relaciones para con los demás y en concesiones repartidas entre aquellas gentes sin nada a cambio. Llegando al extremo de haber puesto su propiedad a la venta por carecer de aprecio, de cariño.
En definitiva por no haber podido encontrar el aprecio que buscaba.







0 comentarios:

Publicar un comentario